"Chile es claramente uno de los líderes en conservación de semillas de América Latina"
El avance del cambio climático está acelerando la pérdida de diversidad en los campos. Frente a este escenario, es urgente resguardar variedades únicas antes de que desaparezcan, asegura el experto.
La conservación de semillas a nivel mundial se ha convertido en un pilar aún más importante para la seguridad alimentaria frente al cambio climático, la pérdida de biodiversidad y los conflictos geopolíticos.
Así lo afirma el noruego Stefan Schmitz, director ejecutivo del Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos (Crop Trust), una organización internacional sin fines de lucro dedicada a resguardar la diversidad de cultivos y garantizar su disponibilidad para las futuras generaciones.
Una pieza clave de ese esfuerzo son los bancos de genes, donde se conservan semillas y material genético de plantas para evitar la pérdida de diversidad agrícola y asegurar que investigadores puedan acceder a ellos para enfrentar desafíos como el aumento de las temperaturas. En ese contexto, el Crop Trust tiene el mandato de brindar apoyo -subvenciones, capacitaciones, estándares de calidad, entre otros- a los más de 800 bancos de genes que operan en el mundo.
Sobre la importancia de estas instalaciones -donde las semillas se secan, sellan al vacío y almacenan a -18 ºC, para conservarlas durante décadas-, Schmitz señala a "El Mercurio" que "por un lado, sirven como un punto único de acceso para que los fitomejoradores (quienes se dedican a seleccionar y cruzar plantas para obtener variedades más resistentes o con mayor rendimiento) e investigadores, entre otros usuarios, no tengan que buscar material en cientos de lugares, sino que lo tengan disponible en un solo sitio; y, además, asegurar que lo que se ha recolectado esté protegido frente a amenazas".
La urgencia de este trabajo radica en la necesidad creciente de contar con nuevas variedades de cultivos capaces de adaptarse a los cambios que se avecinan. "Es una carrera contra el tiempo: necesitamos desarrollar nuevas variedades mejor adaptadas a temperaturas más altas, a cambios en los patrones de precipitación y a todo tipo de estrés. Por ejemplo, surgirán nuevas plagas asociadas al aumento de la temperatura. El cambio climático hace que la conservación de los recursos genéticos sea aún más importante".
En ese escenario, Schmitz afirma que "Chile es claramente uno de los líderes en conservación de semillas de América Latina gracias a su sistema de bancos de genes y al hecho de que no solo conservan el material, sino que también lo utilizan activamente en programas de fitomejoramiento para fortalecer su agricultura. (...) Y se necesitan esos champions para apoyar a otros y ser pioneros, tanto para su propio beneficio como para el de todos".
Precaución
Respecto de cuáles son las semillas que deben conservarse, Schmitz señala que "por principio, la regla es recolectar y conservar tanto como sea posible, sobre todo las variedades patrimoniales (transmitidas por generaciones sin intervención moderna), las tradicionales (propias de una cultura, región o sistema agrícola) y los parientes silvestres de los cultivos, porque entre esos cientos o miles de semillas guardadas puede estar la clave para desarrollar una nueva variedad resistente a una plaga emergente, por ejemplo. Es un principio de precaución: hoy no sabemos qué necesitaremos mañana. Y, en línea con eso, alentamos a todos los bancos de genes a asegurarse de que sus colecciones completas se reproduzcan y se envíen a Svalbard".
En ese sentido, explica que "hay algunos bancos de genes que también cumplen el rol de ofrecer resguardo y actuar como un sistema de seguridad para material que ya está conservado en otro banco". En Chile, destaca, está el Banco Base de Vicuña (Región de Coquimbo) -dirigido por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias y donde se conservan más de 33 mil semillas de cultivos y flora nativa del país-, cuyo propósito es asegurar que el material que circula en las colecciones activas esté respaldado de manera segura.
Ese respaldo nacional se complementa con la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, ubicada en el Ártico. Allí los países pueden depositar de forma gratuita y opcional duplicados de sus colecciones bajo un sistema de "caja negra" que garantiza propiedad exclusiva y actúa como un apoyo crucial ante desastres naturales o conflictos, como ocurrió durante la guerra civil en Siria, cuando se destruyó un importante banco de genes en Alepo y posteriormente se reconstruyó en Marruecos gracias a los duplicados conservados, explica Schmitz.
La Bóveda Global de Semillas de Svalbard es, en sus palabras, "un enorme conjunto de cámaras excavadas en una montaña, dentro del permafrost, que asegura la conservación de este patrimonio de la humanidad, este bien público global. Es un banco de genes verdaderamente único que tiene un solo propósito: garantizar que el material ya protegido en alguno de los más de 800 bancos de genes del mundo tenga un duplicado de primer o segundo nivel de seguridad". Cabe destacar que en Svalbard está protegida parte de la colección chilena de trigo (alrededor de 100 variedades) y de maíces.
Sobre el futuro, si bien Schmitz admite que ve "amenazas crecientes: pérdida de biodiversidad en los campos de todo el mundo, cambio climático con ecosistemas degradados y nuevos desafíos geopolíticos, mientras aún hay más de 2 mil millones de personas en el planeta que no están adecuadamente alimentadas", también sostiene que hay razones para el optimismo. "Lo que me da esperanza es ver los avances recientes en las ciencias: nuevos métodos de fitomejoramiento, un conocimiento mucho más profundo de los suelos y el uso de machine learning . Si uno reúne todo eso -y considerando que esto recién comienza-, hoy tenemos muchas más oportunidades de desarrollar variedades mejor adaptadas a las condiciones cambiantes".