Jueves, 09 de Mayo de 2024

Gabriel Vallejos, el nadador que fue libre en el agua

ChileEl Mercurio, Chile 23 de agosto de 2021

A días de la inauguración de los Juegos de Tokio, recordamos a quien inició el camino de Chile en Barcelona 92, un deportista que le ganó a un diagnóstico fatal que solo le daba seis años de vida. "Hice las paces con mi discapacidad", dice el oriundo de Independencia. Esta es su historia.

El 11 de agosto de 1968, en una sala de la desaparecida Clínica Carolina Freire del centro de Santiago, Benjamín y Yolanda, padres de Gabriel Vallejos Contreras, aceptaron que la vida de su hijo sería efímera. "Seis meses. Quizás un par de años", fueron las palabras del médico cuando los progenitores preguntaron sobre la esperanza de vida del recién nacido. Convencido de que iban a tener que enterrarlo demasiado pronto, el padre decidió nombrar a su retoño Ángel Gabriel, por el santo católico. La madre, en tanto, no podía dejar de pensar en el sobre con pastillas que le entregó su ginecólogo cuando iniciaba su embarazo.
Gabriel Vallejos, contador auditor de 53 años y oriundo de Independencia, está sentado en su pequeña oficina en calle Vivaceta. Mientras conversa, se mueve con naturalidad: escribe en el computador, toma apuntes en una libreta, contesta su celular, prende un cigarro. Nada le cuesta, pese a que nació sin sus dos extremidades superiores, y solo con una pierna. Dos muñones y un dedo en el brazo izquierdo son suficientes. La rutina de Vallejos, exnadador paralímpico, no se ve interrumpida en lo absoluto.
"Mi discapacidad es producto de la talidomida, un medicamento que se les entregaba a las mujeres embarazadas para controlar las náuseas en los años 60, y que resultó tener consecuencias en los bebés. El diagnóstico era que no iba a vivir mucho, pero acá estoy", cuenta Vallejos.
"He aprendido a los golpes. La primera vez que me serví un café solo, obvio que me quemé, pero la segunda vez supe cómo tenía que hacerlo, y listo. Y así con todo. Salí de la zona de confort a la fuerza, corriendo riesgos a diario. Estar en la calle es un riesgo constante, pero ¿quién no corre riesgos en la vida?", reflexiona.
En las paredes de su oficina hay una treintena de cuadros, diplomas y fotos. Vallejos muestra una imagen suya y recuerda sus inicios en la natación, un deporte que lo llevó a disputar tres Juegos Paralímpicos. "La primera vez que vi una piscina fue a los 8 años, en el recinto de la Universidad de Chile y en una actividad deportiva del colegio. Antes, la masa más grande de agua en la que me había sumergido era la tina de mi casa. Tampoco conocía el mar", confiesa.
Por esa razón, cuando la profesora animó a los niños a meterse a la piscina, Vallejos -como pocas veces en su vida- dio un paso atrás y se fue a su casa.
El susto duró poco. "Me metí a la clase siguiente. Con alitas y ayuda. De inmediato supe que era lo mío. A los 11 años ya iba a competencias y me invitaban a participar en todas las actividades que había para discapacitados, en Santiago y en regiones. Ganaba todas las carreras. Era increíble estar en el agua".
-¿Qué sentía?
"La natación me dio la libertad que no tenía en mi vida diaria. En el agua era un pez. No me costaba nadar. Me sentía libre. Me podía mover sin dificultad. Cuando niño me pusieron piernas ortopédicas y no me gustaban, me las sacaba. No era natural. En la piscina podía ser yo mismo".
A los 22 años, Vallejos fue a su primera competencia en el extranjero, en Mar del Plata (Argentina). "Ahí me enteré de que se hacían Juegos Paralímpicos cada cuatro años. En ese momento, mi sueño cambió y pensé: quiero llegar allá".
