‘Si no estás en los huesos, no creen que tienes un TCA’
PILAR BOLÍVAR CARREÑO - ESPECIAL PARA EL TIEMPO
A la edad de seis, María Camila Casas empezó a vivir a dieta
PILAR BOLÍVAR CARREÑO - ESPECIAL PARA EL TIEMPO
A la edad de seis, María Camila Casas empezó a vivir a dieta. Ese fue, quizás, el primer hábito instaurado en ella y, mientras sus amigos solo querían divertirse, disfrutar su comida (sin culpa y sin catalogar alimentos como ‘buenos’ o ‘malos’) y divertirse, ella anhelaba ser flaca debido a la incidencia de su entorno familiar, donde el culto a la delgadez era el pan de cada día; de ahí que su cuerpo siempre haya sido el blanco de críticas y señalamientos por salir de los estándares socioculturales. Hoy, a sus 28 años, María Camila no solo puede asegurar que bajó esa montaña rusa entre la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón en la que cayó en 2012 -a la edad de 15-, sino que, además, asumió la titánica tarea de ayudar a cientos de personas de todas las edades, géneros y nacionalidades a descender de sus propias montañas rusas mentales. Estudió psicología clínica en la Universidad Javeriana, hizo un máster en trastornos de la conducta alimentaria de la Universidad Europea de Madrid y otro en terapias de tercera generación; se especializó en psicología clínica en infancia y adolescencia en la Universidad de La Sabana y también en trauma complejo, además de actualizarse continuamente en congresos internacionales y manteniendo el contacto con expertos mundiales en el diagnóstico y tratamiento de estas enfermedades mentales, como la psicóloga mexicana Eva Trujillo. Recientemente estrenó su segundo libro, Suelta la culpa al comer’ -el primero fue Mi amigo el espejo, publicado en octubre de 2023 también por Editorial Planeta- que trasciende la motivación que puede inspirar su testimonio de tránsito y sanación de un TCA para convertirse en una herramienta clave para pacientes, familias y círculos de apoyo de quienes tienen indicios o han sido diagnosticados con algún problema en su relación con el cuerpo y la comida. "Quise que no se centrara en las personas que han padecido un TCA -pacientes, amigas y mi propia historia- y por ende, incluí también los puntos de vista y las infinitas dudas que aquejan al entorno del paciente, ya que estos trastornos afectan a todo mundo: familia, amigos, parejas, hermanos, etc.". ¿Cuál fue el capítulo que le implicó mayor dificultad? Hubo varios, pero el que más me costó fue el abordaje del cuerpo ideal versus el cuerpo real; no fue fácil saber cómo escribirlo para que la gente entienda que tenemos una idea de lo que quisiéramos ver en el espejo, pero que esa idea, la mayoría de las veces, no va a ser. Poder transmitirle al lector que aceptar el cuerpo real no es simplemente resignarse a él, sino que es entender que ese cuerpo ideal viene de unos aprendizajes que hemos tenido en la vida; hay que soltarlo y, como tal, hacerle duelo, porque tal vez no concuerde con el cuerpo con el que se nace. No quería que la gente lo interpretara como un capítulo que los atacara diciéndoles que nunca cumplirán ese objetivo que tienen en mente, sino que entendieran que ese objetivo (el cuerpo ideal) es irreal, viene de estándares de belleza y aprendizajes. ¿Un paciente con TCA sí llega a aceptar su cuerpo recuperado? Con mucha terapia, sí. Se piensa que sanar la relación con el cuerpo es como cruzar un campo de flores todo el tiempo y que el resto de la vida, la persona se verá al espejo y se amará; pero, para mí, la aceptación corporal es verme al espejo y no tratarme mal, aunque no me guste lo que vea. Y no tratarme mal es seguir comiendo lo que debo comer para que mi cuerpo esté sano -en lugar de verme al espejo, no gustarme lo que veo e ir a hacer otras 15 dietas-. La aceptación corporal no es amarse todo el tiempo, sino aprender que ese es el cuerpo que me acompaña a muchas otras cosas, a cumplir metas y sueños, a abrazar a mi familia y amigos. ¿Y cómo no caer en la trampa de la justificación y la romantización de la obesidad en este proceso de aceptación del ‘peso natural’ que llega con la recuperación de un TCA? Los pacientes de trastornos de la alimentación viven un drama constante de blancos y negros, pues van de la restricción al atracón, siempre. De ahí que muchas veces, cuando se plantean la posibilidad de seguir un tratamiento, creen que perderán el control e inclusive lo asumen desde la resignación y el descontrol de decir: ‘No me importa nada’. Y en realidad, se busca hacerle duelo al cuerpo ideal y sanarlo, es decir, aceptarlo para cuidarlo y amarlo desde el respeto y la recuperación de sus procesos biológicos, por ejemplo, desde las señales de hambre y saciedad que suelen descontrolarse en estas enfermedades (...). Y hacerle duelo al cuerpo ideal -por ende, irreal- viene de la mano de herramientas para identificar si mi cuerpo quiere una ensalada, una hamburguesa, una pizza, o un pollo a la plancha; cuando se escucha al cuerpo (y no al cerebro), este no le pide, a uno, dulces y postres todo el día porque es tan sabio y perfecto que sabe lo que necesita para