Martes, 06 de Mayo de 2025

Maynard Miranda y Darío Hernández, los cubanos que no conocían de danza y hoy son primeros bailarines del BNS

UruguayEl País, Uruguay 6 de mayo de 2025

Maynard Miranda está hace más de tres años en la compañía que dirige María Noel Riccetto, y Darío Hernández, hace más de dos. Hablan de su carrera, el entrenamiento y "El lago de los cisnes".

Corren por el Auditorio Adela Reta, pero no se escuchan sus pasos. Es una imagen impactante. Maynard Miranda y Darío Hernández no solo tienen una técnica depurada, transmiten una energía que se convierte en arte sobre el escenario. Ambos son primeros bailarines del Ballet Nacional del Sodre (BNS), la compañía que encabeza María Noel Riccetto, e interpretan a Sigfrido, el trágico protagonista de El lago de los cisnes, que se presenta desde este jueves en el Auditorio Nacional del Sodre. Entradas por Tickantel.

Ambos nacieron en Cuba, no pensaban dedicarse a la danza y tuvieron caminos distintos antes de llegar a Uruguay, aunque sus historias tienen puntos en común, como el apoyo de sus familias y una fuerte disciplina que hoy los lleva a compartir el escenario en Montevideo.

Ambos interpretarán a Sigfrido, el protagonista de El lago de los cisnes, el clásico ballet con música de Tchaikovsky y coreografía de Raúl Candal. Se trata del título que más se representa en el mundo, y el que más veces ha hecho el BNS en los últimos 15 años.

A continuación, parte de la charla de Maynard Miranda y Darío Hernández con El País.

¿Cómo llegan al BNS?

Darío Hernández: Llegué en agosto de 2023. En ese momento era primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba. María (Riccetto) me escribió porque una coreógrafa que trabajó en Cuba, Gemma Bond, le habló de mí. Me pidió un video, y aunque al principio dudé porque era mi primera vez fuera del país, acepté. Era un salto grande: dejar a mis padres, independizarme, madurar. Pero lo hice. Me ofreció un contrato de solista y me advirtió que me despidiera del verano. Tenía razón: llegué con un frío tremendo. Pero la adaptación fue rápida. Me encantó el auditorio, los salones, el silencio, sentir la música. Y mis compañeros me recibieron como si me conocieran de toda la vida. Eso te da confianza. Mi debut fue con La viuda alegre como rol principal, y tuve muy poco tiempo para prepararlo. Pero funcionó. Desde entonces no paré: crecí mucho como bailarín y como persona. Y sigo aprendiendo.

Maynard Miranda: Yo en el Ballet Nacional de Cuba estuve muy poco. Me gradué y me ofrecieron contrato en el Ballet Nacional de Perú, donde estuve una temporada y media. Después fui a Rumania, donde bailé tres años. Desde Europa le escribí a una amiga dominicana que está en el Sodre, para ver si había oportunidades. Ella habló con María, enviamos videos con mi novia, y a la semana nos ofrecieron contratos de solistas. Año y medio después, a comienzos de 2024, nos promovieron a primeros bailarines. Justo al mismo tiempo que Darío.

¿Qué encontraron en el Sodre que los hizo quedarse?

Darío: Todo. El lugar, la compañía, el repertorio. Me encantó desde el inicio. Me sentí cuidado, respetado y bienvenido. Y eso te impulsa a dar más, a comprometerte. Aquí he tenido oportunidades que en Cuba recién comenzaban a aparecer. Desarrollé mi nivel artístico, conocí coreógrafos nuevos, y me volví más fuerte física y mentalmente.

Maynard: También el ritmo de trabajo. Es muy exigente, pero eso te hace crecer. Hay muchas producciones, se cambia rápido de un estilo a otro. Eso amplía el rango como artista. Me siento más versátil, más completo.

¿Cómo manejan la exigencia de ser primer bailarín?

Maynard: Cuidando el cuerpo. El ballet es una carrera corta y muy física. Siempre estamos al borde de una lesión, y hay que prestarle atención al cuerpo, darle su "cariñito", como decimos.

