Hija de una familia tradicional de Maldonado, de extracción política nacionalista, la bailarina y coreógrafa ha vuelto a los escenarios con Tercer Fuerxa.
Hija de una familia tradicional de Maldonado, de extracción política nacionalista, la bailarina y coreógrafa ha vuelto a los escenarios con Tercer Fuerxa, una propuesta de artes escénicas que se presenta a fines de abril en el Teatro Solís.
Laura Alonsopérez, de 54 años, madre de dos hijos y esposa del presidente Yamandú Orsi, se refiere a la génesis de este espectáculo, su historia "inquieta" y cuenta cómo movilizó a la familia la responsabilidad de su marido. Descarta de plano un cargo o carrera política.
-Tercer Fuerxa, el espectáculo que diriges y actúas, pone en escena el concepto de los opuestos y de "falsa personalidad", ¿cómo lo definirías?
-La falsa personalidad es aquello que el exterior va moldeando en nosotros, es lo que nosotros creemos que somos. Si a mí me dicen desde niña: "Laura es fatal", y me repiten "fatal Laurita", "muy fatal", uno se convence y después de adulta es muy difícil que Laura se quite el sayo y demuestre que puede ser buena, si quiere. La esencia vendría a estar en el centro. Pero en este juego de opuestos y falsedades, uno puede saltar también a la impresión contraria. Me dicen "fatal" y de pronto entro a un monasterio para tomar los hábitos, como una reacción opuesta a ese falso relato sobre mí. Tampoco eso es genuino y así andamos de un lado para otro. La verdad es que podemos ser lindos, feos, buenos, malos, ogros y princesas. Tenemos luces y sombras y tenemos que bailar con todas nuestras partes. Todo eso tratamos de poner en el cuerpo en las diferentes coreografías de Tercer Fuerxa. Es un espectáculo de 45 minutos pero muy intenso y desafiante.
-¿Por qué ese título y la X en lugar de Z?
-Tercer fuerza porque siento que desde ahí podemos resurgir para no caer en la falsa personalidad. Hay gente que dice: "Yo soy así y no voy a cambiar". No, por favor. Tenemos una tercera fuerza que puede transformarte. También hay un juego con lo masculino/femenino porque en realidad debería ser tercera fuerza. Lo de "tercer" es un invento nuestro justamente para generar un desafío al lenguaje. La X es porque mi padre, que ya no está en este plano, se llamaba Xoco, que es el diminutivo en gallego de Joaquín. Entonces, también hay un homenaje a nuestros padres, madres y maestros y lo que pretende humildemente es que el público logre identificarse con quienes estamos bailando ahí.
-¿Cuál fue el origen de tu vocación por la danza?
-De niña en Maldonado, con seis años o siete años, armaba coreografías en casa con mi hermana y mi prima. A fin de año organizábamos fiestas para la familia e imitábamos a las tías y hermanas de mi abuela: era de los eventos familiares más esperados de cada año. En la escuela me moría porque me pusieran en el bailecito de fin de año. Lo mío siempre fue el movimiento. Si yo fuera una niña de esta época, quizás tendría el diagnóstico de hiperkinética o hiperactiva. Cuando mis padres se separaron, a mis 12 años de edad, vinimos a vivir a Montevideo con mi madre e hice un pacto con ella. "Voy pero quiero estudiar danza". Empecé en Orlama, pasé por varias experiencias de teatro hasta que vi a Graciela Figueroa que había llegado de Brasil con su propuesta "Intento 0", de artes escénicas, en el Teatro Solís y me dije: "Esto es lo que yo quiero". Al otro día ya estaba en lo de Graciela, dispuesta a unirme a su grupo. Lo integré por 17 años hasta su disolución.
-¿Cuánto hay de biográfico en la propuesta conceptual de Tercer Fuerxa?
-Sí, yo lo bailo es porque lo viví. Hoy la gente me cruza y me dice: "Laura, qué bien que estás", "qué bien te veo". Y la verdad es que me costó mucho ser la Laura de hoy. Me costó mucho estar hablando sobre el espectáculo, dando este tipo de notas. Yo era de las que se encerraba a llorar o tenía una actitud más defensiva/agresiva. Me costó darme cuenta de que esa mujer que estaba peleada con el mundo, no era yo. También con Graciela Figueroa me formé como terapeuta psicocorporal en el sistema Río Abierto y eso fue fundamental para mi proceso.
-¿Dirías entonces que eras "la fatal", de verdad?
