El escritor dialogó con El País sobre "El niño que heredó el silencio", un thriller psicológico sobre abuso infantil; reflexiona sobre "La sociedad de la nieve" y revela que volverá a trabajar con Bayona.
Con El niño que heredó el silencio,Pablo Vierciregresa con fuerza al universo de la novela. Tras el furor que desató la adaptación cinematográfica de La sociedad de la nieve, su libro sobre la tragedia de los Andes, el escritor y periodista publica ahora un potente thriller psicológico que aborda un tema oscuro y muchas veces silenciado: el abuso sexual infantil.
El protagonista, Andrés Pardos, es un exitoso empresario uruguayo, marcado por la soledad, que recibe una misteriosa llamada que lo obliga a enfrentar un pasado traumático. Entre un diálogo con un amigo de la infancia y el hallazgo de unos diarios amarillentos, Pardos empieza a reconstruir y a escribir el episodio que definió su vida: el abuso sufrido a manos de su tío lejano, Jacques Morin, el hombre más rico del Río de la Plata, entre los 6 y los 12 años.
El niño que heredó el silencio, cuyo título condensa a la perfección la esencia del libro, es una lectura vertiginosa, repleta de giros, manipulaciones y silencios. Sobre todo, revela el dolor de un niño acorralado por la incomprensión y el miedo. El poder y la extorsión se entrelazan en esta historia que, pese a su crudeza, abre una puerta hacia un nuevo comienzo.
Entre sus páginas se dibuja el Uruguay de los años sesenta, entre los bares clásicos y la vida ostentosa en una mansión de Carrasco. Además, Vierci introduce un ingenioso episodio sobre el secuestro de Morin por los Tupamaros en la Cárcel del Pueblo, que ancla la ficción en la realidad de la época y ofrece un respiro inteligente en medio de ese peligro constante que oprime la infancia de Andrés.
En esta entrevista, Vierci recorre estos temas y también analiza el éxito cinematográfico dirigido por J.A. Bayona y protagonizado por Enzo Vogrincic.
Lo primero que pensé al leer El niño que heredó el silencio es lo significativo de que, tras un fenómeno tan grande como La sociedad de la nieve, decidieras escribir algo completamente distinto en lugar de intentar prolongar ese furor. ¿Cómo surgió?
Está bueno lo que planteás porque La sociedad de la nieve tuvo millones de espectadores, fue nominada al Oscar, al Globo de Oro y al Bafta, y ganó 12 premios Goya. Entonces, es válido preguntarte qué hacés después de eso. La verdad es que empecé a escribir El niño que heredó el silencio antes de empezar con la película, y seguí con la historia mientras trabajaba con otros proyectos de cine en Europa. Tal vez si fuera más joven me habría generado dudas o me podría haber perjudicado, pero estaba seguro de que tenía que seguir con este libro. Era un pendiente, y me llevó cinco años de trabajo.
Más allá de las cifras y de los premios, ¿qué es lo primero que te viene a la mente cuando pensás en el periplo de La sociedad de la nieve?
Lo primero que surge de mi alma es la proyección que hicimos en el Movie con las familias de los vivos y los muertos. La armonía que se vivió ese día fue sublime; es un grado de paz difícil de alcanzar. Otra cosa en la que pienso es en la necesidad de revancha. Hicimos la pelea por los tres grandes premios del cine el Oscar, el Globo de Oro y el Bafta, y perdimos los tres. Eso hace que me olvide de lo otro; es más, cuando hice la solapa de El niño que heredó el silencio me olvidé de poner que ganamos los Goya (se ríe). Nos quedó una sed de revancha y posiblemente me muera sin lograrlo. Pero lo que pasa es que estás tan cerca, parece que estás a punto de conseguirlo. y al final no. Hace poco vi la ceremonia de los Emmy: ellos son todos del barrio; nosotros no somos de Los Ángeles y no hablamos inglés...
Bueno, recuerdo que te entrevisté cuando estabas en campaña por la película, e insistías en una cosa: que la vean quienes votaron.
Exacto. ¿Viste que en los Oscar ahora es obligatorio que la vean? ¡Qué maldad! (se ríe) Nosotros lo decíamos con Bayona en cientos de notas que dimos en Los Ángeles y Londres: lo único que queremos es que vean la película, porque jugamos en la liga emocional, ahí no tenemos competencia.
Hace poco mencionaste, al pasar durante una entrevista, que estabas trabajando en un nuevo proyecto con Bayona. ¿Qué podés contar sobre eso?
Solo te puedo decir que va a ser para cine y que no tiene nada que ver con La sociedad de la nieve... (se interrumpe) De cualquier manera, hay que tener en cuenta que nunca sabés si los proyectos van a fructificar o no. Recordemos que Bayona mostró su interés por hacer La sociedad de la nieve en 2011, empezamos a trabajar en 2016 y la película se estrenó en cines a finales de 2023. No olvidemos todos esos bemoles.
