Boric en modo campaña
Basta una somera revisión de sus declaraciones y posteos en redes sociales para apreciar que prima en el Presidente una mirada autocomplaciente, más cercana a la propaganda que a la información, a la consigna que a la opinión fundada.
Aprobada la reforma previsional, el Presidente Gabriel Boric ha vuelto a recuperar protagonismo -esta semana puso fin a más de cien días sin responder preguntas a los periodistas en una breve conferencia de prensa-, en un afán de capitalizar políticamente el acuerdo alcanzado con Chile Vamos. Muy activo en las redes sociales, las emprendió contra la principal carta presidencial de la oposición, Evelyn Matthei, acusándola de que "pareciera que quisieran que al país le vaya mal", todo ello luego de que se conocieran las buenas cifras del Imacec de diciembre que daban cuenta de un crecimiento de 6,6%. Le enrostraba las palabras que la exalcaldesa había dicho hace algunas semanas en el extranjero, cuando criticó la gestión económica del Gobierno y habló de un "país absolutamente estancado".
Exultante, el Presidente tuvo expresiones como "el mayor crecimiento en 11 años" (sic), o "yo cuando salgo afuera de Chile hablo bien de mi país, es lo que corresponde", en clara alusión a Matthei. Incluso se dio el tiempo de arremeter contra la prensa (el diario "El Mercurio") por titulares y entrevistas que no eran de su gusto, al considerar que no recogían con justicia los logros económicos de su gobierno.
Más allá de las cifras positivas de crecimiento en diciembre y de las circunstancias que la explican, la variación permitiría alcanzar un crecimiento del PIB en torno al 2,5% en 2024, lo que está muy lejos de ser un resultado que permita recuperar la senda de progreso que el país necesita. Con todo, cabe destacar que el mandatario haya terminado celebrando casi como un logro propio el crecimiento de la minería (15,1%), actividad que explica en buena parte el PIB de diciembre. Qué lejos quedó eso de superar una economía extractivista, que veía con distancia y prejuicio, cuando en campaña hablaba -con un tono que buscaba reflejar una cierta superioridad moral- de "un nuevo modelo de desarrollo que sea verde" y de "no más extractivismo", ya que "no tenemos otro planeta donde seguir dejando la embarrada".
Desde luego, no hay referencias del Presidente a otras noticias de la semana que seguramente no son de su agrado, como la alta inflación de enero (1,1%), el incumplimiento de la meta fiscal y el balance fiscal estructural (el mayor desequilibrio desde que se creó la regla, excluida la pandemia), entre otras. De ahí que se esperaría de la máxima autoridad un juicio más ponderado sobre la compleja realidad económica por la que atraviesa el país, considerando las distintas variables. Basta una somera revisión de sus declaraciones y posteos en redes sociales para apreciar que prima una mirada autocomplaciente, más cercana a la propaganda que a la información, a la consigna que a la opinión fundada, que elude problemas de gestión manifiestos, cual si al no referirse a ellos pudieran desaparecer.
Desde el punto de vista político, contrario a lo que algunos esperaban, el acuerdo previsional estuvo lejos de crear un mejor clima político entre el Gobierno y la oposición con la que se arribó a ese consenso. Y es que para el Presidente y su coalición de Gobierno es claro que Evelyn Matthei es la candidata a vencer y las declaraciones de distintas autoridades esta semana son una muestra de que las críticas se centrarán en ella más que en otras candidaturas más a la derecha.
Apuesta por Bachelet IIIMientras la reforma previsional contribuyó a profundizar las diferencias dentro de la oposición -el riesgo de que la división de listas parlamentarias perjudique gravemente su resultado electoral está camino a convertirse en una dura realidad-, en el oficialismo ocurre todo lo contrario. Desde diversos partidos y con mucho pragmatismo, la apuesta es que Michelle Bachelet se decida a ser la candidata única de la izquierda, incluyendo también a la DC. Aunque todavía no ha manifestado expresamente su disposición, es claro que lo está evaluando seriamente y muchos dirigentes políticos de gobierno en privado manifiestan que aceptaría el desafío en la medida que su nombre suscite unidad. A esta altura sería inentendible que terminara restándose, dejando a la izquierda sin una candidatura competitiva.
Si bien esta vez estaría lejos de ser la favorita para ganar las elecciones y más allá de las diversas críticas que se han ido multiplicando sobre su último gobierno, su nombre sigue marcando en las encuestas, y la dispersión de la derecha le abre oportunidades imprevistas. Además, su figura contribuiría a fortalecer la lista parlamentaria de izquierda.
El tener que recurrir a ella, sin embargo, revela también una especie de reconocimiento del fracaso de un proyecto político que pretendía, con nuevas ideas y rostros, renovar la política. Por sobre el interés por retener el poder, ¿cuál es el proyecto futuro que se ofrecerá al país? El segundo gobierno de Bachelet finalizó sumamente desgastado (para muchos los cuatro años quedaron largos); de ahí que resultará difícil de explicar qué será distinto ahora.