Jueves, 26 de Junio de 2025

La otra víctima de Medellín

UruguayEl País, Uruguay 25 de junio de 2025

Es tiempo de recordar no solo a Carlos Gardel, sino también al poeta que le dio alma a sus tangos: Alfredo Le Pera.

Cada 24 de junio evocamos la partida de Carlos Gardel, y el de ayer fue muy especial porque se cumplieron 90 años del trágico accidente aéreo en Medellín. En la efemérides siempre se pone el foco en el Mago y poco en otra de las víctimas del siniestro: el poeta Alfredo Le Pera, autor de muchas de las letras de sus tangos y guionista de sus películas.

Es una injusticia histórica que su recuerdo haya quedado subordinado al del célebre cantor, porque buena parte del mito gardeliano se funda en la estatura poética de sus obras.

Desde la óptica hedonista y hueca de mucha música popular actual, suele criticarse al tango por su visión desencantada y triste de la vida, su recurrencia en el amor no correspondido y traicionado. "Un bajón", decíamos ya en los 80, cuando éramos jóvenes. Pero la importancia de una corriente artística o un género musical no se mide por la buena vibra que trasmita, sino por su calidad. Mucho tuvo que ver con esto Alfredo Le Pera, un hijo de italianos nacido en Brasil que se crio en Argentina y desarrolló una vasta carrera como crítico, dramaturgo y productor de espectáculos. Dicen sus biógrafos que era un gran lector y que nuestro Julio Herrera y Reissig estaba entre sus autores preferidos.

La vida lo llevó por distintos países, llegó a entrevistar a Alfred Hitchcock en Londres y subtitular películas mudas en París, así como escribir y dirigir decenas de espectáculos musicales. Pero pasó a la historia por la poesía de sus letras de tangos, de un lirismo sutil y original.

En "Silencio" realiza un alegato pacifista, con la genialidad de contraponer a la misma altura de dos estrofas sucesivas, el arrorró mi niño de un coro de madres versus las clarinadas de un llamado a la guerra: "Y la viejecita de canas muy blancas / se quedó muy sola / con cinco medallas / que por cinco héroes / la premió la patria".

El mismo juego de paralelismos antitéticos inspira la letra de "Cuando tú no estás". Allí se describen imágenes paradisíacas asociadas a la presencia de la persona amada, contraponiéndolas a la negrura de su ausencia.

En "Soledad" poetiza sobre el desamor con versos notables: "En la plateada esfera del reloj / las horas que agonizan se niegan a pasar. / Hay un desfile de extrañas figuras / que me contemplan con burlón mirar".

Pero el tema que más me conmueve es "Sus ojos se cerraron". Se dice que lo compuso inspirado por el deceso de su novia, una joven bailarina inglesa que falleció en sus brazos: hay una verdad en el desamparo que expresa, que conecta con los momentos más tristes de quien la escucha. ¿Quién no ha sentido el desgarro de ver al mundo indiferente al propio dolor? Así lo poetiza Le Pera: "Y mientras en las calles / en loca algarabía / el carnaval del mundo / gozaba y se reía". ¿Quién no se ha rebelado contra la injusticia de la muerte prematura de un ser querido? Así lo expresa él: "Por qué sus alas, tan cruel, quemó la vida. / Por qué esta mueca siniestra de la suerte. Quise abrigarla y más pudo la muerte. / Cómo me duele y se ahonda mi herida." ¿Quién no ha percibido con espanto la inminencia del final, al mirar a los ojos a un ser querido agonizante? Así lo traduce: "Y escondida en las aguas / de su mirada buena / la muerte agazapada / marcaba su compás".

La calidad de la música popular es una síntesis de la estatura cultural de la comunidad que la genera. El tango nació de una manera espontánea en ambientes marginales; se dice que "El choclo" tiene ese título porque su letra original se burlaba explícitamente de los órganos sexuales, cantándose y bailándose en ambientes prostibularios.

Sin embargo, hubo varias generaciones de músicos y poetas que elevaron al género y con ello moldearon culturalmente a sus sociedades.

Cuando uno escucha esos reguetones terrajas que se disfrutan tanto en los asentamientos como en los bailes de 15 de las familias pudientes, se pregunta si las actuales debilidades sociales no tendrán su origen en ese contexto cultural pauperizado y decadente.

Aquel siniestro del 24 de junio de 1935 simboliza una de las tantas y sucesivas muertes de la cultura de calidad. Las causas nunca quedaron del todo claras: si hubo un enfrentamiento a tiros dentro de la cabina, por una disputa ocasional; si el avión despegaba con sobrepeso; si falló uno de sus tres motores; si el piloto quiso hacer un "finito" a otra aeronave que estaba en la pista, como broma, y le salió mal.

Lo cierto es que la tragedia podía haber sido aún más grave, porque se cuenta que uno de los invitados a subir a ese avión era un bandoneonista muy joven, de apenas 14 años, que Gardel había conocido en New York y a quien había invitado para sumarse a su gira: Astor Piazzolla. El genio adolescente no fue de la partida porque su padre no lo autorizó, y con esa decisión salvó la vida de quien, décadas después, enriquecería al tango y a la música universal con obra inmortales.

Gardel, Le Pera, Nonino, Astor. La poesía se extingue pero siempre encuen- tra, incluso por mero azar, el camino para renacer.
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