Ante el horror, Luis Ferrajoli
Anteayer a media tarde, por una discusión un vecino mató al Negro Kevin, con apenas 22 años.
Todos nos estremecimos cuando, el viernes pasado, apareció en el arroyo Don Esteban, el auto hundido en que un padre ahogó a los dos hijitos que había secuestrado en Mercedes, ultimándose él mismo en la macabra decisión.
Muchos pidieron más recursos para la salud mental. Necesarios sin duda, pero no suficientes. Como insuficientes fueron las medidas cautelares de prohibición de acercamiento, que en el caso había dispuesto la Justicia. Es que en Violencia Doméstica, los jueces "especializados" resultan impotentes ante la saña de extraviados, empecinados y canallas.
La semana nos deparó el crimen nuestro de cada día y la indignación por la infamia de Don Esteban se fue diluyendo en el excipiente de resignación e indiferencia que se ha formado con nuestra acumulación callada de "efluvios malignos de cuerpos enfermos", verdaderos es decir miasmas espirituales. Anteayer a media tarde, por una discusión un vecino mató al Negro Kevin, con apenas 22 años.
Con las tripas revueltas, uno siente que lo peor de esta catarata de atrocidades es la atonía valorativa con que muchos -demasiados- dejan resbalar estas noticias nacionales. Y siente que lo peor de lo peor es que este nuevo y amargo Uruguay se nos instala en un mundo que no da tregua en guerras degeneradas, gobiernos electos democráticamente que depravan las instituciones y actúan como dictaduras, apoyados por predicadores del odio a la política, a los políticos, a los inmigrantes y hasta al Estado mismo que constitucionalmente juraron defender.
En este modo endemoniado de vivir, volvió al Uruguay Luis Ferrajoli, pensador, filósofo del Derecho, gestor del garantismo penal. Habló ante gente de Derecho y sembró para el ciudadano común. Como ocurre con los convencidos sinceros, lo que dijo no le salió de un plan de marketing ni de un análisis teórico. Le brotó del alma y de los huesos.
Con llaneza persuasiva, nos recordó que la guerra es el mayor de los crímenes, al manejar a los soldados como si fueran propiedad privada y al asesinar inocentes. Nos señaló que estamos viviendo un colapso del lenguaje jurídico, con gobernantes que lo distorsionan para ufanarse de atropellar derechos. Nos devolvió a la verdad de que la paz, la democracia y el Derecho no se consagran por obra de la Naturaleza, pues son construcciones humanas de las que todos debemos ser artífices.
Reconociendo el fracaso de las Naciones Unidas, nos llamó a luchar por un mundo donde esté prohibido fabricar armas y a organizar la convivencia de las naciones con una Constitución mundial que las respete y coordine en los valores humanos y no sólo desde la globalización económica.
Latino en la sensibilidad, clásico en el ordenamiento de sus conceptos, profesoral en la claridad, habló por evidencias compulsivas en la Fundación de Cultura Universitaria, en el CLAEH y en el Paraninfo de la UDELAR.
Ferrajoli nos despertó de la pesadilla en que vivimos. Nos sacudió con la verdad de que todos los horrores que sufrimos son violaciones de los derechos, que el Derecho puede y debe impedir a condición de que luchemos por él sin perder el tiempo en fruslerías.
Hablando español con nítido acento italiano, volvió a instalarnos la verdad que, frente a todos los totalitarismos. acuñó su ilustre antecesor Benedetto Croce, cuando encaraba "la storia come pensiero e come azione", y nos llamaba a vivir la libertad desde la responsabilidad de edificarla a punta de pensamiento y voluntad.
Con todo lo cual nos enderezó las esperanzas.