Domingo, 08 de Septiembre de 2024

En busca de la medalla olímpica perdida

ChileEl Mercurio, Chile 27 de julio de 2024

En 1928, Manuel Plaza ganó la primera medalla olímpica para Chile en Ámsterdam, tras llegar segundo en la maratón. Sin embargo, 96 años después, nadie sabe dónde está el trofeo, pese a que es uno de los más importantes de la historia deportiva nacional. Aquí, hablan sus descendientes, su biógrafo, periodistas especializados, el Comité Olímpico y hasta un coleccionista de medallas. Este reportaje es resultado de una alianza con Vergara240, la plataforma periodística de Periodismo UDP.

María Tolosa Plaza le dice "papá Manuel", porque fue él quien la crio de niña, pero en realidad Manuel Plaza era su abuelo. Recuerda que en el salón donde él guardaba cuidadosamente todos sus reconocimientos resaltaba una elegante caja de terciopelo azul que, en su interior, contenía una medalla de plata. A sus ojos, era una moneda enorme y reluciente. María, que entonces tenía 12 o 13 años, se quedaba largo rato viendo aquel objeto, mientras "papá Manuel" le relataba que la había ganado en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam de 1928, cuando llegó segundo en la maratón, logrando la primera medalla olímpica de Chile.
Plaza contaba la historia con orgullo y nostalgia, dice María, pero ella era una niña y no sabía que estaba frente a uno de los trofeos más importantes de la historia deportiva nacional.
Tampoco imaginó que jamás lo volvería a ver.
Manuel Plaza era el mayor de seis hermanos. Nació el 17 de marzo de 1900 en la comuna de Lampa, en medio de una familia humilde. Su padre, Camilo Plaza, era vigilante, y su madre, María Reyes, murió producto de la diabetes antes de cumplir 40 años, cuando Manuel aún era un niño.
La pérdida obligó a los hermanos a salir a vender diarios a la calle. En la época, a los niños que realizaban el oficio se los conocía como "canillitas", porque recorrían Santiago con los pantalones arremangados, mostrando las canillas. A Manuel no le disgustaba el trabajo, porque para él significaba correr a las distintas imprentas para ser el primero, cubrir a pie largas distancias por la ciudad y llegar a San Bernardo, la comuna que tenía asignada para distribuir los diarios. Para entonces, su familia ya se había trasladado a vivir al barrio Matta y, entre ir y venir, conoció la elipse del Parque Cousiño, hoy Parque O'Higgins, donde a los 16 años comenzó a entrenar.
Allí lo vio Alfonso Sánchez Rodríguez, quien había competido en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912. Él lo motivó a participar en su primera carrera.
En varias entrevistas, Plaza dijo que vender diarios lo formó como atleta. De hecho, siguió siendo suplementero a la par de su carrera deportiva, como muchos corredores de la época que se dedicaban a lo mismo. No eran profesionales, corrían porque les gustaba y prácticamente no recibían apoyo para entrenar. Recién se había formado la Asociación de Deportes Atléticos de Chile (precursora de la actual Federación Atlética) y todavía quedaban varios años para que surgieran el Comité Olímpico y el Ministerio del Deporte.
"Los atletas de fondo que han triunfado han sido casi todos suplementeros u obreros, mal alimentados, sin conocimientos científicos del deporte", escribió Antonio Acevedo Hernández en su libro "Plaza y la Marathon", de 1928.
A los 17 años, Manuel Plaza ya estaba casado con Rosa Ortiz y tenía una hija. Pertenecía al Club Atlético Centenario, del barrio Matta. Luego pasó al Club de Atletas Dorando Pietri y antes de entrar a Green Cross, en 1922, su nombre comenzaba a destacar por ser imbatible no solo en torneos nacionales, sino que de Sudamérica. "Siempre me entusiasmaron las distancias largas, y jamás me interesó otra actividad dentro del atletismo ni tampoco me entusiasmó la práctica de otros deportes", dijo en una entrevista a La Nación en 1948.
Gracias a sus triunfos, fue seleccionado para los Juegos Olímpicos de París en 1924, donde logró el sexto lugar en la maratón. La meritoria actuación pasó casi inadvertida en Chile, opacada por la tensa situación política que vivía el país y el golpe de Estado que derrocó al presidente Arturo Alessandri.
