Berenice Flores: "Una líder siempre debe estar entera"
Desde que entró a una sala de clases por primera vez en 1963, nunca ha dejado de enseñar. Hoy, con 79 años y a punto de cumplir 80, dirige el Colegio República de Colombia de Viña del Mar. En esta entrevista repasa su trayectoria, los momentos que marcaron su vocación y la profunda influencia de su hijo.
C uando Berenice Flores tocó, a los 17 años, la puerta del director de la Escuela de Matemáticas de la Universidad Católica de Valparaíso, no sabía que estaba iniciando una carrera que se extendería por más de seis décadas. Solo sabía que no podía quedarse en su casa sin hacer nada, tras no haber sido aceptada en la carrera de Arquitectura. Lo que comenzó como una alternativa improvisada, se transformó en una vocación inquebrantable.
Profesora de matemáticas, fundadora del Liceo Industrial de Miraflores, y desde 1990 directora del Colegio República de Colombia, ha trabajado en universidades, liceos técnicos y en la administración pública. Su historia está tejida con esfuerzo, pasión por enseñar y una conciencia profunda del valor de la educación pública.
Elegir el camino de la educación
-¿Quería ser profesora desde un principio?
"No, para nada. Desde siempre pensé que iba a estudiar arquitectura. Era buena para las matemáticas y también para el dibujo, entonces en ese tiempo se decía que una mujer con esas habilidades estaba hecha para ser arquitecta".
-¿Qué ocurrió entonces?
"Postulé a la Escuela de Arquitectura de la Católica de Valparaíso. Había muy pocas mujeres. Recuerdo que en la entrevista un profesor me preguntó por qué quería estudiar matemáticas y en qué momento lo había decidido. Yo le dije la verdad: que no sabía exactamente cuándo, que era algo que siempre me había gustado. Pero él insistía, hasta que me dijo algo que me marcó: que las mujeres solo iban a estudiar arquitectura para buscar marido. Eso fue muy duro. Y no quedé".
-¿Cómo terminó estudiando matemáticas?
"Un día fui a la universidad sin pensarlo mucho y, paseando por ahí, vi una plaquita en un pasillo que decía 'Director de la Escuela de Matemáticas y Física'. Toqué la puerta y le dije que quería estudiar. Le conté mi historia, le dije que no tenía plata, pero que no quería quedarme en la casa sin hacer nada. Me escuchó, me dio un papel y me mandó a matricularme. También me envió a hablar con la asistente social. Y así, al día siguiente ya estaba en clases".
Berenice hasta el día de hoy mantiene y cuenta este recuerdo con cariño. "A él le gustó mucho que yo fuera honesta. Porque no estaba inventando que a mí me encantaba la carrera de matemáticas y que me merecía estudiar esto. Solo le dije la verdad de mi historia", agrega.
-¿Cómo fue su primera clase como profesora?
"Me acuerdo perfectamente hasta de la fecha. Fue el 11 de septiembre de 1963. Yo llevaba apenas cinco meses en la universidad. Acompañé a un compañero a un liceo vespertino, y el inspector me preguntó qué estudiaba. Le dije que matemáticas, y volvió con un libro de clases. Me dijo: 'Señorita, vaya y tome el curso'. Era un quinto humanidades, lleno de adultos. Yo no tenía experiencia, pero entré igual. Hice lo que había visto hacer a mis profesoras: pasé lista y pregunté qué habían visto la clase pasada. Desde ese día no he dejado de hacer clases".
-¿Nunca pensó en retomar la idea de estudiar arquitectura?
"Sí, de hecho al año siguiente postulé a la Universidad de Chile, di el examen de admisión y quedé en arquitectura. Pero ya estaba tan metida en las clases, tan contenta con lo que estaba haciendo, que ni siquiera fui a retirar los papeles. Me quedé en matemáticas. Me fui quedando porque me gustaba tanto lo que estaba haciendo".
-¿Cómo fue su paso por la universidad, ya de profesora?
"Me tocó hacer clases en muchas carreras: ingeniería, oceanografía, construcción civil, incluso arquitectura".
Enseñándoles a quienes pudieron ser sus compañeros, recuerda: "Los arquitectos de la Universidad Católica de Valparaíso eran muy especiales, muy vanguardistas. Una vez llegué a hacer clases y no había nadie en las sillas. Estaban todos sentados en el suelo. Así eran", comenta entre risas. "Yo no les dije nada. Hice la clase con ellos en el suelo sin que me preocupara".
