Martes, 28 de Enero de 2025

Un "Holandés errante" con enfoque en la violencia de género

ChileEl Mercurio, Chile 20 de noviembre de 2024

"El holandés errante" (Der fliegende Holländer), estrenada en 1843 en Dresden, es un hito en la transición hacia la madurez creativa de Wagner, quien se dirigía hacia un lenguaje musical más innovador

"El holandés errante" (Der fliegende Holländer), estrenada en 1843 en Dresden, es un hito en la transición hacia la madurez creativa de Wagner, quien se dirigía hacia un lenguaje musical más innovador. Si su combinación de mitología, simbolismo y poder emocional tuvo una profunda influencia en el repertorio operístico posterior, musicalmente marca un avance hacia el desarrollo del leitmotiv , recurso que Wagner llevaría a su máxima expresión en obras posteriores, y también incorpora elementos que definirían luego la Gesamtkunstwerk u "obra de arte total", aspiración wagneriana donde música, texto y escenografía se entrelazan para crear una experiencia artística integral.
La dirección orquestal de "El holandés errante" presenta desafíos tanto en términos de la complejidad musical como en la necesidad de capturar la atmósfera dramática y emocional que Wagner pretende transmitir. Al frente de la Orquesta Filarmónica, el conductor argentino Alejo Pérez hizo una lectura sólida, de marcada fuerza y velocidad, sin lucir una mirada demasiado personal respecto de la partitura. En medio de la efusión sonora, bien lograda por el maestro y sus músicos, el control del tempo y la dinámica debe ser especialmente atendido, porque Wagner utiliza una rica gama de contrastes entre pasajes de tensión y momentos más líricos. Pérez supo cuándo acelerar para generar la urgencia del drama, como en la tempestad inicial, pero no siempre cuánto retraerse para crear un ambiente introspectivo, como en la reflexión del Holandés "Die Frist ist um" o en la parte central de la balada de Senta. Su mejor momento fue la apoteosis sonora del dúo entre Senta y el Holandés, donde consiguió un fino equilibrio entre las voces (muy desiguales) y la orquesta. Y durante la obertura supo aprovechar las diversas texturas instrumentales de manera que la orquesta fuera rugiente y dinámica, con cuerdas rápidas y metales y vientos potentes.
El Coro del Teatro Municipal (dirección de Jorge Klastornick y Alejandro Reyes) hizo gala de su historia, con una sonoridad rotunda y una presencia escénica notable. En este aspecto, Alejo Pérez obtuvo otro logro, pues en el coro de los marineros moderó y retuvo la energía rítmica de la orquesta de modo que no se perdiera la narrativa de las líneas vocales. Fue sugestivo cómo el tejido sombrío del barco fantasma contrastó con la calidez y vitalidad de los marineros reales.
Esta nueva producción concebida por Marcelo Lombardero sitúa la acción en un tiempo y lugar históricos indeterminados, aunque podría ser ubicada en algún pueblo nórdico y frío, durante la segunda mitad del siglo XX. El dispositivo escénico mezcla elementos corpóreos con proyecciones y efectos que apelan, a la vez, al surrealismo y al realismo. La leyenda del Holandés maldito está aquí algo postergada, pues la idea es que la protagonista femenina, Senta, ha sido testigo o ha sufrido violencia de género; esto es, ha crecido en un ambiente patriarcal violento del cual no tiene salida. Obsesionada con una leyenda que conoce desde niña, se enamora de un ser irreal al que tiene que redimir a partir del propio sacrificio. En la idea de Lombardero, el Holandés es una creación de la mente de Senta que no soporta su entorno, y su suicidio es un acto de liberación. Por eso es que al final no se ve a los espectros del Holandés y Senta unidos ascendiendo a los cielos, sino el cuerpo de Senta flotando en las aguas. De gran impacto resultó el momento en que la escena se tiñe de rojo para el canto de los marineros fantasmales ubicados en un palco lateral.
El elenco fue liderado por la aplaudida soprano estadounidense Wendy Bryn Harmer, de voz lírica grande e incisiva, que hizo un intenso retrato de su rol. Con sus agudos brillantes y filosos, dio vida a una Senta nerviosa y claramente perturbada. El bajo-barítono Ryan McKinny (Holandés) tiene una voz que no se proyecta bien y de difícil emisión en casi todo el registro; sin embargo, es un actor que sabe transmitir a través del lenguaje corporal la sombría situación de su extenuado personaje. Notable el bajo Vazgen Gazaryan (Daland), que cuenta con graves de descansada sonoridad y es un buen actor; fue el cantante más adecuado a este repertorio. Muy bien el tenor Alec Carlson como Erik, un papel poco amable y exigente en los agudos. Tanto Nicolás Noguchi (Timoinel) como Evelyn Ramírez (Mary) cantaron con excelencia sus partes que, si bien no son extensas, son sumamente comprometidas.
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