Jueves, 12 de Junio de 2025

La democracia se salva con más democracia: falacia

ChileEl Mercurio, Chile 10 de junio de 2025

Si la democracia es un bien, ¿qué tiene de malo que se extienda a todo ámbito de la vida social y hasta familiar? Mucho.

Se trata de una divisa contagiosa, repetida una y mil veces. Ocupó un lugar destacado durante el estallido. Para tiempos de paz relativa -eso caracteriza a una democracia- es un suntuario que después se convierte en fruto envenenado. Su tentación ha retornado al ruedo con la triestamentalidad.
Pues, ¿qué se entiende por "más democracia"? Tomada de manera literal, querría decir que los soldados deberían votar por quiénes deben ser sus generales; que enfermeros y funcionarios deberían votar por los médicos que ejerzan la cirugía; que los alumnos junto a sus profesores -estos, elegidos en parte con su voto- deberían evaluar en común los exámenes. O que en elecciones campales se elijan los jueces, como suicidamente se está practicando en México. ¿Suena grotesco afirmarlo? Era la consigna tácita que animaba al proyecto constitucional de la Convención, de la cual nos salvamos el 4 de septiembre del 2022. Y es lo que, como uno de los ejemplos anteriores, se debe vivir en la vida universitaria con recurrencia, según lo hemos visto ahora último. Si este propósito se lleva a la práctica, tras un período de aparente hermosura (o delirio), viene la atomización del poder que ineluctablemente deviene en su otra cara, el advenimiento de un César o un Stalin. Cada uno se refugiará donde pueda.
Se podría decir que si la democracia es un bien, ¿qué tiene de malo que se extienda a todo ámbito de la vida social y hasta familiar? Mucho. Se olvida que todo, absolutamente todo en la vida tiene límites; se ignora el consejo de Albert Camus acerca del "pensamiento de los límites", sin el cual, añadimos, no existe una civilización saludable. Porque no por necesaria que sea la seguridad interna y externa, se va a sacar la conclusión de que un país debe transformarse en un Estado militarizado y guerrero hasta en el último átomo de su vida. Sería insoportable. Lo mismo es válido para los ámbitos económicos o religiosos, y tantos más.
Entonces, al limitar el alcance de la democracia, ¿no se le estará restando un dinamismo necesario para su espíritu, para las emociones que debe evocar todo aquello que tenga el vigor que agite al espíritu humano, y le proporcione esperanza de un futuro mejor? Puede ser, pero hay que identificar bien lo que es y no es la democracia.
Se trata de un orden político que, antes de la modernidad, tuvo prefiguraciones y hasta creaciones del pensamiento que nos acompañarán para siempre (Aristóteles; o el discurso de Pericles), pero que solo alcanza una relativa madurez en los últimos dos siglos y medio, en algunas partes de la tierra: división de poderes, Estado de derecho, sistemas electorales competitivos, opinión pública con debate político.
Pertenecen a otro orden algunos aspectos que la estabilizan, que le son contiguos, pero que la democracia misma no los puede producir, sino que constituyen creaciones fundamentalmente de la sociedad civil en cierto grado articulada con el Estado: educación, seguridad social, desarrollo económico, establecimiento de la tendencia hacia una relativa igualdad, etc. En suma, aquello que cuando yo era estudiante se llamaban los procesos de modernización económica y social. Hay que añadir que, para que sea una democracia modelo, debe crear esa sociedad donde la mayoría de la población viva un nivel de vida propio de la clase media de un país desarrollado. Nada es garantía perpetua. Sucede que sin esos factores la democracia es demasiado frágil, como nos sucedió hasta 1970. La democracia está siempre acechada de peligros de erosión. Llevarla a elección universal en todos los órdenes de la vida es una de las formas seguras de derruirla.
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