Cuatro años después, Plaza viajó a los Olímpicos de Ámsterdam. Como no había dinero para llevar una delegación, el gobierno inició una colecta pública para conseguir los recursos.
Estando allá, Plaza le envió una carta a su hermano Luis: "En estos momentos en que te escribo estoy en vísperas de mi gran carrera y solo espero correr para ver si puedo darle a Chile algún puesto de honor".
El 5 de agosto de 1928 largó la maratón. Según registra el diario La Nación, único medio chileno que contaba con un corresponsal para cubrir el evento, las noticias sobre Plaza en los primeros kilómetros no eran alentadoras: iba en la posición 51 entre 69 maratonistas y sentía un fuerte dolor en una de sus rodillas, que casi lo hace renunciar a la competencia.
Solo en la última etapa empezó a ganar terreno hasta posicionarse en el segundo lugar, a 26 segundos del argelino Boughéra El Ouafi, que representaba a Francia.
En las imágenes se ve a El Ouafi hecho una sopa de sudor, llegando apenas a la meta, casi muerto, mientras que Plaza, con un pañuelo blanco en la cabeza, entraba al estadio a paso firme, sonriendo y alzando los brazos en señal de victoria.
Años después surgió el mito de que no ganó porque se perdió durante el recorrido, ya que no entendía el nombre de las calles. La historia es falsa, tal como lo constató el periodista Cristián Muñoz Funck en su libro "Chilenos Olímpicos". "No se perdió. Esa versión la inventó él. Revisé las memorias de los Juegos Olímpicos, que son muy exhaustivas. La de Ámsterdam describe toda la carrera, kilómetro por kilómetro, y en ninguna parte dice que Plaza se perdió. Tampoco dicen nada los periodistas y miembros de la delegación chilena que lo siguieron durante el trayecto. Y Plaza, cuando llegó a Chile, jamás lo mencionó".
Entonces, ¿de dónde salió el mito? Muñoz escribe en su libro que "fue en 1943, en una entrevista a la revista chilena Barra Brava, donde Manuel Plaza echa a correr ese rumor, señalando que incluso se perdió dos veces".
En entrevistas posteriores, el atleta omite ese antecedente, pero agrega otros, como la ausencia de un entrenador, la mala alimentación, la falta de sueño por los ruidos que había donde se alojó o un pisotón que le dio el corredor de Estados Unidos cuando partió la carrera.
Lo que sí mantiene en cada entrevista es que el oro debió haber sido suyo.
Su regreso desde Ámsterdam fue espectacular. El 18 de septiembre de 1928 arribó a la Estación Alameda. La Nación del día siguiente tituló: "Santiago rindió ayer un homenaje que sólo tributa a los héroes".
Lo esperaban 30 mil personas y su llegada fue anunciada con el cañonazo del cerro Santa Lucía. "La gente se abalanzó hacia el auto que lo esperaba, y la fuerza pública fue impotente para contener los impulsos de la multitud, que rompió todos los cordeles (...). La Estación Central y calles adyacentes parecían un verdadero mar humano, y cada cual se esforzaba por contemplar al vencedor de Ámsterdam", detalla la nota.
Plaza fue llevado a un encuentro con el presidente Carlos Ibáñez del Campo, quien lo saludó con un efusivo abrazo. La Nación reprodujo el improbable diálogo que tuvieron ambos: "'Lo felicito. Chile entero aplaude la gran hazaña de uno de sus más genuinos representantes de la raza'. Plaza, emocionado, le contestó: 'He cumplido, Excelencia, con lo que ofrecí y estoy muy agradecido de las bondades del Presidente de la República y de su dignos colaboradores'. El Excmo. señor Ibáñez le respondió cariñosamente: 'Querido campeón. Ud. no tiene nada que agradecer. El Gobierno comprende la importancia que tiene la educación física y uno de los puntos fundamentales de su programa consiste en defender la raza. Admiro su proeza y ella constituye una lección para las nuevas generaciones'".
Luego, ambos se asomaron al balcón oficial, donde la multitud le gritaba al atleta: "!Viva el héroe de la raza¡".
