Empleos en movimiento
ANALISTA SéNIOR
RICARDO ÁVILA PINTO - ESPECIAL PARA EL TIEMPO @ravilapinto
Gabriela Méndez está a punto de comenzar el quinto semestre de la carrera que cursa en una universidad bogotana
ANALISTA SéNIOR
RICARDO ÁVILA PINTO - ESPECIAL PARA EL TIEMPO @ravilapinto
Gabriela Méndez está a punto de comenzar el quinto semestre de la carrera que cursa en una universidad bogotana. "Mi objetivo es convertirme en una profesional destacada en mercadeo y estrategia comercial", dice con convicción Sin embargo, sabe que así tenga un título bajo el brazo y logre vincularse a una empresa eso no será suficiente. "El ritmo acelerado de evolución global hace que lo que aprendemos hoy pueda volverse obsoleto en pocos años", señala, y agrega: "Esto me motiva aún más a mantenerme actualizada, adaptarme a las nuevas tendencias y enfrentar los desafíos con resiliencia y visión estratégica". Tiene razón, a juzgar por el más reciente reporte del Foro Económico Mundial sobre el futuro del trabajo, el cual acaba de aparecer. Según el informe -que se elabora cada dos años-, dos quintas partes de las habilidades con las que cuentan los empleados de hoy se transformarán o serán obsoletas entre 2025 y 2030. No se trata, entonces, de un pronóstico de largo plazo, sino de un llamado de atención urgente sobre lo que está a la vuelta de la esquina. Si algo ha dejado en claro la revolución tecnológica, es que el ritmo de cambio es cada vez más veloz y afecta a un amplio abanico de sectores. Lo curioso es que la advertencia sucede en medio de un panorama económico que parece ser relativamente tranquilo, más allá de las turbulencias conocidas en un puñado de lugares. Según el Fondo Monetario Internacional, el crecimiento del planeta superará este año el 3 por ciento anual, con una inflación en descenso. Por su parte, la tasa de desempleo promedio se ubica en 4,9 por ciento, su nivel más bajo desde 1991. La mejora se ha concentrado especialmente en los países de ingreso alto y medio, mientras los más pobres ven un ligero deterioro. De otro lado, la desocupación femenina se mantiene por encima de la masculina, sin que se reduzca la brecha. Además, los jóvenes enfrentan un panorama más oscuro, con un índice de desempleo del 13 por ciento, una cifra que en algunas latitudes es mucho más elevada. Vale la pena recordar que en Colombia tales indicadores muestran una evolución positiva, así estén por encima de los estándares internacionales. Según el Dane, en noviembre el desempleo a nivel nacional fue 8,2 por ciento, el guarismo más bajo desde 2016. Las alertas ¿Por qué hay que preocuparse, entonces, si el parte suena favorable? La respuesta es que hay una serie de macrotendencias cuya presencia es innegable. Para comenzar, está todo lo relacionado con un planeta más digitalizado. Tanto el internet de las cosas como la robotización o el análisis de datos, entre otras innovaciones, continúan con su avance vertiginoso. El hecho de que ahora existan dos veces más teléfonos móviles que gente en el mundo -aparte de millones de aparatos conectados a la red- hace que la recopilación de información de forma tácita o expresa sea, de lejos, la más elevada en la historia de la humanidad. Tales circunstancias alteran los paradigmas conocidos. Por ejemplo, el impacto de la creación de nuevas industrias sobre el mercado laboral viene en descenso, en la medida en que muchas labores repetitivas son desempeñadas por máquinas. La densidad de los robots alcanzada en 2023 en el planeta llegó a 162 por cada 10.000 empleados, un número que puede parecer bajo, pero que duplica el registrado siete años antes. Pero nada se compara con la expectativa respecto a las puertas que abre la inteligencia artificial generativa. Han transcurrido apenas 26 meses desde cuando la opinión conoció la existencia de ChatGPT y su capacidad de entregar respuestas detalladas y articuladas a los interrogantes más diversos. Desde entonces, el interés en la herramienta no ha hecho más que aumentar, ante la percepción de que puede mejorar el desempeño profesional de cualquiera al complementar sus