Lunes, 06 de Mayo de 2024

OPINIÓN

PerúEl Comercio, Perú 26 de abril de 2024

Por Víctor GobitzPresidente de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía

Salvo por una producción minera muy similar en el 2023, en torno a los 2,8 millones de toneladas de cobre, el Perú y la República Democrática del Congo (RDC) guardan marcadas diferencias

Por Víctor GobitzPresidente de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía



Salvo por una producción minera muy similar en el 2023, en torno a los 2,8 millones de toneladas de cobre, el Perú y la República Democrática del Congo (RDC) guardan marcadas diferencias.





En términos históricos, en nuestro país tuvimos un virreinato que fundó la ciudad de Lima en 1535 y, asimismo, la primera universidad de América (San Marcos) en 1551; posteriormente se instauró la república desde 1821. En el caso de la RDC, esta fue una colonia de Bélgica durante el reinado de Leopoldo II, y recién alcanzó su independencia en 1960. Hasta hace pocas décadas, tuvieron guerras tribales sangrientas, y han restablecido la pena de muerte por delitos de traición a la patria.





En términos socioeconómicos, la población del Perú es casi un tercio en relación con la de la RDC, que tiene 99 millones de habitantes. Nuestro PBI, sin embargo, es cuatro veces mayor y, por lo tanto, nuestro PBI per cápita es 11 veces mayor.





En términos geográficos también hay diferencias significativas. El Perú cuenta con un territorio de casi la mitad de área que el Congo, pero con una extensión costera de 3.000 km, en contraste con el país africano, que solo tiene 37 km de costa. La amplitud de nuestro litoral y la existencia de puertos en varias regiones mineras nos proporcionan una ventaja competitiva significativa para el comercio exterior.





En términos de madurez empresarial, el Perú cuenta con un ecosistema de empresas mineras, proveedores de bienes y servicios, contratistas, consultoras, agencias gubernamentales, centros de formación académica y técnica, marco legal, inserción logística-financiera y costos de energía competitivos. Todo esto nos permite operar minas de cobre con leyes menores del 1% de contenido metálico. En el contexto congoleño, las carencias de infraestructura son marcadas; por ejemplo, los concentrados que producen suelen trasladarse por vía terrestre y requieren en promedio más de treinta días para llegar a un puerto de exportación foráneo, lo cual eleva considerablemente sus costos operativos. Eso explica por qué su producción de cobre se basa en yacimientos con contenidos metálicos mayores de 4%.





Por todo lo anterior, considero que más importante que compararnos con la RDC en términos de producción de cobre, deberíamos enfocarnos en debatir y consensuar respecto a qué hacer para que nuestro portafolio de cobre, que supera los US$40.000 millones de inversión, se materialice.





Nuestro objetivo de alcanzar el máximo potencial de producción de cobre se debería insertar en el desarrollo territorial de nuestro país y se convertiría en uno de los pilares de planificación de nuestro crecimiento social y económico.





Sin embargo, si seguimos sin dialogar y consensuar sobre nuestra agenda de largo plazo, y si la RDC lograra desarrollar un ecosistema minero equivalente al alcanzado por el Perú, todo nuestro crecimiento potencial apalancado en proyectos de cobre sería, en definitiva, otra oportunidad perdida.





El Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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