Bastian Loewe y la Sinfónica: Maneras de ser clásico
El atractivo y acogedor Teatro Municipal de Viña del Mar, inaugurado en 1930, ha tenido, en las últimas décadas, una suerte muy dispar, incluidos varios y largos cierres
El atractivo y acogedor Teatro Municipal de Viña del Mar, inaugurado en 1930, ha tenido, en las últimas décadas, una suerte muy dispar, incluidos varios y largos cierres. En noviembre del año pasado reabrió sus puertas, pulcramente remodelado. Y el sábado la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile tocó por primera vez desde esa reforma, y no la primera en su historia, como aseguró con entusiasmo la alcaldesa Macarena Ripamonti, que de todas formas hizo prometedores anuncios: esta arquitectura clásica renovada tendrá, dijo, una oferta programática inspiradora y con impronta regional, y alianzas estratégicas, nacionales e internacionales, entre las que está la que acaban de suscribir la municipalidad y el Centro de Extensión Artística de la Universidad de Chile, cuya directora es Dominique Thomann. El primer fruto de ese acuerdo -que incluye, anunció Thomann, desde danza a conciertos (¿ópera?)- fue esta presentación con el violinista chileno Bastian Loewe (1991), radicado en Suiza, para hacer el Concierto para violín y orquesta en Mi menor, Op. 64 (1845), de Mendelssohn.
Lo primero que llama la atención de Loewe es su sonido: contundente y dulce, muy bueno en los agudos y notable en la cuerda más grave de su violín, cálida y superexpresiva. Después, el profundo conocimiento de este concierto, que es, con toda justicia, uno de los más famosos de la historia de la música. Esa solvencia evidente hizo que el director Juan Pablo Aguayo estuviera muy pendiente de mirar al solista, y seguir sus fraseos y tempos expertos, perdiendo contacto visual con la orquesta.
El público, algo ruidoso, estuvo sin embargo callado, concentradísimo, durante la cadenza , que Mendelssohn pone en la mitad y no hacia el final del primer movimiento: eso le permite al solista, después de enormes desafíos virtuosísticos -que Loewe llenó de sentido musical-, quedarse en una secuencia de arpegios exquisitos que se vuelven el mejor acompañamiento a todo el conjunto, que con la flauta (Vicente Morales), recuerda el tema principal. Loewe puso tanta vehemencia en este pasaje solo, mostró que entiende tan bien la música y la disfruta, que uno esperaba una respuesta menos académica y más proporcionalmente apasionada por parte de la Sinfónica.
Como encore , el violinista ofreció la Sonata Nº 6 (1923) de Eugène Ysaÿe (1858-1931), refrescante en su inventiva, vertiginosa en su virtuosismo, servida con gran dominio por el intérprete, que hace años que viene estudiando a este compositor belga, crucial figura en la escritura y técnica del violín, y rarísimamente tocado en Chile.
Antes había sonado la obertura de "Egmont" (1810) de Beethoven y luego, la "Sinfonía del Nuevo Mundo" de Dvorak (1893). Aguayo, que fue flautín de la Sinfónica por 19 años y que ha emprendido una carrera como director, es preciso en sus indicaciones, aunque parece todavía tímido frente al conjunto, lo que puede interpretarse como que, como exmiembro de una orquesta, no quiere, porque no hace falta, exagerar los gestos, pero en ese empeño pierde asertividad y emoción, lo que se comunica al conjunto pero también al público.
El estreno de Loewe con la Sinfónica -programado originalmente para 2019- era con el Concierto para violín Nº 2 (1935) de Prokofiev, que se escucha (está en YouTube) como una joya en el repertorio de este excelente intérprete chileno y que queda pendiente de hacerse en este país. ¿En el Municipal de Viña? Que la Sinfónica toque en ese teatro también debería convertirse en un clásico.