En honor a su triunfo, el Estado le regaló una casa en la calle San Ignacio, en pleno centro de Santiago, frente a donde estaba entonces la Escuela Militar.
Plaza se trasladó a vivir allí con su mujer Rosa Ortiz y su hija María Gisela Plaza, quien, por su parte, tuvo tres hijas, dos de las cuales viven en la actualidad. Una de ellas, María Tolosa Plaza, la más joven de las hermanas, hoy tiene 77 años.
Mientras mira una resquebrajada foto de su abuelo, la única que conserva, recuerda con nostalgia su infancia. Cuenta que vivió la mayor parte de esos años en la casona de calle San Ignacio junto a sus hermanas, al cuidado de Manuel Plaza y Rosa Ortiz. Sus padres se habían separado y dejaron la tuición de las tres niñas a los abuelos, quienes las criaron hasta que María Tolosa cumplió 13 años.
Describe esa casa como "un museo del atletismo", ya que en todas partes se encontraban cuadros de Plaza, portadas de revistas, trofeos y banderas olímpicas. Pero lo que más recuerda María es un salón especial en el cual su abuelo guardaba con celo todos sus reconocimientos, "incluso tenía un encargado que iba una vez por semana a mantener el aseo de sus trofeos y medallas", dice.
Allí, en ese salón, estaba la preciada medalla de plata. María relata que esta se encontraba en medio de la sala, sobre una mesa redonda y dentro de una caja forrada de terciopelo azul. Al lado descansaba la corona de olivo que le entregaron a Plaza ese mismo día.
María cuenta que junto a sus hermanas se sentaban por horas a escuchar las historias de su abuelo, de sus vivencias como atleta, en esa habitación llena de repisas donde se apilaban premios sobre premios.
Menciona también que Manuel Plaza tenía una vida social muy activa y que se codeaba con muchos otros deportistas reconocidos de la época, como Marlene Ahrens y Juanita Lizana. "Incluso en la casa recibió varias veces a los presidentes Carlos Ibáñez del Campo y Jorge Alessandri", añade.
"Recuerdo que cuando nos sacaba a pasear o salíamos a hacer cosas cotidianas, como ir al dentista, él caminaba por la calle y todo el mundo lo saludaba. Nos tardábamos mucho en llegar a los lugares".
Luego de Ámsterdam, Plaza nunca volvió a competir en los Juegos Olímpicos, pero siguió dando victorias internacionales, hasta el Sudamericano de 1933. En 1948, ya alejado de las pistas, se unió al Club de Viejos Atletas Juan Ramsay, al cual perteneció hasta sus últimos días.
Cuando aparecen los quioscos, en la década de los '50, él tuvo el suyo en la esquina de Bascuñán Guerrero con Blanco Encalada, en Santiago. En 1968, un año antes de morir, se casó con María Clarisa López Riquelme, con quien ya llevaba varios años de relación.
Manuel Plaza falleció el 9 de febrero de 1969 en el hospital San Borja, donde había ingresado de urgencia por una bronconeumonía complicada por una diabetes, por la cual le habían amputado un dedo del pie. Había perdido casi 50 kilos. Fue sepultado con honores en el mausoleo del Club Juan Ramsay, en un funeral multitudinario, y su familia recibió las condolencias del presidente Eduardo Frei Montalva.
María Clarisa López heredó todas sus pertenencias. Si bien donó unos pocos premios y trofeos al Club Juan Ramsay, se perdió el rastro de muchos otros; entre ellos, la medalla olímpica.
María Tolosa no sabe dónde está. Tras la muerte de su abuela Rosa, Manuel Plaza formalizó su relación con Clarisa, y dice que desde entonces perdió contacto con él y que jamás volvió a ver la medalla.
"Yo siempre me he preguntado dónde está esa medalla. He intentado buscarla y lamento no haber hecho nada antes, hace muchos años. Yo era muy chica, tenía 12 o 13 años, entonces no tenía noción de lo que significan esos logros de mi 'papá Manuel'".
"Recuerdo que en nuestra casa de San Ignacio había un cuadro enorme donde salía él con su traje de atletismo. Cuando me fui, nunca más lo volví a ver, pero cuando en 2018 fui invitada al Juan Ramsay me llevé una sorpresa: ese cuadro que siempre estuvo en la pared de mi casa, ahora estaba allí. Fue una emoción gigante verlo y saber que no todo lo de mi 'papá Manuel' estaba perdido, porque eso pensé cuando hace un tiempo pasé por fuera de la casa de San Ignacio y estaba demolida".
