Viernes, 03 de Mayo de 2024

Costosos cambios estructurales

ChileEl Mercurio, Chile 20 de abril de 2024

El prolongado deterioro de nuestra economía está generando cambios estructurales en el comportamiento de distintos mercados. Comprender la extensión del fenómeno es esencial para corregir los errores del pasado y avanzar hacia reformas que promuevan la productividad futura.

Durante los últimos años, la creciente volatilidad del tipo de cambio ha sorprendido a los agentes económicos. En principio, el fenómeno se entiende como el resultado de la acumulación de incertidumbre institucional. Entonces, responde a los cambios estructurales que ha sufrido la economía chilena.
La simple comparación de las variaciones diarias del tipo de cambio a lo largo del tiempo permite ilustrar el nuevo escenario. A modo de referencia, entre 2010 y 2018, solo en 171 comparaciones diarias la variación del valor del dólar estadounidense observado fue superior al 1%. Si el mismo cálculo se realiza desde el 2022 a la fecha, el resultado arroja 156 días con variaciones de igual magnitud (el 2024 ya acumula 18 casos). Es decir, en solo dos años y medio, casi se igualan los días de alta volatilidad del período de referencia. Ahora, al realizar el mismo ejercicio para variaciones diarias por sobre un 2%, se encuentran solo 11 días entre 2010 y 2018 con dicha marca, mientras que desde el 2022 hasta ahora la cifra alcanza a 26 días.
Ello no puede ser explicado por los diferenciales de tasas entre Chile y Estados Unidos, a propósito de los esfuerzos por corregir los desbalances de la pandemia. Dichas brechas se asocian a tendencias más que a volatilidad cambiaria.
La transformación del escenario cambiario también ha desacoplado, al menos en el corto plazo, la asociación histórica entre el precio del dólar y el valor del cobre. Además, parece haber limitado el atractivo exportador de un peso más depreciado. Por ejemplo, a pesar de que el valor del dólar promedio observado pasó desde los 800 pesos durante el primer semestre de 2023 a casi 900 en la última parte del año, las exportaciones cayeron un 0,3%. (Si bien el atractivo de los productos locales respecto de los extranjeros depende en último término del tipo de cambio real, uno nominal más alto debería generar incentivos en el margen).
Para el Banco Central, esta evolución no ha sido inocua. Por de pronto, ha obligado a sus equipos técnicos a revisar cómo la mayor volatilidad del dólar estadounidense afecta la forma en que las presiones de precios externas se traspasan al mercado local. De hecho, esto puede explicar la aparente disposición de su Consejo para revisar el número y profundidad de los futuros recortes de la Tasa de Política Monetaria.
Retroceso laboralOtra área que da cuenta de los cambios estructurales que afectan a nuestra economía es el mercado laboral. La acumulación de políticas que encarecen la contratación (recientemente, la jornada laboral de 40 horas y el aumento del salario mínimo) parece estar tras el fenómeno.
La más reciente manifestación se observa en lo que el Banco Central ha catalogado como "un débil reingreso a la fuerza laboral de trabajadores mayores de 55 años". En efecto, la participación para este grupo no se ha recuperado luego de la pandemia, ubicándose 11 puntos porcentuales bajo la observada en 2019. Considerando la prolongación de la vida laboral que se observa en todo el mundo, la situación preocupa.
Nuestra economía no puede quitar oportunidades a personas con experiencia y probado desempeño. El mayor costo de contratación de un trabajador formal no debería tener tal efecto. El reciente dictamen de la Dirección del Trabajo respecto de cómo debe ser implementada la jornada de 40 horas tampoco contribuye. Esta evolución del mercado laboral debe alertar respecto de la necesidad de modificar reformas implementadas durante la última década.
Frenos al progresoMás allá de los datos puntuales de un año, la posibilidad de crecer sostenidamente por sobre el 2% representa un desafío para nuestra productividad.
En el pasado, esto se logró gracias a la apertura de Chile al mundo. Frente a la competencia en los mercados globales en la década de 1980, las empresas locales tuvieron que aumentar sus niveles de eficiencia en forma veloz. En los 90, una institucionalidad que facilitaba tal transformación evolucionó para aprovechar aún más nuestras ventajas comparativas. Luego, la importación de reglas desde el extranjero a partir de los tratados de libre comercio fue clave para brindar certezas y mejorar nuestra reputación. El Estado, además, hizo un esfuerzo por controlar el gasto, dar espacio a la actividad privada e impulsar la productividad.
Sin embargo, tal enfoque cambió en algún momento, desencadenando un estancamiento en materia de productividad que tiene ya más de una década. Y aquí, la responsabilidad de la política ha sido indiscutible. Distintas reformas desconocieron la realidad y profundizaron el problema.
Los cambios en los mercados cambiario y laboral analizados (existen muchos otros ejemplos) informan de la transformación que ha experimentado nuestra economía. Las consecuencias son sustanciales. La extendida combinación de incertidumbre y regulación deficiente representa un escollo para todo intento por aumentar las proyecciones de crecimiento del PIB tendencial, que se estiman en torno al 2% anual para los próximos años. Incluso si se encontrase la idea, bien o servicio que pudiese potenciarlo, el conjunto de reglas institucionales existentes dificultarían se cabal aprovechamiento. Ha sido el caso del litio.
De este modo, no solo la innovación o el emprendimiento pueden ser los pilares para revertir la mediocridad económica, sino también la revisión profunda de algunas de las políticas estructurales del pasado cuyos efectos se comienzan a manifestar en distintos mercados.
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