funcionar óptimamente, para que pueda hacer ejercicio pero no para castigarme, sino para poder moverme y tener un mejor proceso de envejecimiento. Además de información basada en la evidencia científica, su libro incluye herramientas de journal. La idea fue ofrecer no solo teoría (de eso hay mucho), abunda la teoría sobre estos temas, pero nadie te dice qué hacer con lo que tú sientes, con lo que te pasa, ni con tus miedos. Por ello, además de información, el lector encontrará herramientas prácticas y sencillas que acompañarán a la persona a ir sanando y entendiendo cómo transitar este camino con el cuerpo y la comida. Más allá de su experiencia -primero como paciente de TCA y posteriormente, como especialista en el tratamiento de estas enfermedades-, ¿recibió algún tipo de asesoría? Sí; quería que fuera un libro lo más acertado posible y el año pasado, en el marco de un congreso sobre TCA realizado en España al que asistí, les comenté a muchos especialistas, a quienes admiro, mi idea; les mostré los capítulos y los ejercicios, les pregunté si agregarían algo, porque yo todavía soy muy joven. Si bien he vivido estos trastornos y los he estudiado mucho, hay gente que sabe mucho más pues son especialistas con 30, 40 o 50 años de experiencia. Todos ellos me ayudaron a construir mi libro. Además, varias amigas mías tienen o han tenido un TCA; a ellas, les enviaba mis avances y les preguntaba: ¿si tú leyeras esto, te serviría?, ¿de qué modo? Todo ello para que ellas también me guiaran hacia el camino más democrático y correcto, pues yo pude poner muchas cuestiones que a mí me funcionaron en mi proceso de sanación, pero cada caso es muy específico. ¿Quién ha sido su gran referente en el abordaje de pacientes de TCA? Mi referente número uno en este camino es Eva Trujillo, especialista mexicana fundadora de Comenzar de Nuevo (la clínica más grande de trastornos de la conducta alimentaria de Latinoamérica) y la única mujer latinoamericana que ha presidido la Academy for Healing Disorders. A ella, todo lo que yo desconocía, se lo pregunté en dicho congreso. ¿Cuál fue el mejor consejo de Eva Trujillo en su proceso de escritura? Siempre me dijo que fuera consciente de cada palabra empleada, para no detonar conductas o ideaciones en los lectores; también me recomendó incluir, al comienzo del libro, un apartado que le aclarara a la gente que el libro no es una terapia y que el contenido toca fibras sensibles y heridas profundas, que si alguien se siente detonado (con ansiedad, o con síntomas que lo llevarán a una recaída del trastorno que padezca) por algún ejercicio propuesto, mejor no lo haga. ¿Cómo ha asumido su familia todo su proceso de padecer un TCA, tratarlo a lo largo de varios años y ahora ayudar a otros a sanar? Para ellos también ha sido un camino muy difícil; si bien mi peso siempre fue el tema de conversación en mi familia, sus comentarios y sugerencias de dietas y demás nunca tuvieron la intención de causarme un trastorno -creo que ninguna familia lo hace con esa intención-, pues ese tipo de estándares y conductas fueron las que a ellos les enseñaron a seguir; de ahí que lo que ellos seguramente también vivieron en sus infancias lo afrontaron sin herramientas para sanar. Para ellos también ha sido un gran aprendizaje seguir mi camino no solo con la enfermedad, sino profesionalmente; entender qué cosas no estuvieron tan bien y es mejor cambiarlas. (...) Inclusive, ha sido una experiencia que nos ha reconciliado como familia extensa después de estar tan distanciados por diferencias en cuanto a ese tema -mi familia, por muchos años, fue la que más comentarios me hizo del cuerpo y la comida-. Hoy veo a mis papás, tíos, primos, etc., como las personas con quienes comer tranquila y con certeza de no recibir comentarios que detonen mi enfermedad (muchos primos me pidieron perdón y aclararon que sus comentarios no fueron desde la maldad, sino desde lo que ellos también aprendieron). Mi familia es completamente diferente a la de antes: hoy no hay un comentario de cuerpos ajenos, hábitos alimenticios, etc.; no son temas de conversación. ¿Qué mitos quiso romper con Suelta la culpa al comer? Que no se puede sanar. Creo que, como sociedad, tenemos la creencia de que uno tiene que vivir (o mejor, sobrevivir) con un trastorno de alimentación el resto de la vida. Uno sí puede sanar desde la raíz, para lo cual hay que entender su trasfondo, buscando ese evento traumático que llevó al paciente a gestionarlo a través de su relación con la comida. Otro gran mito que quise romper con mi libro es que subir de peso no está mal aun en nuestra sociedad, en la que vemos el subir de peso como algo negativo; pero si mi proceso de sanación implica ganar peso, también se puede ver como algo positivo porque estoy ganando más que libras, estoy ganando vida, amigos, familia y muchas cosas. Y aquí viene otra creencia errónea sobre los procesos de recuperación de TCA y es que sanar es descontrolarse y subir de peso sin límite, y no es así; sanar es recuperar el control de mi vida para vivirla en plenitud. Sanar es vivir una vida con propósito.