Sábado, 18 de Enero de 2025

2025, a la espera de que las borrascas den paso a la serenidad

ArgentinaLa Nación, Argentina 17 de enero de 2025

Los rituales son la forma más rica del lenguaje, esos gestos repetidos que expresan sentimientos y nos dan la sensación de comunidad, parte de una misma humanidad

Los rituales son la forma más rica del lenguaje, esos gestos repetidos que expresan sentimientos y nos dan la sensación de comunidad, parte de una misma humanidad. De los pocos rituales que compartimos los argentinos, el paso del año nos da la oportunidad de recrear los buenos deseos, el bien decir contrapuesto al mal decir de los agravios. Por un tiempo breve, nos llegan deseos de felicidad para el nuevo año. Confieso que me gusta reconocer aquellos mensajes en los que puedo imaginar que un amigo, un conocido, un vecino, se ha tomado un tiempo para ritualizar sus buenos deseos. Este fin de año, el mensaje que más me gustó fue el que acudió al escritor Miguel de Cervantes, que le hace decir al Quijote: "Sábete Sancho, que de todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca".

La confianza en el devenir porque no hay mal que dure mil años. Sin embargo, nuestros males son de tan larga data, tan complejos y diversos que ayuda encararlos si no con el optimismo del Quijote, al menos, sin miedo y con la voluntad de ayuda. Al final, la esperanza cuando es inacción no siempre es una virtud. Años del cuesta abajo en la rodada económica, pobreza creciente, impunidad y autoritarismo han creado una atmósfera de ira y descreimiento en las instituciones del Estado, a las que se debe restituir y no destruir. La democracia es el gobierno de las instituciones, no de las personas. La política es palabra y acción. Si realmente aceptamos lo que nos manda la Constitución, negamos el sistema democrático cuando se pretende la uniformidad del pensamiento, y se vive la política como una guerra, una imposición desde el poder, sin atender a las críticas ni escuchar a los que ofrecen ayuda de buena fe. Hasta la misma idea de "batalla cultural" es un oxímoron, esas palabras que juntas se niegan. Sin reparar en que la palabra cultura deriva de cultivo, y la guerra es destrucción, lo opuesto a lo que germina, crece, se cultiva. La palabra cultura pertenece al verbo latino colo, colere, cultum, cultivar. O sea, crecimiento, cuidado . ¿Se puede cultivar una planta, una fruta, el alimento que llega a nuestra mesa, a los golpes, sin la laboriosidad del granjero o la amorosidad de los que riegan sus plantas solo por la belleza de ver crecer la flor?

En términos de relaciones humanas, políticas, la metáfora sirve. La persuasión, el diálogo, el respeto cultivan la vida en común, son mucho más efectivos que la ofensa, la humillación del desprecio y la frustración de la marginación. No es consuelo decir que la ira y la polarización son la atmósfera que se extiende como una mancha de aceite por el planeta, sino de no perder de vista que la fuente del cuesta abajo en la rodada de nuestra pobreza, la economía, la educación y los índices de calidad de vida ha sido el fracaso de nuestras instituciones. Un Congreso manejado a control remoto para imponer las mayorías, el gobierno de los parientes, la politización de la Justicia, la ideologización de los problemas, la corrupción y los privilegios de lo que se ve como "una casta" propiciaron el facilismo de pensar que todo se resuelve a hachazos del sistema. No se trata de negar el desastroso funcionamiento del Estado, que exige reformas urgentes, idoneidad de los funcionarios y una ciudadanía educada y participativa para poner límites a la prepotencia de los poderosos. El Estado argentino ha fracasado, pero de lo que se trata es de revitalizarlo con las reformas y una nueva cultura de idoneidad y servicio honesto.