Dos años después de aquel certamen en Argentina, a las oficinas del Comité Olímpico de Chile llegaron dos invitaciones para participar de los Juegos Paralímpicos de Barcelona 1992. Chile nunca había asistido a un torneo de ese nivel. Uno de los cupos fue entregado a Vallejos. El otro fue para el pesista Víctor Valderrama. "Fue una noticia espectacular, pero al tiro me mentalicé en conseguir una medalla. No quería ir a pasear, eso lo tenía claro. A todos los Juegos viajé con esa idea".
Estuvo cerca de la presea: en España fue cuarto en los 50 metros espalda. En Atlanta 1996 de nuevo se le negó el podio, pese a tener la medalla en sus manos: Vallejos había terminado cuarto en la final de los 50 metros mariposa, pero la descalificación del nadador griego Antonios Giapoutzis, que había quedado tercero, le cedió el puesto y la presea al chileno. Pero la decisión de quitarle la medalla al europeo -por una mala brazada- fue revertida, y Vallejos se quedó sin el bronce.
"Ese tercer lugar lo perdí porque las autoridades chilenas de la época no pelearon en los escritorios. Pero a mí no me importó. Igual me quedé con la medalla. La tengo en mi casa y me siento ganador de ese tercer lugar, pese a que oficialmente salí cuarto", dispara el chileno, quien también logró un segundo lugar en el Mundial de Natación de 1998 y una decena de podios continentales.
En Sídney 2000 disputó sus terceros y últimos Juegos. "Me retiré de la natación después de ese viaje a Australia. Ya tenía 33 años, y estaba postergando mi carrera profesional. Me costó mucho. Tuve depresión varios meses. Fue algo insoportable. Pasaba todo el día en la piscina, y de repente me quedé con mucho tiempo libre. Fue difícil acostumbrarme. Pero di vuelta la página: tres meses después de retirarme encontré esta oficina, y acá me quedé. Me gusta mi trabajo, aunque no me apasiona tanto como la natación".
-¿Y a la piscina, volvió?
"No".
-¿Ni siquiera a nadar un rato?
"Desde Sídney 2000, creo que me he metido tres o cuatro veces a una piscina. Es que no me gusta nadar por nadar. A mí me gustaba la competencia, y ese tiempo ya pasó para mí".
El contador auditor suspira. Ya es hora de cerrar la oficina. Mientras ordena sus cosas, muestra con orgullo su bicicleta. Es su fiel medio de transporte.
"Esta bicicleta tiene 37 años. Se la regalaron a mi hermano cuando cumplió cinco. Yo, que era un par de años mayor que él, vi la bicicleta y me dieron ganas de usarla. Me acomodé y anduve como pude. Todos los días llegaba un poco más lejos. Desde ahí que no la solté más. Literalmente la llevo a todos lados. Arriba del metro, de la micro, del taxi. Fui a todos los Juegos Olímpicos con la bici en la maleta. Desfilé en los estadios olímpicos con ella. Hace cinco años me la robaron y casi me muero. Menos mal apareció tirada por ahí y me la devolvieron", relata.
- ¿Cómo resume su vida hasta ahora?
"Me siento muy contento por lo que he conseguido. Me entregué al máximo en la natación. Viví experiencias maravillosas. He luchado por las cosas que siento que son justas, como apoyar a Vitachi (Víctimas de la Talidomida en Chile). Pero no me quedo con eso. Aún tengo muchos otros objetivos por cumplir".
-¿Siente rabia por la negligencia médica que lo dejó en esta condición?
"No, yo hice las paces con mi discapacidad. Durante mucho tiempo me resentí con Dios por haber nacido así. Me preguntaba, ¿por qué yo? Pero ahora ya no me cuestiono nada. Tengo una frase: 'No por el hecho de que a un árbol le faltan ramas va a dejar de dar frutos. Yo soy un árbol que da frutos. Mi espíritu no tiene discapacidad".
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