Sabiduría y gobierno
La sabiduría es una virtud esencial del gobernante y, cuando ella no se tiene, el descalabro es siempre mayúsculo
La sabiduría es una virtud esencial del gobernante y, cuando ella no se tiene, el descalabro es siempre mayúsculo. De ahí la importancia de entender que dirigir un país implica cualidades y experiencia que sean concordantes con las demandas del cargo. Gobernar no es dirigir a un grupo de estudiantes en una revuelta o liderarlos en una asamblea universitaria, sino más bien supone en primer término comprender la naturaleza y función que se ejerce, y que los deberes en el cumplimiento de la autoridad no son únicamente con los partidarios, sino con toda la nación. Cuando se carece de dicha conciencia, el ejercicio del poder no es más que un improvisado ejercicio retórico y de conducta plagado de "buenas intenciones", pero con varias malas ideas que ponen la situación del país cuesta arriba.
Después de todo, no cualquiera puede cargar sobre sus hombros con la responsabilidad de llevar el mando de un Estado. El desempeño de un cargo que suponga una enorme responsabilidad amerita virtudes relevantes, pues, de lo contrario, la titánica tarea de gobernar queda en manos de quienes, en sus románticas ensoñaciones, no fueron realistas respecto de sus propias capacidades e imaginaron un "paraíso" que suele ser un "infierno" para los ciudadanos comunes y corrientes, los que solo anhelan condiciones básicas de libertad, orden y justicia.