El 2025 estará lleno de acontecimientos buenos y malos que no podemos anticipar. Menos aún vaticinar catástrofes para chantajearnos con esa emoción poderosa, el miedo, porque inhibe el decir y el actuar. Por ahora la única certeza política es que este será un año electoral, y a juzgar ya por las intrigas, las especulaciones y la encuesta dependencia con la que se reducen las preferencias electorales no hay nada nuevo bajo el sol. Cambios de camisetas partidarias para retener las bancas, y la intención de cambiar las reglas de juego para favorecer siempre a los que ejercen el poder y necesitan de un Congreso dócil, obediente para imponer las mayorías. El Parlamento es la casa política de las democracia, donde un solo color político niega la misma idea de la pluralidad. Con cada elección, al menos como definición, el poder se vacía para que la ciudadanía decida quién ocupa las bancas vacías. Un sistema generoso ya que todos somos iguales para representar a otros, sin otros requisitos que la edad y ser oriundos del lugar. Resulta deshonesto que muchos de los que descreen de la democracia utilicen las bancas para destruir el sistema que les dio fundamento legal . Reducir el Congreso a la dieta de sus legisladores es una limitada visión sobre cuál es su función. El problema del Congreso no es lo que nos cuesta, sino su fracaso por haber sido un apéndice del Poder Ejecutivo, que lo manejó a control remoto y utiliza el trueque para cambiar votos por cargos y favores. Para no cometer la injusticia de las generalizaciones, habitan el Congreso personas verdaderamente comprometidas con la actividad legislativa que requiere dedicación, estudio, compromiso y honestidad para no caer dentro del cinismo que se le atribuye al canciller alemán Otto von Bismarck, "no quieras saber de qué están hechas las salchichas y las leyes".

El 2025 será también el año del regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, amparado y sostenido por el nuevo poder del siglo XXI, los magnates tecnológicos que necesitan de Estados que no les exijan transparencia en el algoritmo, ni les regulen su actividad. El primer indicio lo dio el conglomerado Meta, la empresa madre de Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads, que ya no verifica los contenidos en sus redes. En nombre de la libertad de expresión deja en manos de los usuarios el control de la desinformación. Recordé a Julian Assange, un símbolo de los riesgos que enfrentan los que están dispuestos a develar lo que los poderosos intentan ocultar. Pregunté a la inteligencia artificial de Meta y recibí una insólita respuesta: "Lo siento, no tengo información actualizada. Te recomiendo buscar en las fuentes de noticia".

Fui a los archivos periodísticos para reconstruir los padeceres del australiano que en 2006 creó el portal WikiLeaks bajo una ilusión, "educar a la gente sobre cómo funciona el mundo para que, comprendiéndolo, podamos hacerlo algo mejor". Un sueño convertido en pesadilla. Por destapar secretos de las guerras de Irak y Afganistán, Estados Unidos lo acusó de espía y condenó a 175 años de prisión. A través de WikiLeaks, en 2010, se hicieron públicos miles de documentos diplomáticos clasificados sobre crímenes de guerra y corrupción que estuvieron a disposición de los medios más importantes del mundo, incluida la Argentina, donde decenas de periodistas, tras analizarlos, decidieron publicarlos convencidos de que la sociedad tenía derecho a conocer esa información. Mientras se resolvía su extradición, vivió encerrado en la embajada de Ecuador primero y luego en una cárcel británica de máxima seguridad. Doce años de aislamiento, hasta que negoció un acuerdo jurídico. Estados Unidos le retiró los cargos a cambio de reconocer su culpabilidad por "ser periodista". No deja de ser paradójico, condenado por "espía", terminó absuelto por culpabilizarse como "periodista". Una actividad que no entraña un delito, es inherente al sistema de las libertades democrático y una vez más se busca sacar del medio, lo que no significa que el periodista no esté obligado a ser responsable, verificar la información y ser independiente de los favores de los poderosos.

Será 2025 un año en el que los periodistas tendremos que hacer un esfuerzo para no distraernos de lo que importa y lo que interesa, sabiendo que la definición de las noticias es el bien público, no los amores ni las desventuras de las vedettes. Para evitar la provocación de las redes sociales, y no sentirnos ofendidos por los insultos presidenciales o las iras de los que amparados en el anonimato insultan, amenazan, ridiculizan y descalifican, debemos hacer el mayor esfuerzo para ocuparnos de ese bien común, el derecho de la ciudadanía a recibir información veraz, sin distraernos con los chismes del palacio o las mentiras de la desinformación. Tener el coraje de hablar en público, con respeto, sin gritos. Las plataformas efectivamente son el lugar donde millones de personas ejercen el derecho al decir. Todo está a la vista, lo mejor y lo peor del ser humano, pero la responsabilidad es la limitación a ese privilegio de expresarnos con libertad. A mayor poder, mayor responsabilidad para no estimular el odio porque destruir es fácil, lo difícil es edificar un sistema de convivencia, sin matarnos, para encontrar las soluciones entre todos. Solo así conseguiremos que a tantas borrascas les sucedan tiempos más sereno s.ß
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