Por Fabiola León-VelardeDoctora en Ciencias
La ciencia, tecnología e innovación ha avanzado en el Perú durante la última década, pero aún carece de la inversión y el protagonismo que requiere para responder a los desafíos globales y construir un desarrollo sostenible
Por Fabiola León-VelardeDoctora en Ciencias
La ciencia, tecnología e innovación ha avanzado en el Perú durante la última década, pero aún carece de la inversión y el protagonismo que requiere para responder a los desafíos globales y construir un desarrollo sostenible. El contexto internacional exige que apostemos con más decisión por el fortalecimiento de nuestras capacidades científicas, lo que permitirá consolidar un ecosistema alineado con nuestras prioridades estratégicas.
Desde la pandemia del COVID-19, hablar de ciencia y tecnología en el Perú ya no es ajeno al debate público. En los últimos años, con el respaldo de créditos del BID, el Banco Mundial y la CAF, se ha articulado mejor el sistema nacional de investigación para el desarrollo; se han financiado proyectos estratégicos en sectores como agricultura, pesca y acuicultura; se han repatriado más de 200 investigadores desde centros de excelencia del extranjero; y se ha promovido el sistema de patentes. Actualmente, ProCiencia, unidad ejecutora del Concytec, implementa un valioso programa de fortalecimiento de doctorados en seis universidades públicas.
A ello se suma el surgimiento de investigaciones competitivas en áreas como genómica, nano y biotecnología, ciencia de datos, robótica, ciencias del mar y epidemiología, entre otros. También se han generado mejores experiencias de articulación entre la academia, el sector productivo y el Estado, aunque aún de forma incipiente.
Sin embargo, debemos hacer mucho más. La inversión pública total en ciencia y tecnología representa apenas el 0,16% del PBI, muy por debajo del 1% recomendado por organismos como la OCDE, a la cual aspiramos ingresar. Esta cifra nos ubica entre los países de menor gasto relativo en América Latina, lo que limita nuestra capacidad de generar conocimiento útil, formar talento altamente calificado y dar respuestas eficaces a retos como la salud pública, el cambio climático, la seguridad alimentaria o la transición energética.
No se trata solo de cifras. Como advirtió el premio Nobel de Economía Paul Krugman, presenciamos indicios del debilitamiento de uno de los sistemas científicos más robustos del mundo, pues resulta sorprendente que en Estados Unidos se apliquen recortes presupuestales drásticos a los Institutos Nacionales de Salud y la Fundación Nacional para la Ciencia, y que se amenace la autonomía de universidades líderes como Harvard.
Ante la limitada inversión nacional, el Perú ha colaborado históricamente con universidades y fondos de investigación de países desarrollados, siendo Estados Unidos un socio clave. Pero si ese respaldo se debilita, tendremos que asumir con mayor urgencia la responsabilidad de financiar y promover nuestra propia ciencia. Más que una dificultad, esto debe entenderse como una importante oportunidad para fortalecer capacidades nacionales, impulsar innovación desde nuestras ventajas geográficas y nuestra riquísima biodiversidad y reducir así la dependencia tecnológica.
La ciencia ya no está completamente ausente del discurso político, pero necesita traducirse en compromisos concretos, como mayor inversión pública, estímulos a la participación privada, fortalecimiento institucional y el fomento de una cultura que valore el conocimiento como motor de desarrollo.
El compromiso de adhesión del Perú a la OCDE puede ser un catalizador para este cambio. No se trata solo de cumplir estándares, sino de asumir una visión de país basada en la ciencia, creatividad e innovación. Este esfuerzo debe expresarse con urgencia en el proceso electoral que se avecina, es una oportunidad decisiva para poner la ciencia en el debate público.
No podemos seguir esperando. Es momento de exigir compromisos reales, no solo promesas. El futuro del Perú no puede seguir basándose en la improvisación, sino en el talento, en la evidencia que proporciona la investigación, y en una visión de largo plazo; para eso, necesitamos una política de Estado que apueste decididamente por una mayor inversión en nuestro desarrollo científico y tecnológico.