La vuelta a los colegios
-¿Y cómo llegó a ser fundadora del Liceo Industrial de Miraflores?
"En 1966, con la reforma de Frei Montalva, se masificó la educación. Se crearon los séptimos y octavos básicos. Pero no había profesores. El liceo partió funcionando en tres sedes distintas: el Liceo Guillermo Rivera, los Sagrados Corazones y en Los Castaños. Íbamos de un lugar a otro durante el día. Hasta que se construyó la sede definitiva. Me quedé ahí hasta 1990".
-¿Y fue entonces cuando asumió la dirección del Colegio República de Colombia?
"Sí. Me vine en forma definitiva y dejé los otros colegios. Era una responsabilidad mayor. Llevaba muchos años haciendo clases, pero esto era otra cosa. Desde entonces han pasado 35 años. Y he seguido con todo: lo académico, lo administrativo y también la vida cotidiana del colegio".
Los estudiantes que han pasado por sus clases todavía la recuerdan. "Fue el padre de una alumna del Colegio República de Colombia, que además fue mi estudiante en el Liceo Industrial de Miraflores, el que me postuló para el reconocimiento de Líderes Mayores", cuenta.
-¿Cómo ha cambiado el colegio bajo su dirección?
"Cuando llegué era un colegio solo de mujeres. Hoy es mixto. También lo convertimos en liceo polivalente, con dos líneas: una científico-humanista y otra técnico-profesional. Porque nuestras alumnas necesitaban herramientas para entrar al mundo laboral rápidamente. Tenemos Atención de Párvulo y Atención de Enfermería".
-También trabajó en la Corporación Municipal, ¿cómo fue esa experiencia?
"Fui jefa de personal, directora de Educación y gerente subrogante. Era una corporación enorme, con más de 3.000 funcionarios. Me tocó conocer desde el personal de salud hasta los panteoneros del cementerio. Siempre fui de bajo perfil, nunca decía quién era. Observaba cómo funcionaban las cosas. Aprendí muchísimo".
-Además de todos los niños a su cargo, fue madre...
"Tuve un solo hijo, Carlitos Andrés, un verdadero guerrero. Desde joven enfrentó problemas renales: comenzó a dializarse, recibió un trasplante y vivió diez años con su nuevo riñón. Aun así, estudió, se tituló como ingeniero y trabajó en Santiago, sin nunca quejarse. En 2022, una bacteria afectó su organismo ya debilitado, y lamentablemente no logró resistir. Falleció hace dos años y cinco meses".
-¿Cómo ha enfrentado su pérdida?
"Estoy sentada en su pieza mientras hablamos. Le hablo todos los días. Tengo un cuadro con una foto de él y, cuando voy saliendo de la casa en las mañanas le digo: 'Vamos a la guerra, pero tú sabes que en la tarde llego triunfante'. Él siempre me decía que nunca debía dejarme ver mal. Que una líder siempre tiene que estar entera. Yo aprendí mucho de él".
-¿Sigue trabajando en la PAES?
"Sí. Desde 2007 soy secretaria de admisión de la Universidad de Chile. Estoy a cargo de Viña del Mar, Concón, Quintero y Puchuncaví. Me encargo de que los locales cumplan con las condiciones, de coordinar a los examinadores, y de recibir las pruebas con Carabineros. Tengo un grupo de profesores jubilados que me ayudan todos los años. A ellos les digo mis 'yeyos'".
Para Berenice Flores, los profesores jubilados son esenciales para su trabajo, por todo su conocimiento y experiencia. "Los profesores más jóvenes tienen esa esencia con más energía, pero son un poco menos formales. Mis 'yeyos' le dan esa patita de formalidad", agrega.
-La sociedad chilena ha estado hablando mucho sobre la edad de jubilación para los trabajadores...
"Sí. Por edad, seguramente el nuevo sistema SLEP me va a invitar a hacerlo. Pero yo estoy totalmente activa, y cosas que hacer no me faltan. Me junto todos los años con mis exalumnas del Liceo 1, con las generaciones del Industrial. Nos hemos acompañado en las buenas y en las malas. Algo bueno dejamos, si nos siguen llamando".