Lunes, 16 de Septiembre de 2024

Juan de Dios Larraín, el cerebro tras Fábula

ChileEl Mercurio, Chile 5 de julio de 2022

En 2023 veremos El Conde, nueva producción de Fábula y Juan de Dios Larraín. En este extracto de 2019, el productor más importante de Chile revela su método e hitos de su vida. Junto a otros 21 creadores del nuevo milenio, su entrevista es parte del libro de María Cristina Jurado "Creadores contra Viento y Marea II", en librerías este mes por Catalonia.

AGOSTO DE 2019.
(...) En 2004, junto al nacimiento de Fábula -hoy la principal productora de películas, series y publicidad del país-, el cine nacional dio un giro. Juan de Dios y su hermano Pablo Larraín, sus fundadores, no fueron los únicos protagonistas de ese vuelco: al compás del nuevo milenio, toda una camada de realizadores jóvenes comenzó a contribuir al renacimiento de este arte en Chile. Un arte visual que se había visto diezmado en el período de la dictadura, cuando la mayoría de los cineastas de los años 60 y 70 -figuras icónicas como Raúl Ruiz, Patricio Guzmán y Helvio Soto- abandonaron Chile y partieron a un exilio voluntario o forzado.
Aunque hubo destellos con el regreso de la democracia, no fue hasta el nuevo milenio que el cine nacional levantó cabeza con fuerza. Desde 2004, y hasta hoy, Fábula emerge como el crisol que, desde sus inicios y a velocidad creciente, fraguó una estructura creativa y empresarial que permitió que una multiplicidad de talentos audiovisuales comenzaran a brillar en festivales internacionales. Filmes como Joven y Alocada y No de 2012, El Club (2015), Una Mujer Fantástica (2017), Ema (2019) y Nadie sabe que estoy aquí (2020), pasando por La vida me mata (2007) y Gloria (2013), además de series como Prófugos, El Presidente y La Jauría, recibieron respaldo global bajo la mirada atenta de Larraín. Junto a él, su hermano Pablo se convirtió en un creador de cine de autor aplaudido internacionalmente.
Pero Juan de Dios Larraín no es un personaje simple.
En este día feriado de agosto, sentado en el living de su casa Ley Pereira, una acogedora construcción flanqueada de árboles enVitacura, el artífice del progreso nacional en una industria cara y compleja, se arrellana, en jeans , en un sofá. Generoso, Larraín ha sacrificado sus horas libres para conversar. Es un hombre serio, que va al grano y sonríe poco. A veces es frío; otras, apasionado.
- Usted es considerado el productor de cine más relevante que hay en Chile. ¿Fue un camino que se trazó?
-De todos los productores de cine y de televisión, un gran porcentaje llega por algún tipo de accidente. No existe la vocación de productor, es un oficio que se realiza en el tiempo. Y es bien particular por la cantidad de disciplinas que involucra. Yo llegué por accidente: Pablo (Larraín) me ofreció hacer Fuga, y luego nos fuimos quedando porque representaba un desafío empresarial y artístico en el cual la emoción y el emocionarse frente a las cosas que iban pasando, la gente que íbamos conociendo, los logros que íbamos teniendo, las metas que íbamos cruzando... Esa idea de estar en un oficio emocionante se transformó en algo difícil de dejar y nos comprometió mucho. Yo creo que uno se va quedando en las cosas que uno sabe hacer mejor. La producción es una disciplina muy creativa, es un arte.
-Usted partió al revés.
-Yo creo que a los matemáticos les gusta la matemática y son buenos matemáticos, lo mismo para los programadores. A los historiadores les gusta leer. Como que el oficio tiene que ver con las cosas que a uno le gustan y también con cómo haces lo que te gusta. Uno puede ayudar, conducir, pero es algo difícil de explicar.
-Una vez dijo que una película es un acto de fe.
