De la cuna a la tumba

Miguel Gómez Martínez
El ‘Estado bienestar’ es el concepto popularizado después de la Segunda guerra mundial para describir el desarrollo de políticas estatales que garantizaran la protección del individuo en aspectos como salud, educación, vivienda, pensión o recreación. La idea central era que el Estado ofreciera, de manera gratuita y universal, coberturas que protegieran al ciudadano durante toda su vida, de la cuna a la tumba. El famoso informe Beveridge, publicado en Inglaterra en 1942, formula la ambiciosa política social que se desarrollará después del conflicto en la mayoría de los países europeos. Cuando logra escucharse el trasfondo del actual discurso oficial, es imposible no ver la enorme influencia que esta visión tiene sobre las políticas que hoy se intentan implementar. De ahí la obsesión por nacionalizar la salud y las pensiones. Volver a un Seguro Social, que es el equivalente del National Health Service británico, es lo que el ministro de Salud tiene en mente. Las pensiones deberían ser como en Alemania centralizadas en la Caja de Pensiones (Deutsche Retenversicherung). También explica la incomodidad que siente el Gobierno con el sector de construcción pues el sueño sería el de regresar a esquemas fracasados como el Instituto de Crédito Territorial y la vivienda subsidiada por el Banco Central Hipotecario. El problema con esta visión es que requiere unas condiciones que hoy no existen en el mundo. La más importante de ellas es un sólido y constante crecimiento económico que genere pleno empleo y permita tasas cada vez más altas de impuestos. Esto fue posible en el período 1945-1973 cuando se experimentó una fase expansión considerada ‘la edad de oro del capitalismo’. Pero la crisis energética de 1973 fue el primer campanazo de que el Estado bienestar no era financieramente sostenible. Se inició la larga decadencia europea a medida que el bajo crecimiento, la caída de la natalidad, la elevada tributación, el desempleo y el envejecimiento de la población reducían la productividad de esas economías y hacían imposible mantener los generosos sistemas sociales. Convenientemente, los ideólogos del Gobierno ignoran las enseñanzas de la historia. Sólo hablan de la parte rosa en la que todo era provisto por el Estado. No mencionan que esas economías ‘admirables’ están hoy naufragando en un nivel insostenible de deuda pública ni abordan la profunda crisis social que ha llevado al renacer de los movimientos de extrema derecha. También evaden el monumental fracaso de los colosales entes públicos que centralizan esos servicios sociales como sucede con la salud pública en Europa. Ni una palabra sobre la insatisfacción de los europeos por la corrupción y el despilfarro que abunda en esas burocracias politizadas y corruptas. La idea de que el Estado es la mejor opción para garantizar el bienestar tuvo su momento de verdad. Pero hace décadas que está claro que ese camino no es sostenible ni financieramente viable.
Consultor empresarial migomahu@gmail.com