De la foto a lo esencial: exponen cartas y obras de Sergio Larraín

No es una exposición de carácter histórico. Lo preciso, lineal y nítido quedó al margen de "Proyecto Satori", porque su artífice, el fotógrafo Mauricio Toro Goya (1970), puso el foco en la maraña de lo intangible, en lo que está detrás del tránsito de Sergio Larraín (1931-2012). O entre sus días como célebre autor de la agencia Magnum y lo que vino después al interior de Ovalle: un tiempo de despojos materiales y una búsqueda acérrima de lo esencial.
"Hace unos cinco años, sentí que las investigaciones sobre esta dualidad entre el fotógrafo y el 'monje' no estaban bien planteadas, porque siempre lo miraban desde afuera. Entonces, como tuve cercanía con su mundo espiritual, decidí revisar todo lo que me envió. Releí sus cartas y me dirigí a los libros que me recomendó, intentando estudiar la idea espiritual del satori -instante de iluminación para el budismo zen- y traducirla, acercarla a la cultura occidental", explica Toro Goya. De ese camino, surgió primero el libro "Sergio Larraín. De la fotografía al vacío", publicado en agosto.
Toro Goya encontró a Larraín en 1999. El primero era reportero gráfico del diario El Día de La Serena; el segundo, ya estaba instalado en Tulahuén. Y su vínculo, que se extendió por más de una década, estuvo marcado por reflexiones espirituales, filosóficas y estéticas. Por conversaciones, cartas y alter egos (el exfotógrafo de Magnum a veces firmaba A. D., por "adorar a Dios").
Todo eso se percibe, de alguna manera, en "Proyecto Satori", que estará montado hasta fines de diciembre en el Centro de Extensión, o Centex, que el Ministerio de las Culturas tiene en Valparaíso. Después, la muestra viajará a Ovalle -para inaugurarse el 6 de enero en la Corporación Cultural- y a Coquimbo, donde abrirá en febrero.
Con una museografía más cercana al arte contemporáneo que a los archivos, la exposición contempla desde un par de fotografías originales que Larraín tomó en 1979, en uno de sus últimos viajes a Valparaíso, hasta imágenes que Toro Goya hizo, con la Leica que le regaló su amigo, tratando de entender el concepto satori. También se exhiben un video realizado en el entorno natural de Tulahuén, fotocopias de fotografías -elaboradas por el autor cuando Magnum administraba la circulación de su obra-, haikus e incluso un cuadro al óleo hecho por Larraín.
"Él nunca dejó de usar el soporte estético para transferir sus conocimientos e ideas -asegura Toro Goya-. Hasta cuando murió hizo poesías, dibujos, pinturas, fotos. Eran trabajos mucho más vernáculos, fuera de la academia, y, por ende, sin valor comercial. Pero eso que parecía una obra menor fue muy importante para él. Ocupó más de la mitad de su vida".