-Es un acto de fe. Porque la idea central de esa película, su concepto, es una abstracción que el director tiene en su cabeza y que, probablemente, es distinta a la que el productor tiene en su cabeza, a la que el actor tiene en su cabeza y a la que el guionista tiene en su cabeza. Es el compromiso de hacer una historia que no todos tienen la certeza de cómo va a ser. Con el tiempo, esa abstracción va tomando forma. Cuando uno elige a los actores, la idea abstracta se materializa. Todo ese proceso es un acto de fe.
-¿No es así con todos los actos creativos?
-Sí, probablemente. El pintor, cuando va a dibujar, empieza con un acto de fe que se transforma. Y es que uno se involucra emocionalmente con los proyectos, con las películas. No son artefactos, como el banco que saca un nuevo seguro hipotecario. Es un ejercicio en el cine de autor por el cual el sueño de un director pasa a ser tu sueño. Y es un ejercicio muy bonito que el sueño de Lelio pase a ser tu sueño también.
-Sebastián Lelio me dijo que el secreto del éxito de Juan de Dios Larraín es que ha sido bueno para romper techos que los chilenos se autoimponen. ¿Es usted un hombre sin complejos a la hora de negociar?
-Sí. Nosotros nos hemos enfrentado a las creencias sobre la frontera de lo que es posible y de lo que no es posible. En el mundo de la producción y desde Chile, desde la idea de ser chileno, de haber nacido acá y de lo que nos dijeron que era posible, esa barrera la hemos ido moviendo en forma permanente. Yo creo que ha sido por un cierto grado de autoestima y por creer en los proyectos que estábamos haciendo, esos proyectos que merecían tener financiamiento, que podían viajar, que eran competitivos. Que podían llegar a un festival y tenerle cero envidia a la película del lado: ni en idea, ni en profundidad, ni en performance , ni en nada.
-¿Y ese éxito ha sido ambición o suerte?
-Hay de todo un poco. Hemos tenido mucha ambición, no desmedida, pero hemos tenido ambición. Pero también hemos tenido harta suerte, hemos tenido estrella, es importante la suerte. Suerte puede ser que tu película estrene en un festival: Gloria estrenó en Berlín y era la única película que hablaba español para ese público. Todos la querían. Si ese año hubiera ido Almodóvar con Todo Sobre Mi Madre, hubiéramos vendido la mitad, brillado la mitad. Aquí éramos los únicos. Todas las luces se fueron con nosotros. ¿Fue un plan? !No¡
-¿Ustedes no sabían con qué se encontrarían en Berlín?
-No teníamos idea. Sabíamos en algún momento que no había películas en español. Pero no sabíamos si quizás había otra película de una mujer, como Juliette Binoche, haciendo la idea de Gloria. Nos hubiera pegado un combo si hubiera sido buena. Nuestra película era muy buena, súper competitiva, pero las películas son buenas o malas respecto a las otras. Y cuando estás en el mercado, en un festival, todo es solamente comparación.
-¿Y la ambición suya de dónde sale? Usted producía fiestas ya en su adolescencia, podía ser rebelde. ¿Cuán importante ha sido la rebeldía en el éxito de Fábula?
-Somos los dos bien rebeldes. Me he peleado con agentes, mánagers, gringos, franceses, de todos los países. No tengo ningún problema. Está lleno de gente súper preparada, pero hemos sido súper patudos. Cuando creo en una idea, voy contra lo que sea.
-¿Y se ha peleado con algún famoso?
-No, pero he tenido que bajar el moño con famosos. Tuve que aprender a trabajar con Julianne Moore, que es una mujer increíble, pero súper estricta. Estricta en cómo hay que castear ciertos actores, en las horas que se trabaja, el nivel de tolerancia de errores es muy bajo.
-¿Y qué ha pasado con su ego? Cuando un creativo sube al escenario a recibir el primer Oscar de un largometraje nacional, algo pasa con el ego, ¿no?