conocimientos. El debate sigue abierto, pues hay quienes advierten que el rango de errores potenciales es demasiado grande cuando se confía a ciegas en lo que dice un algoritmo. Sus defensores insisten en que, bien usada, esta logra potenciar el rango de habilidades de cualquiera, ya sea para actividades cotidianas o la resolución de problemas complejos. Aun así, muchos hablan de la necesidad de regularla, algo en lo cual la Unión Europea ha dado algunos pasos. De cualquier manera, una gran encuesta realizada por el Foro Económico en los cinco continentes (entre empresas que en conjunto cuentan con unos 14 millones de trabajadores) mostró que el 86 por ciento de los interrogados piensan que la inteligencia artificial es la que tendrá el mayor impacto en su respectivo negocio para finales de la presente década. Que muchos ciudadanos concuerdan es algo que se ve en la demanda de cursos en línea sobre el asunto, la cual se ha disparado según proveedores como Coursera. No obstante esa irrupción, hay más factores para tener en cuenta aparte de la tecnología. Desde el ángulo económico, la incertidumbre es elevada y no solo por cuenta del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Así la inflación haya descendido, los temores frente a un rebrote están a la orden del día. Para citar otro caso evidente, el proteccionismo viene en aumento. Según la Organización Mundial de Comercio, las restricciones al intercambio se duplicaron entre 2020 y 2024. A ello se suma la fragmentación entre bloques, que en la práctica rompe con algunos eslabones de las cadenas de oferta global. Al concepto de buscar el proveedor más eficiente se le añaden elementos como la cercanía y la certeza en los despachos, lo cual lleva a la relocalización de plantas como ha sucedido por cuenta de las tensiones entre Estados Unidos y China. Un tercer elemento es el de la transición verde. Así persistan algunos que niegan el cambio climático, la gran mayoría de la humanidad sabe que este es una realidad. Mitigar sus efectos implica decisiones para descarbonizar tanto los sistemas de producción de energía como la movilidad, lo cual dejará ganadores y perdedores cuando se hace la comparación con la época de los combustibles fósiles. También es trascendental el proceso de cambio demográfico que experimenta el mundo. A la vez que las tasas de natalidad han descendido por debajo del nivel de reemplazo de la población en más de la mitad de los países de la Tierra, los avances en la medicina y la nutrición incrementan la longevidad de la población. Esa circunstancia se combina con la entrada masiva de personas a la fuerza laboral en partes de Asia y el África subsahariana, lo cual se traducirá en mayores presiones migratorias. De acuerdo con cálculos del Banco Mundial, a lo largo de los próximos diez años 1.200 millones de jóvenes buscarán empleo en economías cuya capacidad de creación de nuevas plazas es tan solo de 420 millones, lo cual deja un déficit cercano a los 800 millones de vacantes. La gran contradicción es que en las naciones más ricas ya se ven faltantes en la oferta de brazos. En algunos casos, ello conducirá a una mayor automatización, aunque eso no resuelve el acertijo de quién sostendrá con sus contribuciones los sistemas de seguridad social. En otros habrá válvulas que permitirán la entrada de gente, a pesar de que las ramificaciones políticas de cualquier apertura están a la vista. Oficios varios Todo lo anterior dibuja un panorama lleno de interrogantes en el cual lo único seguro es que a la vuelta de cinco años las cosas serán muy distintas. Según el Foro Económico, las macrotendencias llevarán a la creación de 170 millones de empleos (14 por ciento del volumen actual) y a la desaparición de 92 millones de plazas, para un saldo neto de 78 millones. Mirado desde el ángulo de los porcentajes, el porvenir muestra un salto en la demanda de especialistas en lo relacionado con la revolución de las comunicaciones y el internet: análisis de datos, tecnología financiera (fintech), aprendizaje automático (machine learning), programación y aplicaciones, seguridad