Miércoles, 30 de Abril de 2025

Fernando Riera, el centenario de un adelantado a su época

ChileEl Mercurio, Chile 27 de junio de 2020

El 27 de junio de 1920 nació el "Tata" Riera, el primer chileno en jugar en Europa, artífice del 3º lugar en 1962, subcampeón continental con Benfica, DT de Boca y de Resto del Mundo. Hizo historia. Una es más conocida, y otra se revela a un siglo de su natalicio y a casi una década de su muerte.

Melchor Riera y Juana Bauzá llegaron a Chile desde Mallorca como casi todos los inmigrantes: con mucha ilusión y poco dinero. Por eso, desde temprano les inculcaron a sus hijos el valor del trabajo y la dignidad del esfuerzo.
A sus cuatro vástagos varones (Melchor, Jaime, Guillermo y Fernando) los pusieron en el San Ignacio de Alonso Ovalle. Y pronto supieron que todos serían futbolistas.
Entraron, como era esperable, a la Unión Española, con la obligación de trabajar porque "del fútbol no se podía vivir". Fernando entró a una mueblería casi al mismo tiempo que comenzaba a jugar, con 17 años, como puntero izquierdo de los hispanos. Hasta que la guerra civil en la lejana España dividió a la colonia y disolvió el club.
Tampoco estudiaba, como sí lo hacía Sergio Livingstone, quien también jugaba en Santa Laura; pero por un par de casualidades Riera se fue a la U. Católica. Ahí permaneció por casi diez años, hasta convertirse en campeón. Entonces decidió dedicarse por completo al fútbol, pese a que ya era jefe y especialista en maderas.
Había conocido a José Manuel Moreno, dio la vuelta olímpica, ganó fama de hosco por retar y mandar a sus compañeros en la cancha. Tenía el carácter de un español estricto al que sus compañeros de la Católica y de la selección ya habían comenzado a llamar "El Tata".
La influencia francesa
1950 fue su año. Jugó con la selección chilena el Mundial de Brasil y anotó un gol en la victoria sobre Estados Unidos. Luego, en la gira con la UC por canchas europeas impresionó a los dirigentes del Stade de Reims, quienes lo contrataron y le permitieron establecer una marca: nunca un chileno había jugado en Europa.
Hubo un cambio fundamental en su juego, porque hasta entonces actuaba como puntero izquierdo pese a que era diestro, característica que le había permitido perfeccionar su técnica para convertir goles olímpicos.
Pero en Francia lo ubicaron como interior derecho. Ahí ganó más importancia en el juego y acentuó su rol de liderazgo.
Era tan fuerte su carácter, que por insistencia de sus entrenadores hizo el curso que le permitió, tras retirarse en el Rouen, ser el primer entrenador chileno en dirigir en Europa. Fue en el Belenenses de Portugal.
Ahí estaba cuando lo llamaron para hacerse cargo de la selección chilena que años después jugaría el Mundial de 1962, en una tarea que terminó convirtiéndose en una mucho mayor: reestructurar el fútbol chileno para hacerlo más profesional y competitivo.
Esa es historia conocida, y el tercer lugar lo catapultó a dirigir la Selección Resto del Mundo en 1963 y al Benfica, con el que llegaría a jugar la final de la Copa de Europa frente al Milan. Perdió por 2 a 1, con Eusebio batiéndose ante Cesare Maldini y Gianni Rivera, sin saber que una maldición empezaba a pesar sobre esa escuadra lusa.
De Oporto a Everton
Vinieron muchos equipos. El Oporto y el Sporting en Portugal, el Espanyol y el Deportivo La Coruña, el Marsella, Boca Juniors y Nacional de Montevideo. Monterrey. Y pasos por la Universidad Católica (de 1963 a 1965) y luego en 1968, lo que acentuaría su rivalidad con Luis Alamos, quien dirigía a la U. Más tarde, en su estadía más prolongada en Chile, cosechó títulos de la Copa Chile con Palestino (1977), con los azules precisamente ('79) y Everton ('84), aunque la campaña más recordada es la de 1980 con la U, que terminó con una polémica eterna tras el cobro de un penal ante Lota Schwager, por una pelota que cayó en la mano de apoyo de Alberto Quintano, que el árbitro Enrique Marín consideró intencional.
El título lo ganó el Cobreloa de Vicente Cantatore y Riera renunció a fin de la temporada porque no le mantuvieron ni reforzaron el plantel.
En aquel equipo universitario jugaban Manuel Pellegrini y Arturo Salah, quienes se convirtieron en herederos de un estilo que jamás renegó de su origen.
Ya tenía fama de cascarrabias y acostumbraba pelearse con árbitros y periodistas. Veía los partidos desde la tribuna y, en épocas de crisis permanente de las directivas del fútbol chileno, se quejaba por la constante desorganización.
Cuando se retiró estaba separado, veía todo el fútbol que podía y seguía jugando tenis con su hija María Eugenia (tuvo además dos hijos varones), quien lo acompañó a homenajes en distintas latitudes, hasta su fallecimiento en septiembre de 2010, cuando se dijo lo que correspondía para un hombre de tanta trayectoria y perseverancia. Fue siempre un adelantado.
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