Claves para que los papás tengan una sana relación con el pololo de la hija
Sentirse desplazado o celoso es algo natural, pero que puede generar conflictos si no se maneja bien o falta diálogo. No exigirle pasar más tiempo juntos y nunca hablar mal del "yerno" es esencial.
Parte de la exitosa rutina del humorista chileno Edo Caroe la noche del miércoles en el Festival de Viña del Mar giró en torno a la relación que tiene con el pololo de su hija. Martín tiene 19 años y lo describió como "perfecto" en todo lo que hace y agregó que más de una vez le ha provocado celos. "Inteligente, conversador, elocuente, preocupado, detallista. Está bien, son buenas cualidades que uno quiere para su hija, pero me pasa que compito con él y pierdo miserablemente cada vez", relató.
Una dinámica que sacó risas en el público, pero que refleja una realidad que a muchos padres les ha tocado vivir cuando sus hijas comienzan relaciones románticas.
"Es un tema que ha sido motivo de interés y estudio desde la psicología", parte explicando Jennifer Conejero, psicóloga infantojuvenil de la Clínica Santa María. "La llegada de una nueva persona a la familia puede producir ciertas incomodidades y los celos son parte del conjunto de emociones que pueden surgir. El problema es la conducta o hacia dónde lleva eso, ya que puede generar conflictos".
Si bien los celos son una emoción natural, su intensidad y duración "hablan más de inseguridades propias del adulto, y pueden terminar provocando distancia en la relación padre-hija", complementa Camilo Bastías, psicólogo de Grupo Cetep, quien agrega que los conflictos a causa de estas relaciones son un tema de consulta frecuente.
Por ejemplo, los pololeos pueden llevar a que las hijas se empiecen a alejar de la familia. "Un error habitual es demandar más tiempo o espacios, lo que puede generar choques con la hija y con su pareja. Hay que adaptarse y no imponer ideas", precisa.
Para Luis Gajardo, sociólogo y académico de la U. Central, el conflicto surge porque algunos adultos aún tienen presentes modelos de relación de una sociedad tradicional, "en donde los roles son muy claros. Antes se pedía permiso para pololear y era una relación que se formalizaba ante los padres". En la sociedad moderna, en cambio, eso no pasa y "las expectativas de lo que como padre puedo hacer o esperar son difusas".
Entonces, explica Gajardo, puede ocurrir que la relación entre el padre y el pololo fluctúe "entre la cooperación, la competencia o el conflicto". Esto, agrega, está mediado por diferentes factores, como el nivel educacional o el estatus socioeconómico, por ejemplo. "Muchas veces el padre va a querer garantizar no solo el bienestar afectivo de su hija, sino también el económico".
La sensación de sentirse desplazado o compitiendo por el cariño es otro fenómeno que surge, agrega Bastías. "Algunos sienten que ya no son el único hombre protector en la vida de sus hijas; entran a competir con otro hombre y eso se relaciona con lo frágil de la masculinidad".
Apoyo paterno
Según los especialistas, que la dinámica con los "yernos" sea positiva y no ocasione problemas va a depender mucho de la relación y confianza que se ha establecido con las hijas desde su infancia. Eso permitirá instaurar límites y reglas sobre qué se espera del nuevo miembro de la familia. Por ejemplo, sobre si el pololo puede quedarse a dormir en la casa o no.
"Hay que generar espacios de conversación con los hijos, en donde los padres expresen 'lo que sienten', pero no 'lo que piensan' sobre la relación, respetando lo que dice uno y otro, y no hablar mal del pololo, para no generar rechazo en la hija", dice Bastías.
Conejero agrega que como padre "uno puede tener sus aprensiones sobre la pareja de los hijos, pero hay que saber comunicarlas; y si no se ha establecido una relación de confianza desde pequeños, eso puede provocar un distanciamiento".
Sobre todo considerando que es clave que las hijas sepan que siempre pueden contar con el apoyo paterno, frente a una ruptura o posibles conflictos en el pololeo (como violencia), comenta la psicóloga. "Es importante entregar una buena base a los hijos desde pequeños para que puedan hacer una buena elección; y el modelo que los padres entregan también es decisivo, ya que si ven violencia pueden terminar normalizándola".
Bastías agrega: "Los padres siempre van a querer lo mejor para sus hijas, pero también hay que dejar espacio para que se equivoquen y vivan procesos de aprendizaje propios".
Lograr una buena relación con la pareja de la hija también implica estar preparado para futuros cambios, advierte Gajardo. "A veces ocurre que los papás se encariñan con los pololos y se comprometen afectivamente, y cuando se rompe la relación pueden experimentar frustración. Hay que saber manejar esas situaciones para no afectar el vínculo con los hijos".
Madres y "nueras"La relación entre las madres y las pololas de sus hijos puede tener dinámicas y miedos similares a los que se observan entre padres e hijas, dicen los expertos. El temor a sentirse desplazada o tener que competir por el cariño son emociones que surgen, "sobre todo ahora que las familias son más pequeñas y a veces con un único hijo", comenta el sociólogo Luis Gajardo. "Mi impresión es que, por el vínculo que surge desde el embarazo y la lactancia, la sensación de competencia puede ser más fuerte en ellas. Ven a la polola como alguien que monopoliza el tiempo y cariño de su hijo".
Pese a ello, el psicólogo Camilo Bastías estima que las madres "tienden a comunicar más sus emociones y eso facilita el diálogo, a diferencia de los padres, que por temas culturales hablan menos de estos temas". Sin embargo, eso también puede llevar a que digan más de lo necesario, por lo que siempre es importante trabajar la regulación emocional.