La serendipia
Ese es el mayor de los riesgos de nuestro tiempo: que todo esté mapeado y organizado, y que nuestras vidas se parezcan cada vez más a un guion que a una aventura.
Ha sido una semana intensa de celebración del Día del Libro. Por todas partes se lo celebra, ¿pero qué lugar ocupan de verdad los libros en nuestra vida cotidiana? ¿Se conversa en las sobremesas familiares sobre los libros que leímos, se estimula de verdad en los colegios la "pasión de leer" de la que hablaba Gabriela Mistral?
Recordemos ese fragmento memorable de Mistral sobre la "pasión de leer": "La faena en favor del libro que corresponde cumplir a padres y maestros es la despertar la apetencia del libro, pasar allí al placer mismo y rematar la empresa dejando un simple agrado promovido a pasión (...). Hacer leer, como se come, todos los días, hasta que la lectura sea, como el mirar, ejercicio natural, pero gozoso siempre". Placer, pasión, no obligación ni "deber ser", transmisión por "osmosis": el que disfruta leyendo contagia a quien lo ve en esa fiesta. Más que discursos rimbombantes y declarativos sobre la importancia de leer, lo que se necesita es generar instancias, rituales de lectura compartida, en que se saboree el libro como se hace con un buen vino. Catas de lectura. Banquetes de poesía y literatura.
Entre los placeres que los libros nos procuran está el de la "serendipia". La palabra significa "hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual". Joan Usano, librero de la mítica librería Takk, en Andrés Fuenzalida, en Providencia, me dice -en una conversación en mi programa de radio- que la "serendipia" se está perdiendo, que las nuevas generaciones no la practican. ¿En qué consiste la serendipia de los libros? En dar vueltas alrededor de los mesones de una librería, flaneando entre los libros, hojeando, curioseando, abiertos a encontrarnos con un hallazgo: un autor o libro que no conocíamos y que se nos aparece de pronto. Para los surrealistas el azar era fundamental: ellos hablaban del "azar objetivo" que nos puede proveer de encuentros inesperados en la ciudad, como la de Nadja, la mujer con que se encuentra André Breton en París. Julio Cortázar nos da un ejemplo de esa espera en su novela "Rayuela": el personaje no se cita con su propia Nadja, la Maga, sino que se dispone a esperarla que aparezca por el Pont des Arts, convencido "de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo dentífrico". Esas serían "serendipias callejeras".
Yo quiero elogiar la serendipia libresca, uno de los placeres más importantes en mi vida. Por eso prefiero buscar un libro en una librería que encargarlo por correo. ¿Acaso vamos a encargar un café por delivery , en vez de darnos el tiempo de ir a una cafetería y sentarnos a tomar morosamente un café, abiertos a la posible aparición de una maga o un mago, de la magia del azar? Joan, el librero, constata que las nuevas generaciones llegan a la librería a pedir un libro que ya saben que está (lo investigaron en alguna plataforma) y, luego de comprarlo, se retiran raudos del lugar. Eficiente y pragmático, claro. Pero no saben lo que se pierden: en la librería Takk y en otras librerías he tenido conversaciones notables, inesperadas y he llegado por azar a libros a los cuales nunca habría llegado buscándolos. Ese es el mayor de los riesgos de nuestro tiempo: que todo esté mapeado y organizado, y que nuestras vidas se parezcan cada vez más a un guion que a una aventura. "Todo funciona", se quejaba Martín Heidegger al describir la tecnificación del mundo. Hay que saber perderse y saber también perder el tiempo, confiar más en el azar, para derrotar a Cronos (implacable dios que rige calendarios y pautas diarias) y entrar en el reino de Kayrós. La "serendipia" podría constituirse en una forma de resistencia íntima y efectiva a la dictadura de Cronos y de su aliado el algoritmo, porque extraviarse entre los libros es la mejor manera de encontrar "lo otro" y de encontrarse. !Viva la serendipia¡