Pensemos en Colombia
Gran tristeza nos causó ver a un niño de cuatro años -sin que todavía pueda entender la dimensión de lo que ocurre- ante el cadáver de su padre asesinado; este, a su vez, en edad similar, sufrió la pérdida de su madre, también asesinada
Gran tristeza nos causó ver a un niño de cuatro años -sin que todavía pueda entender la dimensión de lo que ocurre- ante el cadáver de su padre asesinado; este, a su vez, en edad similar, sufrió la pérdida de su madre, también asesinada. El dolor y la general tristeza se prolongaron a lo largo de la ceremonia, en especial cuando escuchamos las sinceras palabras de la viuda. ¿Quiénes planearon y ordenaron el asesinato del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay? Esperamos que lo diga la justicia y que este crimen no quede impune, como ha ocurrido con tantos otros. Aquellas personas que, en redes sociales y en discursos, han dicho saber quiénes fueron los autores intelectuales tendrán seguramente pruebas al respecto y, si es así, están obligadas a denunciar y a presentar esas pruebas ante las autoridades judiciales competentes. De lo contrario, incurrirían en omisión de denuncia o en el delito de calumnia. Al parecer -según la Fiscalía-, se trató de un magnicidio de origen político, aunque no se puede descartar ninguna hipótesis. Por lo visto hasta ahora, fue una cadena criminal, con participación de varios coautores. El autor material: un menor de edad que, con frialdad indescriptible y completamente adiestrado, disparó contra una persona totalmente indefensa. Cabe reflexionar sobre lo que ocurre hoy en el seno de una Colombia que, a lo largo de muchos años, ha sido maltratada por la delincuencia de distintos orígenes. El mismo día de las exequias de Uribe tuvo lugar en el Huila un atentado contra otro congresista. A diario hay noticias sobre sicariato contra líderes sociales y masacres. Lord Acton escribió que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente. La historia ha mostrado, desde las épocas más antiguas, que tenía razón. Agreguemos: no solo es el ejercicio del poder. También corrompe -y mucho- la búsqueda desaforada de poder. En el deseo de derrotar al rival, con el objeto de asegurar el acceso al poder, muchos no entran en consideraciones de orden jurídico, moral ni ético. Prevalece su ambición, acompañada de intolerancia y agresividad. En la Colombia actual -que se dice democrática, libre y digna- subsiste una dañina polarización política y ha crecido una indeseable tendencia a la agresividad y al irrespeto. Se llegó al extremo de impedir que miembros del Gobierno acudieran a la ceremonia religiosa que se llevó a cabo en la catedral Primada. Así fue, y se evitó un bochornoso espectáculo de gritos y rechiflas. Pero es absurdo e irrazonable que, en una genuina democracia, el Presidente de la República -quien, a la luz de la Constitución, "simboliza la unidad nacional"- no pueda estar presente en las exequias de un senador de la República, todo por causa de las diferencias políticas existentes. Nuestros gobernantes y dirigentes de colectividades y partidos -que ejercen un liderazgo- deberían dialogar, concertar y pactar, con miras a instituir una sociedad civilizada, en la cual prevalezca el mutuo respeto y en donde se pueda disentir en materia política o ideológica, pero sin que ello implique acudir a la violencia, al insulto, la ofensa o la estigmatización. ¿Será imposible que se compita en política, pero sin odio ni amenazas, sin insultar, calumniar ni matar al contrario? Un apunte final: ¿cómo es posible que, por cuenta de la polarización y contra la soberanía del Estado colombiano, algunos compatriotas acudan a ministros, congresistas y funcionarios extranjeros para que desconozcan sentencias judiciales colombianas y propongan o adopten medidas contra el país? Según nuestra Constitución, "las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía nacional, en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por Colombia". Ante todo, pensemos en Colombia y en su pueblo.
Punto de referencia
José Gregorio Hernández Galindo