cibernética, almacenamiento de datos o vehículos autónomos y eléctricos. La otra cara de la moneda la muestran aquellas profesiones que apuntan a ser sustituidas gradualmente por las máquinas, como las de ciertos oficinistas: cajeros de banco, expendedores de tiquetes, asistentes administrativos, encargados de contabilidad y nómina, gente de archivo. Igualmente se encuentran en riesgo los cajeros de supermercado y los vendedores puerta a puerta, entre otros. Dicho lo anterior, hay que tener en cuenta las variaciones en números absolutos que muestran un panorama más favorable para un buen número de oficios tradicionales. Así, 35 millones de puestos de trabajo serían generados en áreas relacionadas con el campo, algo atado a la mayor demanda esperada de comida y a métodos de cultivo sostenibles. En segundo lugar, está la distribución de paquetes que seguirá impulsando la necesidad de conductores de camiones y camionetas de reparto, además de motocicletas. Otras actividades como la construcción de edificaciones, el procesamiento de alimentos o lo vinculado a la llamada economía del cuidado (enfermería o atención de personas mayores) deberían expandirse. Por supuesto que lo que atañe a la computación está en la lista con cerca de siete millones de nuevas plazas. Tal como se ven las cosas, ir a una entidad financiera a hacer un pago que exija un sello, darle dinero a alguien por una compra o contar con apoyo para labores secretariales será algo que desaparecerá con el paso de los años. Servicios como los de celaduría o conserjería en un edificio de apartamentos acabarán siendo asumidos por los aparatos que identificarán caras y podrán lanzar alertas en tiempo real. Puesto en perspectiva, el Foro Económico asegura que en la actualidad 22 por ciento de las tareas de los humanos que trabajan están a cargo de máquinas o algoritmos. Dentro de cinco años, subraya la entidad, esa proporción aumentará a 34 por ciento por cuenta de la creciente automatización. En el entretanto, lo que corresponde exclusivamente a las personas disminuirá de 47 a 33 por ciento. El saldo le pertenecerá a una combinación de instrumentos humanos y tecnológicos. Lo anterior no quiere decir necesariamente que los trabajadores de hoy se quedarán sin nada que hacer mañana. Si algo enseña la historia, es que tras cada innovación importante surgen nuevas necesidades que requieren determinadas habilidades que siguen siendo del terreno exclusivo de los seres humanos. Por ejemplo, la empatía y las emociones es algo que solo los robots que aparecen en las películas de ciencia ficción logran. Hecha la aclaración, hay un llamado de atención urgente para cada individuo. Este consiste en la necesidad de estar a tono con los tiempos y capacitarse. Habilidades como pensamiento analítico y creativo, flexibilidad, resiliencia, liderazgo o motivación personal son vistas como muy importantes, junto con la debida familiaridad con la tecnología. Obviamente, no se trata de estudiar de manera permanente en programas formales. Sin ir más lejos, hay todo un universo de conocimiento de alta calidad que está disponible a un clic de distancia. Por ello, la curiosidad y el ánimo de aprender son clave para no quedarse atrás. Y ese requisito aplica en cualquier sitio, incluyendo a Colombia. Sin desconocer que la realidad particular es distinta, aquí también soplan con fuerza los vientos del cambio y la modernidad, así muchos quieran mirar para otro lado y la política pública parezca anclada en el pasado. Según la encuesta del Foro Económico, el 44 por ciento de las competencias esenciales de los trabajadores colombianos cambiarán en los próximos cinco años. Dicha proporción es la tercera más alta de una muestra de 55 países y supera por un buen margen el promedio general. Por eso vale la pena alistarse mejor si queremos salir beneficiados por una transformación que ya trascendió la discusión respecto a su conveniencia. No se trata de argumentar que el cambio sea o bueno o malo, sino de entender que es inevitable y afectará de forma incremental profesiones y oficios, como bien lo sabe Gabriela Méndez.