Al inicio de esta entrevista comentaste que El niño que heredó el silencio te llevó cinco años de trabajo. ¿Cómo surgió tu interés por abordar el abuso sexual infantil en esta novela?
Hace años tengo una carpeta en la computadora que se llama "Temas inconclusos", con infinitos esbozos de historias. Entre ellos había uno con el rótulo "El acoso", que es un tema que tengo pendiente hace 20 años. Cuando era adolescente las balas me picaron cerca porque escuché muchas historias de abusadores y hablé del tema con amigos de la infancia. La gran pregunta, que atraviesa toda mi obra, es: "¿El hombre nace bondadoso?". En La sociedad de la nieve, por ejemplo, ves que si al hombre se lo despoja de todo, es bondadoso y misericordioso. En 2013 escribí La segunda oportunidad, un libro para Aldeas Infantiles y vi muchos casos de niños que habían sufrido violencia; entendí que la violencia se aprende. Yo tengo cuatro nietos y veo cómo se moldea un niño en cuanto al afecto o la falta de él: le estás cambiando el destino. Si encima hay golpes, violencia psicológica o sexual, el impacto es devastador.
Elegiste narrar esta historia como un thriller psicológico, una decisión muy acertada. No solo coloca al lector en la misma vulnerabilidad que Andrés Pardos, el protagonista, sino que además permite mostrar cómo un abuso de este tipo se construye de manera gradual.
El thriller me permitía dos cosas. Una de las preocupaciones que siempre tuve, y por eso demoré tanto en abordar esta historia, era que me parecía demasiado cruel. Tenía que contarla como es en la realidad, paso a paso, mostrando incluso las peores circunstancias, como la violación. Y al trabajar en el libro, me di cuenta de que esta historia está casada con todos los elementos que definen a un thriller: suspenso, misterio, secretos, giros de tuerca, extorsión, manipulación y silencios. A la vez, era fundamental dejar una luz al final del túnel; eso permite que el lector se adentre en la obra y logre complicidad con el autor.
El libro funciona también como una doble reparación simbólica: para el protagonista, que puede contar lo que le pasó después de 40 años, y para vos, que lograste plasmar en estas páginas un tema que te interpela desde la adolescencia. ¿Estás de acuerdo?
Totalmente. El psicólogo social James W. Pennebaker habla de la escritura terapéutica y expresiva: exteriorizar los secretos permite suavizarlos, organizar las emociones y abrir puertas a la comprensión. Según la ONG Save the Children, el 80 % de los casos de abuso son intrafamiliares y sólo el 15 % sale a la luz. Contar la historia 40 años después refleja la realidad: los niños bloquean emociones, y al irlas abriendo, descubren realidades absolutamente inimaginables para ellos. Así, el personaje va desvelando capas y deja una pregunta abierta: ¿cómo sigue ese hombre de 52 años?
Y a mí, como lector, me surge otra pregunta fundamental: ¿qué se perdió de ese niño después de lo que vivió?
Eso me parece fascinante: las oportunidades de desarrollo que se perdieron por una interpretación distorsionada de lo que es la infancia. Según Unicef, esta es la primera generación de adultos que habla del tema; antes, la violencia intrafamiliar era un asunto soslayado en la sociedad. Por eso situé la novela en los años sesenta, cuando los abusos no se denunciaban y no se tenía conciencia de su impacto en la psiquis ni en el potencial del niño.
En el caso de Andrés, arruina sus vínculos.
Hasta que empieza a narrar lo que ocurrió entre 1963 y 1969, es una mole de hielo, un empresario sin sentimientos ni vínculos. Lo que está detrás de la novela es la violencia contra los niños, y yo pongo el ejemplo más cruel. Como dice el psiquiatra Víktor Frankl, cuando encontrás el sentido de tu vida, no solo te desarrollás mejor, sino que también afrontás mejor el sufrimiento. Para Andrés, encontrar sentido a su vida es escribir su historia.
Volviendo al inicio de la charla, ¿cuál es la mayor enseñanza que te dejó la experiencia de La sociedad de la nieve?
Que un libro puede llegar a cualquier lado. Tú dirás que la historia de los Andes es única y es verdad, pero incluso historias más pequeñas pueden llegar a muchas personas. Hoy existe una necesidad infinita de contenidos. Hay que pelear por una idea y entender que la frustración es parte del proceso. Me podrás ver entrar en 100 fracasos y frustraciones, pero cuanto más me pasa, más peleo. No me apoco porque entendí que un libro es una botella al mar que puede llegar a cualquier lado. Hay que salir del ombliguismo y darle prioridad a la historia. Recuerdo un screening de La sociedad de la nieve en Londres donde Bayona me preguntó cuántas versiones de mis guiones habían tirado a la basura. Le respondí que cuatro, y con orgullo: lo que realmente vale es la obra; el ego me importa un rábano.