Encrucijada panameña

Con un mensaje de recuperar el crecimiento y frenar el paso de migrantes por la selva del Darién, el excanciller y exministro de Seguridad José Raúl Mulino ganó las elecciones en Panamá, a pesar de que recién el viernes su postulación había sido autorizada por la Corte Suprema. Mulino iba en la fórmula del expresidente Ricardo Martinelli, inhabilitado tras recibir una condena a 10 años de cárcel por blanqueo de capitales, luego de lo cual buscó asilo en la embajada de Nicaragua. Una situación anómala que sus votantes pasaron por alto, pero que obligará al Presidente electo a adoptar decisiones complejas con respecto a la suerte de su mentor.
A pesar de su escaso carisma y de ser relativamente poco conocido, Mulino se benefició de la popularidad que aún mantiene Martinelli entre los panameños, los que recuerdan que durante su gobierno el país gozó de una inédita bonanza económica. Pero la promesa de volver a esa senda será difícil de cumplir, dado que Panamá hoy no tiene el empuje de hace una década. Después de la pandemia cayó en recesión, y aunque el año pasado el PIB creció 7,5 por ciento, la estimación para 2024 es de apenas 2,5 por ciento.
Las expectativas de un repunte tendrán que estar alineadas con la solución a los problemas que sufre el motor de la economía, el canal de Panamá, afectado por la sequía que restringió el flujo de los grandes barcos. A eso se suman los efectos negativos de la decisión de la Corte Suprema que prohibió la explotación de una gran mina de cobre a cielo abierto, que representaba cerca del cinco por ciento del PIB. No se espera que Mulino renegocie ese contrato, por lo que probablemente el país enfrentará reclamos en tribunales internacionales y eventuales indemnizaciones.
Y si en lo económico Mulino encara esos grandes problemas (que se completan con una alta tasa de informalidad, escasez de mano de obra calificada y el agotamiento de las reservas para las pensiones), el panorama político puede ser tanto o más desafiante, considerando que ganó con solo el 34 por ciento de los votos (no hay segunda vuelta en Panamá) y que su partido apenas obtuvo 13 de 71 escaños en la Asamblea Nacional, donde ningún grupo tendrá mayoría absoluta.
Si bien en Panamá la izquierda más dura ha sido irrelevante como fuerza electoral, las protestas que remecieron el país en 2023 planteaban reivindicaciones como mayor igualdad, protección del medio ambiente y en contra de la gran minería y de las inversiones extranjeras. El malestar fue en parte canalizado por Ricardo Lombana, aspirante de centroderecha que levantó las banderas de la anticorrupción y logró el segundo lugar, pero también por jóvenes candidatos independientes a la Asamblea Nacional, en una lista apoyada por el cantante Rubén Blades, que consiguió una veintena de escaños (primera minoría), en un voto de castigo a los partidos tradicionales. Ya anunciaron que serán una oposición "exigente y vigilante".
El llamado a un diálogo nacional para crear un gobierno de unidad hecho por Mulino tras su triunfo del domingo da cuenta de que el Presidente electo está consciente de que no puede gobernar solo y necesita negociar para evitar un bloqueo y una parálisis legislativa. Para esto, será determinante la solución que le dé al caso Martinelli, porque la oposición estará alerta a los intentos de impunidad para el expresidente.