Lunes, 29 de Abril de 2024

Inês Paulino y su aguda obra fotográfica: Memorias de un país intangible

ChileEl Mercurio, Chile 15 de abril de 2024

Radicada en Santiago desde los años 70 , la fotorreportera brasileña retrató a cientos de políticos, intelectuales y artistas. De mirada atenta y sensible, consiguió además inmortalizar la atmósfera social de la época. Su trabajo se exhibe en el Palacio Pereira.

Dejaba de respirar. En cada foto que tomaba, Inês Paulino (1944) dejaba de respirar. Lo confiesa ahora y, quizás sin quererlo, se autorretrata con suma nitidez. Esa frase sobre un instante permite sentir la pasión con la que ejerció el fotoperiodismo durante dos décadas. Arribó aquí en los años 70 y decidió abandonar su país natal, encantada por la pequeñez de Santiago en relación con São Paulo y atraída por la escena intelectual y artística de entonces. También por el ambiente social y un acervo cultural que -enfatiza- no se veía entonces en Brasil. "Me llamaba mucho la atención eso. Aquí iba a comprar el diario, y el señor del quiosco era tan culto. Me pareció increíble y tan distinto a lo que conocía. Ahora no es así, hay tantas cosas que podría decir... Pero creo que ya no existe el chileno de cuando yo llegué", dice la fotógrafa, que aún conserva el acento portugués.
Su pulsión y mirada fotográfica, así como su rigor, sensibilidad y habilidades como retratista, nutrieron las páginas de las revistas Hoy, Clan y Apsi, donde fue directora de fotografía. A mediados de los años 90, Paulino había construido un archivo de más de 60 mil negativos, que rescatan rostros, historias, manifestaciones, precariedades y, sobre todo, la atmósfera social de entonces. Pero en 1995 dejó su cámara. No solo profesionalmente: "!Ni tomo fotos en los cumpleaños¡ Estuve toda mi vida con la máquina en el ojo. Hace unos dos años, hice sí un par de imágenes de una puesta de sol. Aquí, en Curacaví, son maravillosas. Pero desde que me jubilé, nada. Ahora, con la edad que tengo, mejor me guardo las imágenes en la cabeza".
-Quizás no quiso más fotos porque fue mucha la intensidad con la que vivió el oficio.
"Sí, tiene un poco de eso. Esto era sin parar. Me levantaba muy temprano y era tan cumplidora. En los tiempos de Pinochet tenía cuatro conferencias en una sola mañana, luego entrevista en la tarde, y después fútbol en la noche. Y corría feliz. Siempre feliz, porque estaba trabajando en algo que me gustaba. Pero, nada, cuando jubilé empecé a ver mis plantas y árboles. Otra vida".
Paulino reside hace más de diez años en Curacaví, junto a la casa de la mamá de su exmarido, el artista Óscar Gacitúa. "Mi suegra plantó en la parcela cien árboles. Desgraciadamente, murió en febrero. Tenía 96 años y yo la adoraba. La sigo adorando, porque fue mi madre acá. Ella me decía: 'Inesita, no me dejes morir nunca'. Aún eso me contrae el corazón", comenta la fotógrafa, instalada en su refugio. Se niega a volver a Santiago, con suerte viaja de visita. Prefiere dedicarse a sus plantas, a sus perros y a leer: "Ahora estoy fascinada con Murakami. Estoy leyendo 'Primera persona del singular', pero me parece tan distinto a los otros de Murakami, que eran de un sentimentalismo grande. Este es tremendo, pero fantástico igual".
Hace unos años, cinco mil de sus sesenta mil negativos ingresaron a la Biblioteca Nacional. El resto, lo resguarda Óscar Gacitúa. En sobres de papel libre de ácido, rotulados con letra manuscrita; en cajas de época y en otras que incluso están pintadas a mano como piezas de arte. Entrar al archivo fotográfico de Paulino resulta igual de decidor que su frase sobre el instante en el que disparaba su cámara. Allí se percibe la manera en que por más de cuatro décadas atesoró su obra y cómo planificó su proyecto artístico más trascendental y emotivo: "Autorretrato".
Comenzaba la década del 80 y en tres años ella había retratado a 170 personalidades del mundo cultural chileno. Solo a modo de vistazo: Nemesio Antúnez, Diamela Eltit, Lily Garafulic, Nicanor Parra, Nelly Richard. Una fotografía quedaba intacta; la otra, debía ser intervenida por el protagonista, quien podía cortar, pegar cosas, romper, pintar; lo que fuese. Ambas imágenes se presentaron en la Galería Sur (1984), configurando un tejido denso de vivencias, sentimientos y vínculos, que hoy se exponen en el Palacio Pereira, con la curaduría de Andrea Josch. La muestra "Inês Paulino: (auto) retrato de archivo" contiene además un conjunto de fotos de prensa y de las revistas donde publicó, y una selección del archivo de la autora.
-¿Cómo ha sido reencontrarse con su obra "Autorretrato"?
"Ufff, es como un choque. Conocí a Andrea Josch en 2019 cuando montó una exposición mía en La Serena. Es la mejor que he tenido en mi vida. Entonces, ella me dijo que le interesaba la fotógrafa, pero mucho más la persona, o algo así. Y ahora, para el Palacio Pereira, me dijo: 'Esto no va a ser con las fotos colgadas y eso nomás...'. Creo que es primera vez que se presenta una muestra con los negativos, los archivos... Cuando entré, me conmovió tanto; conmovió a mucha gente. Encuentro que ella saca de las personas cosas que uno no advierte, no piensa".
-Usted logra lo mismo con sus retratos...
"A mí me interesaba el ser humano. Entonces, cuando entraba a revelar al laboratorio, ahí sola con el entrevistado, siempre hacía los contactos, las pruebas, por los ojos. Lo que más me ha interesado es la mirada de la gente. Siempre partía así, y en ese momento de gran intimidad, pensaba: 'A partir de los ojos voy a conocer a la persona'".
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