"Megalópolis": Llega el fascinante y audaz capricho cinematográfico de Francis Coppola

En los primeros minutos de "Megalópolis", el arquitecto Cesar Catilina -interpretado por Adam Driver-, quien protagoniza el filme, camina peligrosamente el exterior de la punta de lo que parece ser el edificio Chrysler de Nueva York y se prepara para saltar al vacío. Sin embargo, logra evitar una muerte segura gracias a su habilidad de detener el tiempo.
El momento, visualmente atractivo, funciona también como paralelo con la actitud respecto de la cinta de su propio director, el venerado Francis Ford Coppola (85). El filme, una ambiciosa superproducción que ha dividido a la crítica desde su estreno en mayo pasado en el Festival de Cannes y que ha sido catalogada como uno de los grandes fracasos de taquilla del año, puede representar para muchos un salto al vacío del cineasta, que en su ilustre carrera tiene cinco premios Oscar y no una, sino varias obras maestras, entre ellas "El padrino" (1972) y "Apocalipsis ahora" (1979).
En todo caso, y tal como el personaje de Driver, Coppola también evita la "muerte segura" del fracaso, principalmente porque la crítica o la taquilla, ni siquiera la reacción del público, son aspectos que al menos en este caso nunca le quitaron el sueño realmente. El cineasta pudo hacer, luego de décadas intentándolo, la película que quería y en sus propios términos. Y ese es el triunfo artístico que perseguía. "Megalópolis" llega mañana a salas locales.
Ambientada, no en Nueva York, sino más bien en una versión alterna de la Gran Manzana llamada New Rome (Nueva Roma), una ciudad colapsada y en crisis dominada por un grupo de poderosos y millonarios corruptos a los que Cesar Catilina intenta hacerles frente. Ganador de un Nobel por haber creado un material de construcción prácticamente milagroso llamado Megalon con el que quiere crear una nueva ciudad y devolvérsela a las personas. Su enemigo directo en esa odisea es el alcalde Franklin Cicero (Giancarlo Esposito) cuya hija Julia (Nathalie Emmanuel) se enamora de Catilina, aumentando el enfrentamiento. Hermosas imágenes, un montaje frenético y un elenco de grandes actores (Jon Voight, Dustin Hoffman, Shia LaBeouf, Laurence Fishburne, Talia Shire, Aubrey Plaza) que ejecutan personajes definitivamente grotescos en un cóctel de imágenes intenso y cautivante.
Recientemente, Coppola dijo al diario La Nación de Buenos Aires: "Una gran obra de arte solo es posible si usted está dispuesto a correr grandes riesgos. Y, lamentablemente, en la mayoría de los casos eso no pasa porque suele hacerse lo que el público espera". "Megalópolis" sin duda está en las antípodas de lo que espera el público masivo actual. Incluso puede llegar a sorprender a los fans del director, aunque aquellos que han estado pendientes de la carrera de Coppola en los últimos años hallarán menos sorpresas.
Luego de tres décadas trabajando al interior de la industria intentando sacar adelante proyectos personales al alero de estudios -como "La conversación" (1974) o "Apocalipsis ahora"- e incluso aceptando películas por encargo, especialmente en la última etapa de ese período. Y la decepción en taquilla que fue el último de esos filmes, "El poder de la justicia" (1996) -adaptación de una novela de John Grisham con Matt Damon- provocó un punto de inflexión en su carrera.
Intentando regresar a los proyectos personales y con el apoyo de un exitoso negocio de producción de vinos en el norte de California que lo convirtió en millonario, Coppola se tomó una pausa de una década y al volver le dio la espalda a la industria. Alejado de los estudios, comenzó a hacer experimentos cinematográficos sin el riesgo de la ruina económica, algo que ya le había ocurrido en el pasado, como por ejemplo tras el fallido musical "Golpe al corazón" (1982). Así llegaron cintas como "Juventud sin juventud" (2007), "Tetro" (2009) y "Twixt" (2011), producciones muy modestas cuyo impacto mediático fue menor.
"Megalópolis" sin duda era el más grande de los proyectos de esta nueva etapa de Coppola y los US$ 120 millones del presupuesto salieron de su propio bolsillo (el director vendió una parte importante de su negocio). No era la primera vez que intentaba hacerla. La idea da vueltas en su cabeza desde los años 80 y estuvo a punto de filmarla en 2001, pero los atentados de Nueva York en septiembre de ese año echaron por tierra esos planes. Y aunque algunos medios han visto en esta película un adiós cinematográfico, lo cierto es que Coppola ha asegurado que tiene al menos dos nuevos proyectos en carpeta.