Jornada del hacer como que trabajo
Por experiencia propia y ajena , y porque me entiendo a mí mismo y mejor conozco a los demás, puedo afirmar que la jornada laboral nos importa un bledo
Por experiencia propia y ajena , y porque me entiendo a mí mismo y mejor conozco a los demás, puedo afirmar que la jornada laboral nos importa un bledo.
Desde ayer 26 de abril empezó a ejecutarse la Ley de las 40 horas laborales, que es gradual, como la mayoría de las chilenas. Es progresiva, paulatina y lenta, para que se lleve a cabo sin mayores trastornos ni convulsiones, y si por lo que sea sucede lo contrario, es decir, se ejecuta a medias y con complicaciones, tampoco pasa nada.
En el mundo real las leyes cambian a un país, pero lo ideal es que el país se mantenga igual, porque la más clásica de nuestras estaciones es la de estar donde siempre. El paradero nos da seguridad, horario y estabilidad.
Aunque la Ley de 40 horas laborales del 2024 en realidad es de 44, no de 40. Recién el 2028 se llegará a las 40. Es que entre las leyes y lo realmente, pasan miles de horas bajo el puente.
¿Qué ocurrirá? Por esas fechas las jornadas de los países europeos andarán por las 30 horas y menos, y en algo hay que parecerse al desarrollo, por lo tanto reformularán, interpretarán o ampliarán la chilena, de manera gradual.
Si son 48, 44, 40 o 35 las horas laborales a la semana, en cualquiera de esos casos, nos sigue importando un bledo y no olvide el comino.
Al interior de la jornada laboral, donde da lo mismo su duración, existe un segmento fundamental, es fruto del país y el más extenso, costumbre transversal y son décadas de formación que cruzan las generaciones: hacer como que se trabaja.
Simular, fingir y girar en sí mismo o en redondo, donde no se hace nada, pero parece que algo se estuviera haciendo.
Enfrentar un punto ocioso, sea en el computador o la pared, quizás en un arbolito al frente o será la esquina de un mueble roto, sirve el detalle material o humano -zapato roído de compañero o pierna suave de la jefa-; y a partir de ese punto, se ingresa a una dimensión gigantesca y desconocida.
Ocurría en las empresas del Cordón Cerrillos, sucede en la gran minería y en las multinacionales con sucursal en Chile, desde luego en el área pública y sin duda que en el área privada.
Ocurre entre los que ganan poco, más o menos y harto. Educación de todo tipo, va desde la media incompleta a los con doctorado completo. No hay distinción de clase.
El término estrecho de "sacar la vuelta" es incapaz de aprehender un universo de compleja imaginación, portentoso en inventiva y fértil en desconcentración.
Es probable que los grandes emprendimientos, su idea y desarrollo, hayan surgido en esta franja, cuando el que hoy día es empresario era empleado de la empresa y eran largos los momentos en que hacía como que hacía, pero una cosa sí hacía: pensaba.
De seguro que las mejores novelas nacieron del aburrimiento del que ya está cansado de simular tanto trabajo.
Me muevo feliz y en vano, tecleo en el vacío, digito la nada, cuento lo que no cuento, miro sin ver y me canso, claro que me canso.
Se trata de estar sin estar, pero en alguna parte estoy: en el edén distante, por la avenida Jauja s/n, edificio con ascensor y sin departamento, bonito balcón, mejor la vista, escalera al cielo.
Es la gran jornada nacional: hacer como que trabajo.