Mientras estuvo casado con Rosa Ortiz, Manuel Plaza tuvo un hijo fuera del matrimonio, llamado Manuel Segundo Plaza Zelada. Marcelo Plaza Álvarez, nieto de este último y bisnieto del atleta, asegura desconocer el paradero de la medalla: "Nadie supo nunca dónde quedó ni quién la tiene. Ni mi abuelo sabía. Hemos hablado con otros familiares que eran más cercanos, y tampoco tienen conocimiento. Yo creo que no le dieron la importancia en su momento, quizá está en alguna tienda de antigüedad".
Camilo Plaza también dice ser bisnieto. Ha sido invitado por el Comité Olímpico de Chile (COCh) a eventos realizados en honor a Manuel Plaza y ha recibido reconocimientos en su nombre. Señala que tampoco sabe dónde está la medalla, pero tiene una teoría: "En una ocasión entraron a robar a la casa, ahí pudieron llevarse esta medalla, ya que era una de las más preciadas".
Para Jorge "Mortero" Aravena, exseleccionado de fútbol y sobrino nieto de Plaza, también es un misterio. "Ni siquiera imagino dónde habrá terminado", dice.
María Clarisa López, su última esposa, murió en 1983 y fue enterrada junto a sus suegros. No hay registros de que haya tenido un hijo con Plaza. María Tolosa señala que la mujer era muy cercana a un sobrino, del que no sabe su nombre ni tiene pistas para ubicarlo.
Sebastián Núñez se encarga del archivo histórico del Club de Antiguos Atletas Juan Ramsay. También es director ejecutivo del Centro de Estudios del Deporte (Cedep), donde lleva años investigando de cerca la historia de Manuel Plaza, tanto su vida deportiva como social, con la finalidad de publicar su biografía. Sin embargo, confiesa que en todos estos años no se ha topado con la medalla de Ámsterdam. Dice que el Club Juan Ramsay no la tiene y que ningún miembro sabe lo que pasó con ella. "Incluso, es una pregunta constante que se hacen, es un misterio para ellos".
Núñez tiene su propia teoría: "Creo que puede haber caído en manos de un coleccionista privado, quizá esté hasta en otro país. He escuchado en algunas partes que el mismo Manuel Plaza pudo haberla vendido para obtener dinero".
El periodista Cristián Muñoz Funk, quien también ha investigado la vida del atleta, concuerda: "Yo creo que la vendió, porque él no terminó en buena situación económica. Mi bisabuelo también fue maratonista, anterior a Plaza. Trabajaba en una fundición y tenía muchos hijos. Practicar deporte le gustaba, pero también era una forma de obtener recursos. Acá en Copiapó hay un maratonista que es maestro de construcción y trabaja en la feria, donde vende los premios que se gana para poder seguir compitiendo. No me extrañaría que con Plaza hubiera pasado algo así".
El COCh mantiene un museo en el cual resguarda algunos objetos fundamentales de la historia deportiva del país, como una de las raquetas que usó Marcelo Ríos cuando llegó el número 1 del ranking ATP, las zapatillas con las que Nicolás Massú alcanzó las medallas de Atenas, los guantes con los que se consagró Martín Vargas, el traje de piloto de Eliseo Salazar y la jabalina de Marlene Ahrens, con la que consiguió la medalla de plata en Melbourne 1956, entre otros. Pero no tienen pistas de la medalla de Plaza.
"No sé donde está, nunca he sabido", señala escuetamente Miguel Ángel Mujica, presidente del COCh. La misma respuesta tuvieron su predecesor en el cargo, Neven Ilic, y la histórica periodista del organismo, Mireya Hinojosa. Incluso, Leonardo Lucero, quien tiene a su cargo la custodia y gestión del museo y la biblioteca del COCh, confiesa no tener información.
