Darly Borges comenzó la tarea en 1975 en una bicicleta en la que llegó a cargar hasta una heladera; desde entonces hizo miles de kilómetros por carreteras de tierra rumbo a la frontera con Brasil.
Darly Borges (63) fue el último "quilero" que utilizó una moto. Por un camino vecinal de Cerro Largo, Borges transportaba hasta 16 garrafas de gas 208 kilos en su birrodado de origen chino y 200 cilindradas.
Preparada para cargar, dice él, "hasta 650 kilos", ayudado de una parrilla de hierro. Llevaba juegos de living, heladeras y cocinas, haciendo un equilibrio sorprendente.
Conocido por el alias de "el Manchado" en la frontera, Borges hizo varios miles de kilómetros durante más de tres décadas como quilero, una actividad que quedó retratada por la película de 2007 El baño del Papa.
Los caminos que el Manchado recorría fueron mutando a medida que se incrementaban los controles aduaneros y policiales. Pero eso no era lo único que hacía dura su vida como quilero. Lo azotaba el cansancio, el calor, el frío, las lluvias y los desperfectos mecánicos que lo hacían pasar hambre durante dos días, porque lo que llevaba encima del birrodado no era comestible.
Y ahí entraba a tejer la red de amistades. Cuando un capataz o un peón de una estancia le hacían un encargo, Borges debía cumplir a rajatabla y muchas veces rechazar el pago, porque el precio era ayudarlo cuando él lo necesitaba.
Por ello, cuando el quilero se quedaba tirado en la ruta, armaba un improvisado campamento esperando la asistencia de algún compañero. Mientras, se dirigía hacia la estancia más cercana y allí recibía un pedazo de asado, un plato de ensopado, agua y se llevaba unas galletas para soportar la espera.
Otro dolor de cabeza era moverse, cambiar la ruta, esquivar siempre que pudiera a la Policía. Sabedores de los códigos de la frontera, los quileros evitaban pasar con sus motos cargadas frente a una comisaría.
Baqueanos de "picadas" en arroyos y conocedores de las quebradas, los quileros conocían cómo esquivar los operativos. Ni la dictadura, con sus férreos controles, pudo con ellos.
Aunque Borges sufrió esos controles. Comenzó como quilero con una bicicleta en 1975, porque su familia, compuesta por nueve hermanos, pasaba estrecheces económicas. La necesidad de salir a buscar el sustento lo obligó a abandonar sus estudios en la UTU.
"Mi invitaron a ir a Aceguá varios compañeros. Al principio éramos 10 o 12, todos en bicicleta. Al poco tiempo éramos 70. No salíamos todos juntos. La Ruta 8 era de tierra y los militares patrullaban. Entonces salíamos de Aceguá por caminos que pasaban por las estancias. Nunca tocábamos asfalto. Se traía tabaco, yerba y caña", recuerda Borges.
En ocasiones, debía cargar con "pedidos especiales": una heladera o una cocina. Para poder transportar uno de esos electrodomésticos en la bicicleta, colocaba un fardo de 30 kilos de azúcar en el manillar.
Aquel quilero que no llevaba azúcar, utilizaba una bolsa llena de arena. Sin ese contrapeso, la heladera, o la cocina, o lo que fuera, levantaban la rueda delantera.
La motito
En 1980, las cosas mejoraron un poquito para Borges. Se compró una moto Agrati de 50 cilindradas, a pedal. Con ella seguía recorriendo los caminos y campos de Cerro Largo con el propósito de lograr un ingreso para su familia.
"Pasaba un trabajo enorme con esa moto. Con ella no podía cargar más de 100 kilos", recuerda.
Cinco años más tarde, cansado de tanto pedalear y de la poca capacidad de carga de la Agrati, Borges adquirió una Zanella modelo Minarelli de 125 cilindradas.
Cuesta creer lo que el quilero dice que cargó en esa moto mediante una parrilla de hierro: juegos de living y chapas de zinc de tres metros, entre otros objetos.
Al llegar la democracia, los quileros siguiendo haciendo kilómetros en dirección a Brasil.
Cada tanto, algún director de Aduanas endurecía los controles y pretendía instalar el "cero kilo" en la frontera. Pero los quileros continuaban con sus viajes para llevar el sustento a sus familias adentrándose en estancias y caminos impredecibles.
En 1990, Borges dio otro salto cualitativo. Compró una Honda modelo CG de 125 cilindradas. Fue una moto icónica en su época. También le adaptó una parrilla donde cargaba 16 garrafas por viaje.
"Sufrí muchos porrazos. Fui internado seis veces en el hospital. En una de esas ocasiones estuve grave. Veinte motoqueros perdieron la vida por reventadas de gomas, porque una moto no está preparada para llevar tantos kilos", dice Borges.
Otros fallecieron aplastados por la carga que transportaban o por accidentes circulando sin luz en la carretera.
Las rutas
En la mayoría de las ocasiones, Borges y otros quileros se dirigían por la Ruta 8 que une Melo con Aceguá. Cuando los controles aduaneros se incrementaban, se veían obligados a utilizar caminos de tierras.
Uno de ellos, que cruza los frentes de varias estancias, une el pueblo de Isidoro Noblía con Aceguá. Se denomina como "Camino 28" porque en la zona se encuentra la Escuela N° 28.
Otro trayecto, considerado más seguro por los quileros, era el Camino de la Mina que sale de Isidoro Noblía y tenía como destino a un pequeño comercio ubicado del otro lado de la frontera brasileña conocido como "Boliche de los Torres". Se llegaba a la tienda a través de un puente sobre un arroyo.
"Traíamos de todo. Azúcar, caña, garrafas de gas, tabaco, café. También muebles. Cualquier cosa que me encargaban llevaba", dice Borges a El País.
El quilero hacía 120 kilómetros de ida y vuelta, entre Melo y Aceguá. Demoraba dos horas para recorrer esa distancia si no tenía algún contratiempo en la ruta.
En ocasiones, Borges compraba mercadería por encargo de algún comerciante o vecino. En otras, se "jugaba". Contrabandeaba tabaco, yerba, caña o carbón y vendía esos productos en Melo.
Pocos días después, Borges debía volver a la ruta. Sentía que cada vez le gustaba menos. En ocasiones agarró algunas changas en la capital melense para evitar salir. Había pasado demasiados años de sacrificios y riesgos.
En el año 2000, los precios de las motos quedaron más accesibles con la llegada de marcas chinas. Borges compró una de 125 cilidradas, luego pasó a otra de 150 y terminó con una de 200 preparada para ponerle, sostiene, hasta 650 kilos. Era una Yumbo modelo Gs.
Su último viaje ocurrió en abril de 2023. "Yo fui el último quilero en utilizar moto. Ahora van en autos. Cuando me llamaron para un trabajo, agradecí. Dios me sacó de la ruta. Iba a tener que pasar a cargar 20 garrafas por viaje, porque cada vez se gana menos".
Borges insiste: "Sentí un alivio con ese trabajo. Ojalá no tenga que volver nunca más a la ruta. Una vez dije que no iba a volver nunca, y debí salir otra vez. Ahora se terminó. No hice dinero pero crié a mis hijos. Y siento orgullo, porque un libro con mi historia de vida se enseña en clases en Isidoro Noblía y en Aceguá"