Domingo, 29 de Junio de 2025

América Latina debe buscar la no alineación activa

Costa RicaLa Nación, Costa Rica 28 de junio de 2025

Mientras el viejo orden se desvanece, América Latina explora un camino de no alineación. La región busca definir su futuro entre la inestabilidad de EE. UU. y el ascenso de China, priorizando sus intereses.

Vivimos tiempos turbulentos. El orden internacional de posguerra que Estados Unidos diseñó y construyó está esencialmente en crisis, y el multilateralismo -su principio rector-, sometido a serias tensiones.

Este declive viene de lejos. Durante las crisis petroleras de los años 1970, los países en desarrollo, en respuesta a las debilidades percibidas del sistema global, impulsaron el Nuevo Orden Económico Internacional para promover sus intereses. El 1 de mayo de 1974, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó incluso la "Declaración sobre el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional". Pero, luego, el progreso fue escaso o nulo, a pesar de que la cuestión resurgió durante la crisis de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos en 2008.

El golpe definitivo al orden basado en reglas llegó con el regreso del presidente estadounidense, Donald Trump, a la Casa Blanca. Los aranceles exorbitantes de su administración, las amenazas de anexión, las violaciones de normas internacionales básicas y las órdenes ejecutivas que retiran a Estados Unidos de organizaciones y acuerdos multilaterales han creado un entorno de extrema incertidumbre. Es cierto que Trump se ha retractado con frecuencia de sus decisiones. Pero estos cambios de actitud han sido en respuesta a la presión de los mercados y de los inversores, no a contrapesos institucionales como el Congreso o la Corte Suprema.

En resumen, la "hiperpotencia" mundial ha abandonado su papel de liderazgo y se ha convertido en una fuente de inestabilidad. La erosión de la posición global de Estados Unidos durará más que la era Trump, porque gran parte del daño es irreversible. En los últimos años, el apoyo a la democracia liberal, los derechos humanos, el libre comercio y el multilateralismo -pilares clave de la hegemonía estadounidense- ha disminuido, y estos principios ya no guían la política exterior de Estados Unidos. La administración actual no es la única culpable; la impunidad con la que el gobierno del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cometió crímenes de guerra en Gaza con armas proporcionadas por Estados Unidos durante la administración del presidente Joe Biden también ha corroído los cimientos morales del liderazgo estadounidense.

En este contexto, la reconstitución del viejo orden parece poco probable. Estados Unidos es una sombra de lo que fue. Ha perdido fuerza económica, supremacía tecnológica, respetabilidad política, autoridad moral y, quizá lo más importante, la confianza de gran parte del mundo. Mientras tanto, China ha surgido como aspirante al liderazgo mundial, convirtiéndose en la primera potencia comercial del mundo y superando a Estados Unidos en términos de PIB (a precios de paridad de poder adquisitivo).

China se ha presentado como defensora del libre comercio y del multilateralismo que puede llenar el vacío dejado por la retirada de Estados Unidos, convirtiendo al país en una fuerza estabilizadora -al menos hasta cierto punto-. En lugar de difundir sus convicciones ideológicas por todo el mundo, como en la época de Mao, el gobierno chino está más interesado en buscar oportunidades de negocios y asegurarse el acceso a las materias primas. A veces eso significa establecer puntos de apoyo económicos y de seguridad más permanentes en los países, como ha hecho en Sri Lanka, Perú y Argentina, entre otros. China también ha empezado a utilizar su influencia para obtener votos a favor de sus posiciones en organizaciones internacionales.

Dado que es probable que la lucha entre China y Estados Unidos por la hegemonía global se prolongue, América Latina debe encontrar urgentemente la manera de minimizar los riesgos y maximizar las oportunidades. Como uno de nosotros sostiene en un nuevo libro, The Non-Aligned World (El mundo no alineado), la "economía política de la no alineación activa" ofrece la mejor oportunidad para alcanzar estos objetivos. La no alineación activa exige construir un nuevo tipo de relación con ambas potencias que trascienda la vieja dinámica núcleo-periferia. En lugar de adoptar una política de alineamiento automático, los países latinoamericanos deberían perseguir intereses nacionales y regionales legítimos.

Por ejemplo, para mantener o ganar influencia en la región, es probable que China y Estados Unidos ofrezcan más zanahorias. Tal vez China intente ampliar su Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta, con su promesa de valiosas inversiones en infraestructura, en cuyo caso Estados Unidos podría hacer una oferta comparable. Los países latinoamericanos deberían elegir lo que más les convenga y rechazar los intentos de cualquiera de las dos superpotencias de presionarlos con mano dura o manipularlos.

El alineamiento histórico de América Latina con Estados Unidos ha dado como resultado demasiada intervención política y poco desarrollo. Pero lanzarse a los brazos de China sería un grave error. El gobierno chino antepone sus propios intereses a todo lo demás: su ayuda no es incondicional. Y, a pesar de la creciente importancia de China en el comercio, la tecnología y las finanzas, Estados Unidos sigue siendo una importante referencia política, económica, cultural y militar para América Latina.

Los distintos países de América Latina y el Caribe se enfrentan a diferentes limitaciones y oportunidades, por lo que la no alineación activa tiene sentido para la región. En Sudamérica -donde vive dos tercios de la población de la región-, China es el principal socio comercial de la mayoría de los países. Pero México y otros países centroamericanos están mucho más integrados con la economía estadounidense, por lo que les resultará más difícil reducir su dependencia de Estados Unidos.

El no alineamiento activo ofrece esperanzas a los países que quieren evitar convertirse en daños colaterales de un enfrentamiento entre superpotencias. En lugar de abogar por la neutralidad o el aislamiento, este enfoque aboga por defender los principios del derecho internacional y tomar decisiones autónomas guiadas únicamente por los intereses nacionales o regionales. También les permitiría a los países de la región ayudar a construir el nuevo orden mundial que surgirá inevitablemente de las ruinas del actual. El interregno puede ser largo y turbulento, pero los responsables de las políticas deben empezar a pensar ya en cómo construir un sistema internacional más equilibrado, socialmente inclusivo y ambientalmente sostenible.

Varios países latinoamericanos participaron activamente en los debates de posguerra que condujeron a la construcción del actual orden mundial. Esta vez, la región debería involucrarse aún más, pero idealmente después de haberse puesto de acuerdo sobre los principios básicos. Esto les permitiría a los gobiernos abordar la tarea desde una posición de fuerza y convicción, a pesar de sus importantes diferencias políticas e ideológicas. Quizás el mejor punto de partida sería una iniciativa adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas que reconociera el derecho de un país a no alinearse con ninguno de los dos bandos.

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Jorge G. Castañeda, exministro de Asuntos Exteriores de México, es profesor de la Universidad de Nueva York y autor de America Through Foreign Eyes (Oxford University Press, 2020). Carlos Ominami fue ministro de Economía de Chile y es coautor de The Non-Aligned World: Striking Out in an Era of Great Power Competition (Polity, 2025).

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