Viernes, 14 de Marzo de 2025

Valen los valores

UruguayEl País, Uruguay 9 de febrero de 2025

Permitimos que se asentara la idea de que en Uruguay gane quien gane "es más o menos todo lo mismo".

La Política son valores. Bueno, es muchas cosas más también: cercanía, gestión, territorio, decisiones, aspectos filosóficos, comunicación, y mil cosas más. Pero todas en clave de valores. Y eso es lo que se olvida a veces. Ponerle esencia, porque si no la cuestión queda en números fríos, en burocracia, en obras sin alma o acciones sin rostro. La cuestión es valórica, es por ahí.

La Política tiene un mandato de representatividad y si no es capaz de encarnar los valores por los que vibra, siente y sufre una persona, es una caja vacía. En el mundo quienes tienen la capacidad de "hablar el idioma" de la gente son los que trascienden. Y le agregaría de los temas que le importan a la gente y cómo lo siente la gente.

Podrá o no gustar Trump, podrá o no gustar Milei, pero podemos estar de acuerdo en que llegan al corazón de quienes sienten que ellos son su voz. Otro debate es el tono, las formas y los términos. O tal vez sea parte del mismo, porque el idioma en sus países también está pautado por esos estilos. Hablan como ellos, sienten lo que sienten ellos y tal vez si ellos estuvieran en esos sillones harían lo mismo.

En ese mandato de representatividad hay que batallar por quienes resisten y se oponen al discurso "woke" y a la cultura de la cancelación.

El mundo ya no sostiene las imposiciones culturales que predican la igualdad mientras arremeten contra cualquiera que piense distinto al pensamiento hegemónico progresista.

Acciones impostadas, discursos sobreactuados, visiones distorsionadas que llevan a la negación de la realidad.

Hay valores que no comulgan con esas corrientes y son la mayoría. A esos valores hay que defender y representar. Los de libertad, los del trabajo, los de la familia, los del emprendedor, los del sacrificio, los del nacionalismo, los del amor a la Patria, los de la superación personal como medio al crecimiento colectivo.

Hablemos de valores. A la Política le falta sentimiento y le sobra especulación. Pero hablar no desde la retórica, sino desde la acción. El que se golpea el pecho con actitud "buenista" probablemente no tenga a la hora de los hechos, acciones que lo respalden. Porque esos discursos son para la tribuna. Son de los sindicalistas que hace décadas que no trabajan, son de gremialistas docentes que son incapaces de educar, de gremialistas estudiantiles que ya tienen edad para llevar a sus hijos a la Universidad.

La progresía avanza si cedemos al embate relativista, lleno de lugares comunes, clichés y trillados. Si nos paramos firmes y le enrostramos a la dictadura de lo políticamente correcto sus inconsistencias y todo el daño que han hecho, vamos a empezar a ganar la tan mentada batalla cultural. No se puede ceder, no se puede relativizar y menos aún naturalizar. Los militantes de la cancelación cuando agarran aire en la camiseta te militan hasta el antisemitismo. Porque no se puede minimizar lo de un grupo de parodistas con una actuación cargada de discriminación, que bajo el argumento de interpretar con humor "El mercader de Venecia" baja una línea groseramente antisemita. Hay que dejar de callarse. Porque lo cortés no quita lo valiente, reza el refrán.

Porque las cosas hay que decirlas por su nombre. Que muchas murgas hacen militancia obsecuente (y por ser así aburrida y predecible) disfrazada de cultura, que el canto popular suele ser ideología con acordes, que el relato de la historia reciente está cargado de falacias. Sobran relatos y faltan verdades. Pero hay que ser liberal de verdad y hacerse cargo de la responsabilidad, la de haber permitido su avance durante décadas.

Permitimos que se asentara la idea de que en Uruguay gane quien gane "es más o menos todo lo mismo". Como si el republicanismo emanara de tener algunos puntos institucionales básicos en común. ¡¡Pero por favor!! ¡¡Lo imperdonable sería si así no fuera!!

El desafío de interpretar la época no admite la autocomplacencia de adjudicar a una sociedad la responsabilidad de no comprender o no estar preparada para ciertas ideas. Esa es la filosofía del perdedor que se autopercibe iluminado. Por el contrario, hay que interpretar la "sittlichkeit", término que conocí allá por 2011 gracias a una columna de mi amigo Francisco Faig. En alemán, Sittlichkeit refiere a ciertas prácticas sociales aceptadas por la mayoría de los miembros de una comunidad. Describe cierta moralidad acorde al espíritu de una época, recitaba Pancho hace 14 años ya.

Desde que conocí ese concepto me fue imposible no pasar mis interpretaciones sociales, económicas y políticas por ese filtro valórico. Porque de eso se trata, de reivindicar valores, de resistir modas y de combatir relatos, pero entendiendo nuestro tiempo y nuestro lugar, que termina siendo el campo de la batalla cultural.

El valor de la libertad no es meramente una cuestión abstracta o romántica. Es una línea que abre las aguas, es el pan nuestro de cada día. Con libertad se vive y se come.

Defender la LUC como herramienta de avances sociales y reivindicación filosófica será parte de esa batalla. Pararse firme contra la bancarización obligatoria que atenta contra la libertad financiera, contra los superpoderes de los sindicatos que atentan contra la libertad del trabajo y la libertad empresarial y a su vez destruyen fuentes de trabajo. Contra los atropellos en la educación que rompen la libertad que emana de la laicidad. Defender la libertad no es abstracto, es crudamente concreto.

El valor de la palabra también estará en juego. Y lo vamos a defender. Para que los que construyen castillos en el aire no incumplan lo que prometieron. Porque cuando esos castillos no se construyan es obvio que empezará la cruzada relativista de adjudicar culpas y responsabilidades a quienes no solo no tienen nada que ver hoy, sino que advirtieron en campaña electoral sobre la inverosimilitud de esos castillos.

Los valores no son monopolio de nadie. La ética no es monopolio de nadie. Porque quienes asumen el monopolio en esos campos, sabrán que la batalla electoral es mucho más sencilla desde ahí y allí la llevarán. Se vota a los buenos, no importa quién ni cómo ni cuándo.

Escapemos de esa cuestión binaria, simplista y llena de relatos. La batalla es por reivindicar valores, sin soberbia moral pero también sin ingenuidad política.


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