Bob Taylor. Nunca se doctoró y no sabía mucho de computadoras, pero consiguió los fondos para crear el mundo en que vivimos hoy
Robert Taylor, el hombre que lograba que las cosas se hicieran
Cuando Sam Altman , uno de los fundadores y CEO de OpenAI , la creadora de ChatGPT , fue expulsado por el directorio de la compañía, sus empleados amenazaron con renunciar en masa , si Altman no volvía
Robert Taylor, el hombre que lograba que las cosas se hicieran
Cuando Sam Altman , uno de los fundadores y CEO de OpenAI , la creadora de ChatGPT , fue expulsado por el directorio de la compañía, sus empleados amenazaron con renunciar en masa , si Altman no volvía. Con esto, Altman ganó la pulseada corporativa más importante de las primeras dos décadas del siglo XXI . Y por supuesto que había sido una situación insólita. Pero no inédita. Sam Altman
Casi 40 años antes, Robert Taylor , un personaje único en la historia de la computación e Internet, había sido interpelado ferozmente por un ejecutivo de Xerox , responsable de la asignación de los presupuestos en el PARC (el centro de investigación que la empresa tenía en Palo Alto, California, Estados Unidos ). El ejecutivo en cuestión, llamado Jerome Elkind , dijo en una reunión, delante de los superiores de Taylor (eso no se hace, Jerome), que como Robert no tenía un doctorado en nada , sería mejor que lo dejaran ir. Taylor se puso de pie y dijo: "Renuncio" , y se marchó.
A continuación, convocaron a una reunión con los numerosos científicos que trabajaban en el Laboratorio de Ciencias de la Computación (CSL, por sus siglas en inglés), que Taylor dirigía, y les informaron que Robert se iba del PARC. Un minuto después, cuando absorbieron el impacto de la noticia, uno de los investigadores se puso de pie y dijo que si no lo traían a Robert de nuevo, él no volvería a pisar ese lugar . Luego, otro se paró y dijo lo mismo. Y así, uno por uno, el PARC vio cómo se desangraba uno de sus activos principales, los investigadores del CSL.
Poco después, no solo Taylor estaba de vuelta, sino que el CSL se había convertido en una corporación por derecho propio . Douglas Engelbart durante la presentación de 1968; salvo porque está en blanco y negro, podría tranquilamente ser otra imagen de nuestros cotidianos Zooms
La pregunta aquí es simple y bastante obvia. Cómo había llegado un individuo sin ninguna formación universitaria en ciencias de la computación a ganarse una lealtad tan extraordinaria en uno de los laboratorios de nuevas tecnologías más destacados, exigentes y exclusivos del mundo. La respuesta tiene dos caras. Por un lado, Taylor era un visionario, pero no uno como Douglas Engelbart (para quien consiguió financiamiento) o JCR Licklider (que fue su maestro), sino uno que se las arreglaba para que las cosas que otros soñaban se hicieran realidad . Por otro, era un hábil cultor de las relaciones humanas . Y no, no tenía un doctorado. Pero hay cosas que, simplemente, la universidad no puede enseñarte .
Doctor, no
Robert William Taylor nació el 10 de febrero de 1932 en Dallas, Texas, Estados Unidos . Hijo adoptivo de un ministro metodista , Raymond , y su esposa, Audrey , la educación del pequeño Robert William vino mal barajada de entrada. Entre los constantes cambios de destino de su familia y algunos experimentos educativos que por entonces empezaban a ponerse de moda, tuvo una formación algo sobresaltada, y luego de la secundaria se enroló en la Reserva Naval de Estados Unidos (eso fue durante la Guerra de Corea , aunque él mismo no fue al frente). Gracias a esto pudo asistir a la Universidad de Texas en Austin , con el subsidio de una ley conocida en ese país como GI Bill ; básicamente, un conjunto de beneficios para veteranos de la Segunda Guerra Mundial que terminó formalmente en 1956 (fue luego reemplazada por otras leyes de protección a veteranos).
Taylor obtuvo su pregrado en psicología en 1957 y la licenciatura en 1959 . Decidió no doctorarse, un mochila que iba a cargar el resto de su vida, pero que a lo mejor fue una de esas mochilas que te permiten ser más de lo que habrías sido si pudieras esgrimir un diploma.
Horrorizado y enojado
Taylor personifica el hecho de que, en tecnologías disruptivas, una persona puede estar más adelantada que la academia . O, al menos, que la visión de la academia y de la industria en ese momento.
