El síndrome del comedor nocturno afecta a miles de colombianos
en este síntoma existe un patrón que es repetitivo y que puede provocar problemas de obesidad, diabetes y desequilibrios hormonales
en este síntoma existe un patrón que es repetitivo y que puede provocar problemas de obesidad, diabetes y desequilibrios hormonales.
En la quietud de la madrugada, cuando la mayoría de los hogares duermen, miles de colombianos se levantan de la cama empujados por un hambre difícil de controlar. No es un simple antojo ni una visita ocasional al refrigerador: se trata de un patrón repetitivo que puede representar entre el 25 por ciento y el 50 por ciento de las calorías diarias de una persona. Detrás de ese comportamiento se esconde un trastorno alimentario conocido como síndrome del comedor nocturno. La psiquiatra Laura Villamil, especialista en conducta alimentaria, advierte que este trastorno es más común de lo que se cree y, además, profundamente engañoso. "Las personas con este síndrome se despiertan durante la noche para comer y tienen dificultad para conciliar el sueño. Este comportamiento puede provocar aumento de peso, problemas metabólicos como diabetes, y está relacionado con alteraciones en el ciclo de sueño y patrones neuroendocrinos", explica. A diferencia de otros desórdenes alimentarios, quienes sufren de este síndrome recuerdan perfectamente los episodios nocturnos de alimentación. No se trata de comer de manera inconsciente, sino de una necesidad que el cerebro asocia con la idea de aliviar la ansiedad o facilitar el sueño, generando un ciclo difícil de romper. Según datos de estudios clínicos citados por Villamil, el 66 por ciento de los casos diagnosticados corresponden a mujeres. "Las mujeres son más vulnerables a desarrollar este desorden alimentario por la suma de factores biológicos, psicológicos y sociales", afirma. También están en alto riesgo las personas con estrés crónico, ansiedad, obesidad o trastornos del sueño, así como quienes practican ayunos intermitentes prolongados o mantienen hábitos alimenticios irregulares. Aunque este síndrome suele confundirse con "antojos nocturnos" o falta de disciplina, Villamil aclara que hay síntomas específicos que deben prender las alarmas. Entre ellos: consumir al menos una cuarta parte de las calorías diarias después de la cena, despertarse repetidamente a comer, insomnio, falta de apetito en las mañanas y recuerdo consciente de estos episodios. El diagnóstico se confirma cuando estos comportamientos persisten por más de tres meses y no están asociados a otros trastornos como la bulimia o el síndrome de atracones. Las consecuencias, advierte la especialista, van mucho más allá del aumento de peso. "Este trastorno desencadena una cascada de efectos metabólicos devastadores debido a la desincronización entre el ciclo biológico del sueño y la ingesta de alimentos", señala. Las personas afectadas desarrollan una menor sensibilidad a la insulina y mayor resistencia a la glucosa, incrementando el riesgo de diabetes tipo 2 y síndrome metabólico. El origen está en una alteración del ritmo circadiano de las hormonas que regulan el sueño y el apetito. La melatonina retrasa su producción, el cortisol —hormona del estrés— permanece elevado durante la noche, y la leptina y grelina, encargadas de controlar la saciedad, se desajustan, generando hambre persistente y dificultad para sentirse satisfecho. A nivel físico, el cuadro se agrava con fatiga diurna, problemas digestivos como reflujo, riesgo cardiovascular elevado y un envejecimiento metabólico prematuro. Pese a su complejidad, el síndrome del comedor nocturno tiene tratamiento. Villamil enfatiza que el abordaje debe ser integral, combinando terapia psicológica, asesoría nutricional, acompañamiento médico y estrategias conductuales para restablecer el equilibrio del cuerpo. Edwin Caicedo - Salud @CaicedoUcros