Darío: Los roles de primer bailarín son muy demandantes: hay mucha técnica, saltos, variaciones, y mucho "partnering" con las chicas, cargadas complejas. Siempre se busca la excelencia, y eso te lleva al límite. La jornada puede ser de nueve de la mañana a cuatro y media de la tarde, y muchas veces con ensayo todo el día. Son casi ocho horas de trabajo físico. El cuerpo se adapta, pero hay que cuidarlo.

¿Y cómo son con la alimentación?

Maynard: Yo no me alimento tan bien. Como milanesa, pizza, de todo. Pero hago mucho ejercicio. Hasta ahora me funciona, aunque sé que hay que ser más consciente.

Darío: Yo sí mejoré mi físico desde que llegué. Me veo más fuerte, y mis padres también lo notan. Me dicen "estás más lleno, más formado".

Maynard: Lo noto especialmente en la resistencia. Hay tantos ensayos, tantos ballets, grandes, clásicos y muy exigentes, que uno desarrolla más resistencia de la que tenía. Las jornadas son de nueve de la mañana a cuatro y media de la tarde, y muchas veces tenemos ensayo todo el día. Son casi ocho horas de ensayo, y el cuerpo se adapta al ritmo.

Y además hacen un repertorio bien variado, del clásico a lo más vanguardista.

Maynard: Sí, pasamos de El lago de los cisnes a las galas que son piezas neoclásicas contemporáneas, que es otro ritmo de baile y otra manera de mover el cuerpo. Y sientes dolores donde nunca habías sentido, porque están trabajando músculos que en el clásico no desarrollas.

Darío: A mí me gusta hacer neoclásico, me gusta cambiar un poco.

Maynard: A mí siempre me ha llamado más la atención el clásico, porque desde que entré en el mundo del baile, en mi mente siempre fue hacer clásico, fue lo que estudié. Yo no estudié contemporáneo ni neoclásico, eso se fue desarrollando cuando fue avanzando la carrera profesional. Fui aprendiendo, en las diferentes compañías a cómo moverme y reaccionar a ese tipo de coreografías. Y siento que el BNS me ha ayudado abrir mi mente para incorporar esos movimientos y poder ser un poco más versátil que es lo que siempre se busca en un bailarín.

¿Siempre quisieron ser bailarines?

Darío: No. De chico era muy elástico, me sentaba con las piernas detrás del cuello para ver tele. Mis padres vieron eso y me llevaron a una prueba. No sabía nada de ballet. Fui en calzoncillos, me hicieron poner malla. Eran 12 pruebas y si fallabas una, quedabas afuera. Pasé todas. Durante los dos primeros años me enfermaba seguido porque no quería estar ahí. Hasta que mi madre me habló claro: "¿Querés quedarte toda la vida en el barrio con tus amigos o querés conocer el mundo?". Ella me hizo ver que podía aspirar a más. Hoy, gracias a ella, estoy acá. Y ahora van a venir a Uruguay a verme bailar. Mi mamá es mi fan número uno, y es la única persona que me pone nervioso del público.

Maynard: Yo tampoco. Soy del interior, de Camagüey y mi familia es de músicos, pero el ballet no estaba en el radar. Una prima que estudiaba ballet notó que también me ponía en posiciones extrañas para mirar televisión, me llevó a hacer las pruebas, y quedé. Mi papá estaba muy en contra de eso, era cerrado y homofóbico. Fue mi abuela quien me apoyó. Él se enteró recién cuando ya me habían transferido de escuela y no había nada para hacer. Y al principio no me gustaba. Aprender posiciones era aburrido. Pero en tercer año vi bailar al Ballet Nacional de Cuba en vivo y me enamoré de esta profesión. Pasa que en Camagüey estaba atrasado, no teníamos internet. Recién en La Habana vi videos de grandes ballets y entendí lo que era ser bailarín. Gané una medalla de oro en un concurso y eso me permitió irme a estudiar a La Habana. Ahí se consolidó mi vocación.

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