Domingo, 15 de Junio de 2025

¿Es el liberalismo una utopía?

UruguayEl País, Uruguay 15 de junio de 2025

El Ciudadano | Montevideo
@|¿O el principio de una verdadera emancipación cultural basada en el sentido común?

En el mapa político tradicional, nos enseñaron a ubicarnos entre dos caminos: izquierda o derecha

El Ciudadano | Montevideo
@|¿O el principio de una verdadera emancipación cultural basada en el sentido común?

En el mapa político tradicional, nos enseñaron a ubicarnos entre dos caminos: izquierda o derecha. Como si nuestras convicciones, aspiraciones y decisiones tuvieran que encajar forzosamente en esas dos etiquetas nacidas hace más de un siglo. Pero, ¿y si todo esto fuera más un reflejo cultural que una necesidad real? ¿Y si pudiéramos liberarnos de esa doctrina binaria que ha condicionado generaciones enteras?

Imaginemos un triángulo. Tres vértices: uno representa a la izquierda, otro a la derecha, y el tercero al liberalismo. El triángulo como el gobierno democrático se sostiene en el equilibrio de esas tres fuerzas. Si uno de los vértices se vuelve hegemónico y elimina a los otros, la figura se desmorona. Lo hemos visto en la historia una y otra vez: dictaduras de derecha o de izquierda que eliminan el vértice de la libertad, borrando al individuo, anulando la conciencia crítica.

Pero nunca hemos visto un régimen liberal que suprima los otros vértices. Porque el liberalismo no impone, no uniformiza: razona. Y ahí está su mayor virtud. y también su mayor amenaza para quienes prefieren pueblos obedientes antes que ciudadanos libres.

El liberalismo no es una utopía. Es una revolución cultural pendiente. Una revolución que no necesita pancartas, ni masas, ni dogmas. Necesita algo mucho más poderoso: recuperar el sentido común como fundamento de la vida pública.

Mientras la izquierda pretende imponer una sola verdad bajo la bandera de la justicia social, y la derecha ofrece un catálogo cerrado de valores tradicionales, el liberalismo promueve una cultura del pensamiento libre, donde no se repiten discursos ajenos, sino que se razona, se duda, se compara y se decide.

El liberalismo no te dice qué pensar. Te enseña a pensar. No te ofrece el camino, sino la brújula. Y esa brújula es el sentido común: la capacidad de evaluar, elegir y asumir sin intermediarios ideológicos.

Como todo cambio cultural profundo, no se trata de apagar una llave, irnos a dormir y despertar al día siguiente con el liberalismo instalado y operativo, como si el pasado hubiera desaparecido. No. La realidad nos enseña que los cambios verdaderos se dan con tiempo, con paciencia, con coherencia. y sobre todo, con la lógica simple y poderosa del sentido común. Cada paso debe ser entendido, razonado y compartido. Porque si no se comprende, no se transforma. Y si no se transforma, no perdura.

Hoy el liberalismo pone sobre la mesa ideas, borradores y sugerencias que estimulan ese cambio cultural que es fértil campo para una nueva concepción social, económica y política. No pretende imponer, sino invitar a pensar. No se proclama dueño de la verdad, sino sembrador de preguntas.

Por eso el liberalismo no niega a la izquierda ni a la derecha. Aprende de ambas, pero se libera de sus cadenas. Integra lo mejor, pero no se subordina a ninguna. Y eso lo vuelve peligroso para quienes viven del enfrentamiento eterno, del "o estás conmigo o estás contra mí".

Hoy Uruguay necesita algo más que cambios de partido. Necesita un cambio de cultura. Una ciudadanía que se reconozca libre, crítica, madura. Que no repita consignas, sino que pregunte. Que no delegue su poder, sino que lo ejerza. Que no se conforme con etiquetas, sino que busque sentido.

Porque cuando el sentido común vuelve a ser el centro de nuestra cultura política, dejamos de ser masa. y empezamos a ser República.
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