-Todo ser humano tiene ego, unos tienen más y otros menos. Y unos pueden tener más en un momento determinado que otro. El ego sube y baja. Es importante tener ego. El problema es cuando ese ego te impide mirar a otros a quienes les está pasando algo, que necesitan de una respuesta, una palabra, un tiempo, cuando el ego te enceguece. Ahí es peligroso. Está bien un ego que no te impida ver y sentir la sensibilidad positiva o negativa de la gente que te rodea, especialmente de la gente que quieres.
-¿Y eso pasa mucho en el mundo del cine?
-Mucho. La noche que ganas el Oscar es tu noche y nadie te puede decir nada. Si viene tu pareja y te dice: baila conmigo porque necesito que me mires, esa noche tú puedes decirle: no, hoy bailo con 30, mañana sí. Pero hay muchos que mañana siguen eligiendo con quien bailar.
-¿Lo peligroso es creerse el cuento?
-Cuando te quedas pegado. A los cantantes les pasa que se quedan pegados, a los actores también, pero menos, porque el actor tiene que trabajar mucho. Para Leo DiCaprio hacer películas significa que tiene que estar mucho tiempo filmando con cámaras, todos los días tiene que estar de buen humor, es una pega difícil.
-¿Y los cineastas?
-Tienen mucho ego. Y en parte porque la gente los pone en ese lugar. El actor está en un lugar más sexual, genera mucha atracción con el sexo opuesto, o si es gay, con el mismo sexo. El director está en un espacio más intelectual, que también genera mucha atracción con el sexo opuesto.
***
Larraín vive solo. Está separado, pero sus niños viven a una cuadra y en este día frío corretean por la casa mientras él conversa. Ama sus árboles y su jardín y no los cambiaría por un departamento: le faltaría el contacto con la naturaleza, dice. Y es que pasa gran parte de sus días entre un aeropuerto y un avión, viaja al extranjero un promedio de 20 veces al año. Es cansador, pero necesita la adrenalina y el tráfago. Es un hombre visionario: se dio cuenta muy joven de que su naturaleza dispersa necesitaba enrielarse y decidió estudiar Derecho para ordenar su cabeza. Nunca ha ejercido como abogado, pero confiesa que el saber acumulado en la universidad le sirve mucho a la hora de negociar, le ha dado alas. Estudiar leyes le ha pagado bien.
Juan de Dios Larraín entendió pronto que el cine se hace aquí, pero se vende afuera. Y es que afuera están las oportunidades de negocios, de distribución y la masa de los espectadores. Muchos meses viaja por tres días a Los Angeles o dos a Nueva York y se sube al avión de regreso.
Él y sus cinco hermanos fueron criados por sus padres -dos personajes públicos, la exministra de Vivienda Magdalena Matte y el ministro de Justicia Hernán Larraín-, y en su infancia, si bien nunca faltó nada, no hubo lujos, sino austeridad. Fue una crianza que los marcó y les enseñó a compartir. "Éramos 6. Y era una pieza para hombres y otra para mujeres, yo dormí con (mis hermanos) Hernán y Pablo toda mi vida. Mi casa era un lugar de mucha conversación y de mucha discusión, donde había que sostener una posición y había que usar la cabeza. Y creo que más que ser un lugar liberal, uno tenía que tener la posibilidad y casi la obligación de pensar y tener una opinión propia, y eso te forma. En mi casa se generó ese espacio y todos lo tomamos".
-Era una casa con pocas reglas, pero eran reglas sagradas. ¿Lo recuerda?
-Sí, totalmente. Había pocas reglas como reglas grandes, reglas oficiales. Pero cuando son 6 hermanos y una televisión y hay seis gustos distintos, se arma una democracia-oligarquía-plutocracia-dictadura permanente. Sobre qué se va a ver, había una bebida, un cereal, había que compartir y cada metro cuadrado era sagrado. Los tiempos que se veía televisión, quién despertaba, los juguetes. Todo. Mi papá era académico, trabajaba en la Católica, era vicerrector; mi mamá era empleada en una empresa de papel. Vivíamos bien, pero sin lujos. !Nos compraban ropa en Patronato¡ En mi casa siempre fuimos austeros, hasta el día de hoy. Nadie anda en autos grandes y no se come langosta con caviar. Se come arroz con carne, y el vino es un vino de cinco lucas, no somos de gran vino, nadie está en esa. Nadie vive en grandes casas, ni con grandes lujos. Nadie se paga Business.