-Yo era la oveja negra. Imagínate que tengo una hermana bióloga y otra psicóloga. Los parámetros en mi familia eran muy diferentes. No fue fácil porque yo soy del interior, además. Durante 10 años venía todos los días al grupo de danza, muchas veces a dedo desde Maldonado. La vocación la tenía clara. Incluso probé asistencia social, educadora preescolar, comunicación. pero lo mío era bailar, más allá de que no era, quizás, lo esperado por los parámetros familiares. En la vida es muy importante saber lo que uno quiere. Y dejarlo ser y fluir sin mucha ansiedad, sin los "ataques de futuro", como dice Graciela (Figueroa). Me encanta esa expresión. Es muy importante tener los pies sobre la tierra para que las cosas funcionen.
-Hace un mes asumió tu marido, Yamandú Orsi, como presidente. ¿Cómo lo están viviendo desde la interna familiar?
-Es un lugar de mucha responsabilidad el que le toca a mi esposo y creo que lo está ejerciendo con la mayor seriedad que se merece el país. Es una persona que viene trabajando hace 20 años en la política y en gestión. Fue intendente de Canelones por 10 años, un departamento muy diverso, que es como un pequeño país. Eso le dio mucha experiencia. Con lo que respecta al poder y al ser humano, Yamandú es un hombre con los pies en la tierra. El poder trastoca a las personas de diferente manera. Por algo existe aquel dicho: "Si querés conocer a Fulanito, dale un carguito". Yo celebro que Yamandú siga siendo el mismo. Como familia obviamente que estamos movilizados. Todo el mundo dice: "Ay, qué bueno", pero también qué sacrificio. Porque estar al lado de un presidente de la República no es fácil. No es cualquier cosa. Si bien en este país no existe la figura de primera dama, ya no soy una persona anónima. En mi caso, además, soy artista escénica y no sé si hay antecedentes en el pasado de esposas de presidentes que hayan sido artistas, por lo que puede ser raro para la gente y para mí misma. Pero la verdad es que en el fondo somos dos personas muy simples, con una familia muy simple.
-Hubo primeras damas que asumieron diferentes roles. En tu caso, ¿te imaginás en alguna función?
-Yo por ahora soy madre de mellizos de 12 años. Tengo un espectáculo para llevar adelante con el cual pienso seguir. Me encantaría moverlo para diferentes lugares y hacerlo en espacios públicos, al aire libre, para llevar el arte a la gente que no accede a un teatro habitualmente. Se pensó para eso en un principio. Mi vida va a ir por ahí. ¿Quién te dice que esta obra, en este momento de una circunstancia particularísima de mi esposo y de mi familia, sea una puerta de entrada para llegar a muchas personas, que puedan acceder a un teatro o que estén en una plaza y aparezcamos nosotros haciendo la función? Si algún esponsor lo hace posible, allí estaremos.
-¿En tu vida nunca pensaste en una carrera política?
-No. Yo nací en el 70. La posdictadura me encuentra en un Montevideo muy fermental. Soy de esa generación de los que salimos corriendo hacia el arte como forma de expresión. Siempre fui votante de Frente Amplio y la primera elección que me tocó fue la del voto verde, que no salió en 1989. Tenía 19 y fui al circuito toda vestida de verde. Pero mi lugar ha sido siempre ese: la militancia desde la expresión artística y del voto. Nada más. No tengo ninguna chispita ni ganas, ni se me cruza por la cabeza la política partidaria. En el fondo, seres políticos somos todos, solo que ejercemos de diferente manera. En mi caso, con la danza, con la docencia o caminando por la calle. Si alguien se cae, soy de las que ayudo, no miro para otro lado.
-Orsi bailó en su juventud danza folclórica. ¿Son de bailar en la actualidad?
-Yamandú es una persona muy musical, que tiene muy buen humor, que así como lo ven, es. Le gusta moverse y nos divertimos mucho en ese sentido. Es muy buen asador también y muy buen cocinero. En casa, es el referente de la cocina: hace unas pizzas exquisitas. También es un gran padre. Cuando hubo que apechugar con los mellizos siendo chiquitos, porque criar a dos al mismo tiempo no es sencillo, él siempre estuvo. Es un padre muy presente.
-El 1° de marzo saludaste efusivamente en el balcón del Palacio Esteves, un gesto que generó algunas críticas. ¿Qué te provocaron las repercusiones?
-Fue un gesto espontáneo de una persona que no es política y que estaba celebrando con alegría. Me salió así porque así lo hubiera hecho abajo, en la calle. No era más que eso. Pero que todo el mundo se quede tranquilo que a mí la política partidaria no me interesa, no quiero ningún cargo ni nada que se le parezca. Yo quiero seguir con la expresión y con el arte, que es lo que me salva la vida.