Nobel de Medicina recae en los padres de la tecnología que permitió la vacuna del covid-19
Los científicos recibieron el galardón por haber logrado que una sustancia conocida como ARN mensajero funcionara como base para inmunizar al planeta durante la pandemia.
Katalin Karikó (68), bioquímica de origen húngaro, emigró a Estados Unidos en 1985 con su marido y su hija de dos años, un viaje que emprendió con sus ahorros escondidos en el osito de peluche de la niña, según ella misma ha contado en varias entrevistas.
Casi 40 años después y tras una larga carrera como investigadora, Karikó fue reconocida ayer con el Premio Nobel de Medicina 2023, junto al inmunólogo estadounidense Drew Weissman (64).
El Nobel les ha sido concedido porque las investigaciones de ambos científicos permitieron crear la tecnología del ARN mensajero (ARNm) que fue crucial para desarrollar las primeras vacunas contra el covid-19.
Las vacunas de ARN mensajero son aquellas en las que se emplea ácido ribonucleico para lograr el desarrollo de una respuesta inmune.
Se diferencian de las vacunas tradicionales en que no se administran patógenos vivos atenuados ni fragmentos del mismo, por lo que no existe el peligro de provocar la enfermedad que se pretende prevenir.
Ayer, durante el anuncio, la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia) destacó: "Los hallazgos de ambos investigadores abrieron la vía a unas vacunas que han salvado millones de vidas y han prevenido enfermedades graves".
"Gracias a sus revolucionarios descubrimientos, que han cambiado radicalmente nuestra comprensión del modo en que el ARNm interactúa con el sistema inmunitario, los galardonados contribuyeron a un ritmo sin precedentes al desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas para la salud humana de los tiempos modernos", explicaron.
Karikó y Weismann son catedráticos de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos). Uno de los aspectos más claves de sus estudios es que juntos descubrieron cómo modificar las moléculas de ARN para usarlas como agente terapéutico sin que el sistema inmune humano las destruyera.
"Merecidísimo este premio", dice en Chile Nicolás Muena, virólogo e investigador del Centro Ciencia & Vida y de la Universidad San Sebastián.
"Este es un reconocimiento no solo a su inteligencia, sino a la perseverancia que tuvieron, porque ellos apostaron a una idea que en los años 90 nadie creía que iba a funcionar", agrega.
"En ese entonces, la gente prefería trabajar con el ADN, una molécula mucho más estable. De hecho, hay mucho ensayo clínico basado en moléculas de ADN. Pero ellos tenían otra idea e insistieron en su investigación, la cual duró más de 20 años hasta conseguir los resultados que conocemos hoy. Ahora todo el mundo está hablando de las vacunas basadas en ARN y de lo maravillosas que son".
Décadas de esfuerzo
A inicios de los 90, Karikó enfrentó rechazos de financiamiento para sus estudios sobre ARN e incluso tuvo que rebajar su categoría profesional para seguir trabajando en la universidad y no perder su visado en EE.UU.
En 1997 conoció al inmunólogo Drew Weissman, uno de los investigadores de la vacuna contra el VIH, y comenzaron a colaborar.
Trabajando en vacunas basadas en ARNm, Karikó y Weissman vieron que esta molécula provocaba fuertes reacciones inflamatorias porque el sistema inmunitario la detectaba como intrusa, pero lograron introducir pequeños cambios en la estructura del ARN para que esas reacciones no tuvieran lugar.
Ambos científicos continuaron estas investigaciones y años después sus resultados fueron fundamentales para que las empresas BioNTech y Moderna desarrollaran vacunas basadas en ARNm contra el covid-19.
Rodrigo Aguilar, bioquímico y académico del Instituto de Ciencias Biomédicas y del doctorado en Biomedicina de la Universidad Andrés Bello, comenta: "Pienso que ambos son absolutos merecedores del premio. Y también creo que Karikó y Weissman dan cuenta de que los esfuerzos científicos toman décadas y de que cuando son bien utilizados, presentan beneficios a la humanidad entera".
Si bien los descubrimientos de los nuevos ganadores del Nobel han tenido un impacto para el covid-19, la tecnología que crearon podría extenderse a distintas áreas de la medicina, como las enfermedades autoinmunes o la regeneración de tejidos.
El aporte de sus hallazgos "son un pilar fundamental para otras enfermedades infecciosas, como virus sincicial, y otras no infecciosas, como el cáncer", asegura Alexis Kalergis, director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII) y académico de la U. Católica.
Los investigadores recibirán un diploma, una medalla de oro y un cheque de casi un millón de dólares, de manos del rey de Suecia, Carlos XVI Gustavo, en una ceremonia solemne en Estocolmo el 10 de diciembre, aniversario de la muerte en 1896 de Alfred Nobel, quien creó los premios.