A sus 41 años, Juan de Dios admite que tantos años batallando por posicionar los proyectos en cine, televisión y publicidad de Fábula en Chile y el extranjero, ha sido una tarea sin tregua. Una que le ha permitido ocupar un lugar clave entre los artífices de la cultura nacional en el nuevo milenio.
No descarta estudiar políticas públicas, un tema que lo apasiona.
***
Ahora que ya pasaron 15 años desde la creación de su exitosa productora, Juan de Dios Larraín dice que a veces quisiera estar fuera de la línea de fuego. La suya ha sido una tarea imparable y, alguna vez en el futuro, le gustaría detenerse y respirar. Posicionarse atrás con una mirada panorámica sobre lo que otros hagan en Fábula, dejar el espacio para nuevas mentes y nuevas manos. Y es que ha sido duro.
-Estamos siempre ahí, siempre en la lucha. Nunca retiramos utilidades. La meta es darle viabilidad a la productora y levantarle valor propio. Que en algún momento de la vida la presencia de Pablo y la mía no sea totalmente necesaria. Llevamos 15 años en la línea de fuego.
-Ya debe haber descubierto qué hay detrás que lo apasiona tanto de este oficio...
-Es ir sorprendiendo con lo que podemos hacer, ir haciendo cosas que no sabemos hacer: todo lo hemos hecho sobre la base de algo que no sabíamos hacer. Es un permanente aprendizaje. Hoy la productora tiene cuatro áreas: cine, televisión, publicidad y un área de servicios de producción. Prestamos servicios a terceros que vienen a filmar a Chile y tenemos presencia en tres países: Chile, México y Estados Unidos.
(...)
Pero Juan de Dios Larraín no solo hace negocios y dirige equipos. Detrás de la idea de hacer Neruda (2016) estuvo él. Dice que no descarta alguna vez tomar la cámara para filmar, porque todas las aristas del cine le fascinan.
-Usted logró que la producción audiovisual pueda también ser mirada como un acto creativo. ¿Se siente un creativo?
-Totalmente. El oficio de productor es un oficio que tiene mucha complejidad porque mezcla muchas disciplinas. Desde la concepción de la idea hasta la escritura, luego entender quiénes son los actores, opinar de guiones. Y cuando se está rodando la película, de los cortes, del arte del afiche. Todo espacio donde el producto se involucre y haya un elemento artístico, requiere mi opinión. Uno no está callado mirando cómo el director está dirigiendo.
-Se involucra en todo.
-Sí, en todo. No yo, porque sea muy especial. Los productores se involucran en mayor o menor medida. Autores como Tarantino tienen productores que le influyen poco, me imagino, y hay otros que tienen productores que influyen más. Yo también trabajo con directores con los que tengo diferentes niveles de involucramiento, pero los proyectos tienen que ser compartidos, sino seríamos un estudio que contrataría a un autor determinado para que haga algo y lo entregue. No es nuestro caso.
Larraín se levanta y dirige su mirada hacia el jardín, ha empezado a lloviznar. Después dice, serio como siempre:
-Los proyectos cinematográficos no se hacen con un afán rentable, los televisivos tampoco. En general, nada de lo que se hace en una productora tiene un afán rentable. Lo hacemos de tal manera que la rentabilidad sea una consecuencia, no la causa. Hay todo un mundo que a veces se mezcla y es fácil marearse, pero hay que tener bastante claridad y nunca perder ese principio.
-¿La rentabilidad es secundaria?
-No es lo que mueve el proyecto. Nunca. Con Una Mujer Fantástica ganamos el Oscar, y no ganamos ni un peso. Nunca se hizo para ganar plata.
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