El contador debía pagarle un sueldo extra al Potrillo por cumplir con lo apostado. No resultaba sencillo, pues el salario del goleador era por lejos el más alto del club mirasol.
"Pero contador... Tranquilícese. Ganamos la Liguilla y nos clasificamos"... La promesa fue hecha por Fernando Morena, algún día de noviembre de 1976. El contador era, claro, José Pedro Damiani, por entonces tesorero de Peñarol, con los años presidente del club.
Se avecinaba la Liguilla, por entonces la puerta de entrada a la Copa Libertadores, pero el equipo aurinegro andaba a los tumbos en la Liga Mayor, el segundo torneo de la temporada. El Campeonato Uruguayo había sido de Defensor, en aquella gesta que cambió la historia del fútbol local. Un Nacional joven y dinámico, dirigido por Luis Cubilla, estaba a punto de ganar la Liga Mayor.
Para clasificarse a la Libertadores, Peñarol dirigido una vez más por Roque Máspoli debía superar en la tabla al menos a uno de esos rivales, que aparecían en mejores condiciones de pasar al torneo continental. Allí los equipos uruguayos enfrentarían los clubes argentinos, de acuerdo con la reglamentación que había adoptado entonces la Conmebol.
Esa situación desvelaba a Damiani. Hasta entonces, Peñarol apenas no había disputado la edición 1964 del torneo continental, cuando solo iba el campeón de cada país. Estar en la Copa era poco menos que vital para las finanzas del club.
Como en aquella charla el dirigente no pareció tranquilizarse, Morena insistió: le prometió que convertiría 12 goles en esa Liguilla. Luego el Nando contaría que tiró una cifra sin pensarla demasiado, pero luego se dio cuenta que 12 era una enormidad: tenía que convertirlos en solo cinco partidos, ante los cinco adversarios mejor ubicados en la temporada. Haciendo otra cuenta, debía marcar a un ritmo de 2,4 goles por encuentro.
El futbolista le ofreció a Damiani que si no convertía esos 12 goles, no cobraría su sueldo de enero. Claro que, por otro lado, si llegaba a la cifra mágica, Damiani debía pagarle un salario extra.
Aquel año 1976 la Liguilla se disputó en diciembre, en vez de enero como era la costumbre, porque en el primer mes de 1977 la selección uruguaya iniciaría la etapa final de su preparación para las eliminatorias por el Mundial 1978 (no es spoiler: Uruguay quedó eliminado y no fue a la Copa del Mundo de Argentina).
La disputa de la Ligulla
Peñarol debutó el 9 de diciembre con una amplia goleada sobre Huracán Buceo: 6-1, con cuatro de Morena. Los otros dos fueron de Carlos Simaldone, puntero de fugaz pasaje por el club y muchos años después edil montevideano por el Partido Colorado.
Sin embargo, en el segundo partido, el domingo 12, chocó contra Defensor, que le ganó 3-1. El descuento fue de Simaldone.
Para mantener sus posibilidades de clasificación, el aurinegro tenía debía ganar los tres encuentros que le quedaban. El primero fue un bravo 2 a 1 sobre Danubio el 15 de diciembre. En el arco, Jorge Fossati tuvo que atajar un penal para defender los dos goles, marcados, por supuesto, por el Nando.
El siguiente compromiso era el clásico, el domingo 19. Otro desafío muy exigente. El tricolor tuvo un penal, pero el remate de Hebert Revetria dio en el palo. Al rato, el aurinegro quedó con diez, por expulsión de Mario González. Sobre el cierre del primer tiempo llegó otro penal, esta vez para Peñarol. Y Morena no falló.
Sin embargo, el partido estaba lejos de resultar liquidado, porque Nacional atacaba con furia. Hasta tuvo una pelota que entraba y Víctor Diogo despejó con una chilena sobre la misma línea de gol. Hasta que en el minuto 68 el arquero Rodolfo Rodríguez no pudo retener un remate de Nitder Pizzani, el número 9 apareció a toda velocidad para tomar el rebote y no perdonó: 2 a 0 y victoria asegurada.
Así cumplió Morena su promesa
Morena ya llevaba ocho goles en aquella Liguilla, pero el pasaje de su equipo a la Libertadores dependía de vencer en la última fecha a Wanderers el jueves 23. Los bohemios todavía contaban con alguna chance de ir a la Copa.
Resultó un festival del Potrillo: hizo cuatro de los cinco goles que se llevó el bohemio (5-1, el otro de Pizzani), además de jugar por toda la cancha. Incluso de marcador de punta durante algunos minutos, tras la expulsión de Walter Olivera y hasta que Máspoli hizo ingresar otro hombre en la defensa.
Esa noche se supo lo de la apuesta. "Sí, la conversación que tuve con el contador Damiani fue totalmente en serio. Ahora hay que esperar que él regrese de Europa. Yo cumplí", declaró el delantero a la prensa en el vestuario.
Más o menos a la misma hora, Juan Pedro Damiani, por entonces un adolescente-, llamó a su padre a Nueva York, donde estaba por partir hacia Madrid, para avisarle que Peñarol estaba en la Libertadores y que Morena había completado 12 goles.
El contador llegó los días siguientes a Montevideo y confirmó la existencia de la apuesta. Había que pagarle un sueldo extra a Morena. No resultaba sencillo, pues el salario del goleador era por lejos el más alto de Peñarol y de todo el fútbol uruguayo. Pero lo que lo tranquilizaba era que los 12 tantos habían garantizado la clasificación aurinegra para la Libertadores 1977. Ya se sabía que los rivales del grupo serían Boca y River, lo que garantizaba dos cosas: buenas recaudaciones cuando se los enfrentara en Montevideo y bajos desembolsos por viajes y estadías en Buenos Aires.
Damiani apeló a una comparación turfística para comentar su estado de ánimo: "¿Qué es lo que hace uno cuando grita el nombre de un caballo? Está llamando al deseo de ganar. Y yo llamé a mi deseo, lo ayudé", dijo a El País.
Con el cierre de la Liguilla, Peñarol y Defensor quedaron empatados al frente de la tabla, lo que obligó a disputar una final. Tuvo lugar el lunes 27 y los violetas, para cerrar su año histórico, vencieron con amplitud por 4 a 1. Pero la meta aurinegra de ir a la Libertadores se había cumplido, dejando afuera a Nacional. La apuesta valió la pena.