"Nadie se preocupó antes de lucirla en alguna vitrina del Comité Olímpico, que es donde debería estar, o en algún museo", opina Julio Salviat, premio nacional de Periodismo Deportivo. "¿Cómo puede estar desaparecido un símbolo tan significativo de los logros deportivos de Chile? Esto plantea interrogantes sobre la gestión y la conservación del patrimonio deportivo nacional".
Guillermo Gutiérrez tiene más de 2 mil medallas en su colección, la mayoría chilenas. Durante los 20 años en que lleva dedicado a esta afición, dice que se ha topado con diferentes preseas relacionadas con el atletismo nacional, entre ellas, algunas de Manuel Plaza. "Tengo dos medallas de él, una de aluminio con su efigie y otra de la participación en Ámsterdam, pero esta se les entregaba a todos los deportistas y delegaciones", cuenta.
Sin embargo, nunca ha tenido noticias sobre la medalla de plata. "Es difícil saber dónde está. Una medalla de este tipo, y por la significación que tiene, puede alcanzar valores bastante altos. Pero esto queda siempre condicionado a lo que un comprador quiera darle, tal como se puede ver en las subastas internacionales. La medalla pudo haber pasado a una colección privada o, en el peor de los casos, vendida por el metal, ya que fue acuñada en plata".
Gutiérrez dice que, de acuerdo a sus investigaciones, la medalla olímpica tenía un diámetro de 55 mm, "por lo que debe pesar cerca de 70 gramos".
Humberto Ahumada fue uno de los últimos periodistas que entrevistó a Manuel Plaza. Se reunió con él en la década del 60, cuando trabajaba para la revista Ercilla. Aunque esa vez no hablaron de la medalla, señala que "no me extraña que no se sepa dónde está. No tengo ninguna teoría al respecto, salvo decir que lo sucedido está a tono con nuestra chilenidad. Si apareciera, debería exhibirse en el futuro Museo del Deporte Nacional que alguna vez existirá".
María Tolosa baja la mirada. Sabe que, con los años, el reconocimiento que tuvo su abuelo por sus logros deportivos se ha ido desvaneciendo. "Las nuevas generaciones no saben quién es Manuel Plaza ni quién fue el deportista que le otorgó a Chile su primera medalla olímpica".
El periodista Humberto Ahumada sostiene: "En un país caracterizado por su mala memoria en todos los niveles, no es extraño que una figura del nivel de Plaza no sea recordado como se merece. Pese a mi amistad con mi colega Julio Martínez, creo que el Estadio Nacional debería llevar el nombre de Plaza. Incluso, ahora que se habla del Parque Estadio Nacional, podría agregarse el nombre de nuestro gran atleta".
Julio Salviat concuerda: "Han cambiado los tiempos. Por esa época se le consideró 'un digno representante de la aguerrida raza chilena'. Por décadas fue un ejemplo de superación para la juventud. Después, su recuerdo fue disminuyendo, casi hasta desaparecer. Cuando hacía clases, hasta no hace mucho, les preguntaba a mis alumnos por él, y no lo conocían".
En sus últimos años, el atleta no tuvo una buena situación económica. Tras su triunfo en Ámsterdam, el Estado le había otorgado una pensión vitalicia, beneficio que fue aumentado en 1961, bajo el gobierno de Jorge Alessandri, debido a problemas financieros ocasionados especialmente por la diabetes avanzada que padecía. Antes, en 1934, estando cesante, un senador impulsó un proyecto de ley para que le condonaran la deuda hipotecaria que mantenía, según recuerda un artículo de La Tercera. Pero nada parecía suficiente para mejorar sus condiciones. En 1967, en sesión especial, otro senador dijo: "Solo recordaré a Manuel Plaza, el más grande atleta que haya producido Chile y el primero que hizo flamear en el mástil de las olimpíadas una bandera latinoamericana, como sucedió en Ámsterdam, en 1928. En este momento, Manuel Plaza arrastra su precaria situación económica por las oficinas oficiales para que alguien se acuerde de las glorias que dio a nuestra patria".
María Tolosa lamenta cómo vivió su abuelo su último tiempo, así como la pérdida de la medalla. "Me gustaría saber dónde está, encontrarla y donarla. Me gustaría que pudiese ser exhibida para todo el público y que con eso puedan saber quién fue mi abuelo, Manuel Plaza, uno de los mejores atletas que ha tenido Chile".
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