Su primera experiencia con computadoras fue traumática. Como venía de una región del conocimiento completamente diferente, sabía que había algo así como las computadoras, pero se sintió horrorizado (la palabra es de él) cuando supo la manera en la que se ingresaban los datos, por medio del complejo, tortuoso y críptico método de las tarjetas perforadas . Desistió, decepcionado y enojado (esta palabra también es de él), y durante dos años no supo qué hacer al respecto. Sabía que un señor de guardapolvo blanco dentro de un centro de datos aislado del resto de las personas no era el futuro de las computadoras. Pero le faltaban elementos para hacer algo al respecto. Una tarjeta para programar computadoras, de IBM; de mi colección
Entonces llegó a sus manos uno de los trabajos fundamentales de la modernidad, llamado Man-Computer Symbiosis (Simbiosis Humano-Computadora), en el que Joseph Carl Robnett Licklider planteaba con precisión asombrosa las ideas que Taylor venía rumiando en soledad desde hacía dos años. Licklider, que era psicólogo e informático , se convertiría en uno de los mentores de Taylor (que en ese momento estaba trabajando en la NASA ) y un tiempo después lo convenció de sumarse a un departamento nuevo que estaba dirigiendo en la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (ARPA) de Estados Unidos, que Dwight Eisenhower había fundado en febrero de 1958 , luego del desastre tecno-político del Sputnik . Ese departamento se llamaba Oficina de Técnicas de Procesamiento de Información (IPTO, por sus siglas en inglés) y daría origen a Arpanet , la predecesora de Internet . Taylor fue uno de los autores intelectuales de esa red fundacional.
Pero hay más. Durante su paso por la NASA, Taylor había conocido a Douglas Engelbart en el Stanford Research Institute (SRI). Las ideas de Engelbart prefiguraban exactamente el modo en el que usamos las computadoras hoy, y Taylor estaba por completo en sintonía con esos conceptos que para muchos eran un delirio cósmico . Así que por primera vez puso en acción su extraordinario talento para persuadir y consiguió que la NASA subsidiara ( con la nuestra, digamos ) ese proyecto absurdo de que las personas alguna vez iban a usar pantallas con interfaces gráficas, mouse, cámara, micrófono y hasta establecer videollamadas , como en las películas de ciencia ficción. Pocos creían que algo así fuera siquiera viable, pero Taylor consiguió la plata y en 1968 Engelbart hizo esa presentación legendaria, conocida como La Madre de todas las Demos , que marcó una divisoria de aguas en la historia de las computadoras. Si tenés un lindo iPhone es gracias a que Taylor movió cielo y tierra para usar el dinero de los contribuyentes en un proyecto que el mercado en ese momento encontraba ridículo. Hoy ese proyecto absurdo es uno de los negocios más ricos que existen.
Sin red
Entre tanto, en ARPA, Taylor se había convertido en director del IPTO y advirtió algo interesante. Era 1966 y en su oficina (que estaba en el Pentágono ) había varias terminales. Una conectada a la computadora del Pentágono. Otra, al Massachusetts Institute of Technology , y otra más a la Universidad de California en Berkeley . Etcétera. De nuevo traspasando todos los sesgos de la época (que encontraba esa situación absurda de lo más normal) imaginó que todas esas terminales estuvieran conectadas no ya a una gran computadora central, sino a una red que conectara esas computadoras centrales . Charley Kline (izq.) le envió el mensaje a Brian Duvall (der.) que dio inicio a Arpanet; atrás suyo, el equipamiento que usaron. Los fondos habían sido obtenidos por Taylor
¿Una red de computadoras mediante la cual todos los científicos y administradores pudieran trabajar en equipo? Exactamente. ¿En 1966? Sí, y de ninguna manera fue el único que tuvo estas ideas locas, pero empezó a machacar dentro de ARPA para que esa red se hiciera realidad. Arpanet nacería el 29 de octubre de 1969 a las diez y media de la noche .
Insisto con algo, para no recibir luego telegramas iracundos. Taylor no inventó Arpanet. Ni fue el único en pensar en redes. Pero en 1966 consiguió que el director de ARPA, Charles Herzfeld , sacara un millón de dólares ( 10 millones de dólares de hoy ; o 10.000 millones de pesos de 2024 ) de un programa de misiles balísticos para financiar el desarrollo de Arpanet, que en la década siguiente se convertiría en Internet y que es lo que te permite leer esta nota cómodamente en tu celular, casi 60 años después. Bueno, en la práctica, Internet es lo que le permite funcionar hoy al mundo industrializado. WhatsApp se cae un par de horas y es una tragedia.
