Una campaña sin sorpresas
Hay dos tipos de lamentos por el nivel de la campaña del voto rosado
Hay dos tipos de lamentos por el nivel de la campaña del voto rosado. Están los que podríamos llamar de actitud idealista, jóvenes y politizados muchas veces, que creyeron sinceramente que un referéndum era la oportunidad de aportar argumentos y razones para las distintas posiciones en juego. La decepción viene entonces por la infame campaña de mentiras a la que asistimos en estos meses de verano: desde la afirmación de que la Ley de Urgente Consideración (LUC) iba a privatizar la educación, pasando porque iba a fomentar el "gatillo fácil" policial y siguiendo con que iba a perjudicar a Antel, entre tantos otros ejemplos, todo este tipo de afirmaciones de los defensores del SI fueron desmentidos por la realidad. Hechos concretos mataron zurdo relato.> > El problema es que esa actitud idealista choca con los antecedentes de la izquierda en campañas similares a esta. Fijémonos en tres hechos históricos, por ejemplo: en el referéndum de voto verde y amarillo de 1989 por la ley de caducidad, el Frente Amplio (FA) fue capaz de defender el voto verde sin asumir jamás su responsabilidad en el Pacto del Club Naval; defendió el voto de derogación parcial de la ley de empresas públicas de 1992, argumentando en contra de los "piratas extranjeros" que vendrían a "llevarse las joyas de la abuela"; y sostuvo el voto rosado contrario a la asociación de Ancap en 2003, a pesar de haber sido una ley corredactada por varios de sus senadores.> > No es casualidad y no es un error. Las tres actitudes se repiten para este referéndum del 27 de marzo. Primero, no asumir sus responsabilidades pasadas, que son las que dejaron al país postrado en educación y en seguridad pública, por ejemplo, y que llevaron al cambio que implica la LUC; segundo, decir cualquier disparate que tergiversa el contenido específico de lo que está discutiéndose; y tercero, dar una voltereta en el aire tan grande que se termina promoviendo la derogación de algo que, al menos en parte como para el caso de los 135 artículos de la LUC, fue votado y hasta corredactado por legisladores del FA.> > El segundo tipo de lamentos es el de aquellos que podríamos llamar izquierdistas descontentos. Son muchas veces personas más instruidas que la media, convencidos de la superioridad moral tácita o explícita de su adhesión izquierdista con relación a las opciones representadas en la Coalición Republicana, y que, si bien votarán rosado el próximo domingo, se dan cuenta de que la campaña del Sí ha sido furibundamente mentirosa y de baja calidad ciudadana. Entonces, como una especie de pose intelectual, no pierden oportunidad de señalar que el nivel de la campaña es bajo y que infelizmente no se ha podido debatir sobre las verdaderas encrucijadas que plantea la LUC.
Tampoco sorprende la actitud de esta especie de izquierda caviar criolla, socialdemócrata y bienpensante, que siempre, al final, termina adhiriendo al rumbo fijado por los sectores más radicales del FA. Ellos saben bien que de una estrategia definida por un talante comunista no puede surgir nada que respete la dignidad de los hechos históricos: desde la mentira propagandística de la URSS en la Guerra Fría, hasta las simplificaciones de barricada nacionales- populares- izquierdistas que han ganado hoy a toda la izquierda latinoamericana, todos ellos conocen bien de qué material de infamias están hechas las campañas zurdas de este tipo.> > Pero en vez de denunciar a sus compañeros de ruta que mienten y manipulan el debate por el referéndum, esos socialdemócratas bien aspectados prefieren lamentarse del nivel de la campaña. En el fondo, terminarán votando por SI, como buenos y discretos soldados frenteamplistas que son, pero al menos en los asados en Malvín o en algún otro barrio coqueto de Montevideo, entre sus amigos profesionales de clase media acomodada, se preocupan por no quedar mal y aceptar que, infelizmente, la campaña del SI es muy mala.> > La verdad de las cosas es que este referéndum se planteó como un instrumento político para frenar el ímpetu reformista del gobierno, tanto en los tiempos de ejecución de las nuevas medidas como sobre el fondo de los cambios propuestos. Y que, de esta izquierda liderada por el talante comunista de agitación y propaganda, no se podía esperar otra cosa que una campaña sucia y mentirosa como la que vimos.