Venezuela olvidada

Una grave ola de disturbios azota Latinoamérica, de la cual Chile no ha estado ajeno. En este escenario de violencia, la profunda crisis social, política y económica de Venezuela ha pasado a un segundo plano, pero eso no significa que los problemas hayan encontrado solución.
Los venezolanos sufren una aguda escasez de alimentos, medicinas y servicios básicos, en una economía en recesión desde 2014, con una inflación que el FMI ha estimado termine el año en 200 mil por ciento (una corrección del millón por ciento que pronosticó hace unos meses), una deuda externa de entre 130 mil y 160 mil millones de dólares (que estaría en cesación de pagos) y una caída en picada de la producción de petróleo (la mitad de 2018 y un tercio de la de 2017). Con ese telón de fondo, hace unos días, Maduro reconoció que la economía está "dolarizada", una compleja realidad que hace aún más pobres a quienes ganan en moneda local; es decir, la mayoría de los trabajadores. A la circulación del dólar se le suma la de euros, divisa que es recibida por pagos directos de exportaciones de crudo que buscan evitar las transacciones afectas a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos.
Solo el fracaso de las políticas socialistas implementadas por el populista Hugo Chávez y llevadas al extremo por la ineptitud del gobierno de Nicolás Maduro explica la lamentable situación económica a la que ha llegado Venezuela, el país que tiene las reservas probadas de crudo más grandes del planeta, las que han sido hipotecadas en transacciones a largo plazo. Sin perspectivas de mejorar, y sumida en profunda crisis humanitaria, sufre cada día el éxodo de miles de personas que se unen a los 4,5 millones de compatriotas que han salido en busca de mejores vidas. Según las agencias de la ONU que atienden a migrantes, se necesitarán 1.350 millones de dólares en 2020 para ayudar a los venezolanos que se reparten por 17 países latinoamericanos, y que deben recibir asistencia en alojamiento, alimentación, salud, educación, transporte humanitario y acciones de apoyo para la inclusión, entre otros requerimientos.
La obstinación del régimen de Maduro, quien se aferra al poder amparado en los militares, ha impedido que los diversos intentos de diálogo con la oposición hayan prosperado. El último esfuerzo en el que ha participado una representación del "presidente encargado" Juan Guaidó fracasó, a pesar de que Maduro insiste en que todavía se lleva a cabo. En paralelo, ruidosas manifestaciones chavistas y opositoras se disputan las calles en esfuerzos por ganar la batalla de la opinión pública. La oposición luce desgastada, cansada de luchar por un cambio democrático al que Maduro se resiste, usando todo el poder que ha acumulado subordinando a las distintas instituciones nacionales, incluida una Asamblea Constituyente que ha usurpado atribuciones del Legislativo elegido democráticamente. Cabe recordar que Chávez promulgó una Constitución "bolivariana" que no le acomodó a Maduro cuando perdió las elecciones parlamentarias. El apoyo internacional y el "acompañamiento" de distintas instancias -como el "Mecanismo de Uruguay" o "el Grupo de Lima"- para un diálogo han fracasado. Maduro se atrinchera en el poder y desafía a quienes se ponen en su camino.
Su empecinamiento ha llevado además a hacer de Venezuela un factor desestabilizador regional. Ello, evidente en las consecuencias de una migración masiva que supera las capacidades de muchos países receptores, parece tener también otras expresiones, sufridas de modo particular por sus vecinos. Así al menos lo sugieren recientes medidas adoptadas por las autoridades de Colombia, país donde un abanico de organizaciones sociales y políticas opositoras al Presidente Iván Duque ha convocado a protestas para hoy. Ante ese escenario, el gobierno colombiano ordenó cerrar las fronteras hasta el viernes para evitar que extranjeros causen disturbios. Ello, luego de que en los últimos días se expulsara a una veintena de venezolanos que "han querido afectar la tranquilidad y el orden público" durante las protestas.