OK, me voy
La situación de Taylor dentro de ARPA nunca había sido confortable. A la plana mayor no le gustaba que no tuviera un título . Mucho menos que, no teniéndolo, se hubiera hecho cargo del IPTO . Y todavía menos que hubiera conseguido los fondos para esa red que de pronto parecía acaparar toda la atención de los científicos (que siempre estuvieron del lado de Taylor). Así que cuando Arpanet ya era un hecho y solo había que ponerla en marcha, se fue de la agencia. Rumbeó para Utah , cuya universidad había recibido la orden del gobierno federal (durante la Guerra Fría ) de dedicarse a los gráficos de computadora . Vimos esa historia cuando recorrimos la vida de John Warnock, fundador de Adobe . John Warnock
Estuvo un año en Utah, y de allí pasó al PARC , donde, una vez más, chocaría contra los prejuicios de la plana mayor , al tiempo que conseguía fondos para proyectos que la plana mayor, que quería resultados, no pavadas, veía con malos ojos. Estas son algunas de las pavadas que Taylor consiguió poner en marcha:
La primera computadora con interfaz gráfica, la Xerox Alto , de 1973 ; Steve Jobs compraría a Xerox los derechos para usar esa tecnología
Un programa de edición llamado Bravo que se basaba en el concepto de WYSIWYG y que sería la base del Word de Microsoft
La impresora láser
Las redes Ethernet
Por eso los investigadores del PARC renunciaron en masa cuando Elkind echó a Taylor. Dicho simple, Robert tenía esa visión extra que separa al mercader del innovador . La innovación nunca es bien vista por el status quo , lógicamente, y Taylor encarnaba algo todavía más terrorífico que un investigador disruptivo. Era un sujeto que conseguía fondos, movía influencias, hacía que esas cosas raras, de apariencia inútil, todavía inservibles para la tienda, ocurrieran . Por supuesto, poco después del triste incidente con Elkind, se fue a Digital Equipment Corporation (DEC), contratado directamente por su fundador, Ken Olsen . Estableció allí un centro de investigación al que, obviamente, se sumaron buena parte de los investigadores del CSL . ¿Quién perdió? El PARC y su plana mayor prejuiciosa y miope .
La mente de Taylor era incansable, y en DEC desarrolló la primera versión multitarea de Unix ( que había nacido en 1971 ) y uno de los primeros buscadores web, que los veteranos recordarán con nostalgia, llamado AltaVista , que fue idea de Paul Flaherty . Entre otras cosas, aclaro, porque es impresionante la producción de este hombre inquieto, de aspecto siempre un poco triste, quizá cansado de que lo señalaran como un descastado tan solo por no haber cumplido con una serie de requisitos formales, en este caso de lo más arbitrarios, porque él mismo estaba inventando el futuro. Como a Jobs o a Bill Gates , la academia le quedaba chica. En primera fila, de izquierda a derecha, Robert Taylor, Frank Heart, Roland Bryan y Douglas Engelbart. Atrás, de izquierda a derecha, Severo Ornstein, Barry Wessler, David Walden, Jon Postel, Leonard Kleinrock, Wesley Clark, Ben Barker y Truett Thach. La foto es de 1994. Dos años después, Taylor se retiraría para siempre
Era 1996 . Internet estaba en marcha. Las computadoras personales se vendían sin parar. Había nacido la Web , que se convertiría en el servicio más conspicuo de Internet . En 30 años exactos, Taylor había sido un agente clave en la transición de aquellas terminales de time-sharing (o sea, computadoras del Paleozoico) a las PC en los hogares, Internet, los buscadores, e incluso un buscador Web.
Era tiempo de retirarse. Tenía 64 años .
Desde su salida de DEC ya no volvió a vérselo mucho, aunque recomiendo enfáticamente esta entrevista que le concedió en la Universidad de Texas a John Markoff en 2009 . La misma universidad que casi cuatro décadas atrás no había logrado persuadirlo de doctorarse lo recibía ahora como un héroe. El tiempo siempre hace justicia.
El 13 de abril de 2017 , Robert Taylor falleció en Woodside, California , donde había vivido mayormente apartado de todos. Según su hijo, había sufrido de Parkinson . Tenía 85 años .