Glaciar Unión se ha vuelto un foco de interés para investigadores de todo el mundo
Científicos de distintos países trabajan codo a codo obteniendo datos de una región crucial para el futuro del planeta. Con instrumentos de última tecnología, tratan de entender qué cambios vive esta zona todavía bastante inexplorada.
Avanzamos en una caravana de motos de nieve por caminos antárticos apenas delineados. Tras uno de los vehículos viene un trineo con equipos.
La moto va a una velocidad constante porque esos equipos van lanzando señales de distintas frecuencias hacia el suelo. Penetran hasta llegar a la roca, que puede estar a kilómetros de profundidad. Luego, se devuelven y son captadas por los equipos.
"Estamos haciendo mediciones de GPS y GPR", dice el glaciólogo Ricardo Jaña, investigador del Instituto Antártico Chileno (Inach) y coordinador científico de la Base Polar Científica Conjunta Glaciar Unión.
Cuando regresa, la señal del GPR (radar de penetración terrestre) trae información crucial: densidad y grosor de la capa de hielo o da pistas de la características de la nieve.
El GPS, en tanto, entrega datos sobre el movimiento de los glaciares. Estos se mueven unos 40 metros por año, según ha comprobado Jaña yendo a medir año a año las balizas -coligües con banderitas- que siembra en la nieve.
Jaña mide una y otra vez distintos lugares. En la Antártica lo hace desde 1992 y en específico, en Glaciar Unión, desde 2011. En ese trabajo ahora lo acompañan científicos que vienen de distintas partes del mundo, invitados por Inach.
En esta campaña, que termina hoy luego de un mes de trabajo, está David Hik, jefe científico y vicepresidente de Polar Knowledge Canada (Polar). Junto con él, Scott Williamson, investigador de la misma institución.
Ellos nos acompañaron a distintos viajes a bordo de los fieles Twin Otter de la Fach, que pronto cumplirán 50 años de servicio. También lo hizo el glaciólogo Thorstheinn Thorsteinson, investigador de la Oficina Meteorológica de Islandia, país con el que Chile lidera la iniciativa "Ambition on Melting Ice", que ya suma a 25 naciones. También estaba el japonés Kenji Yoshikawa, investigador de la U. de Alaska, quien cooperó en la instalación de sensores que medían el permafrost, la superficie que permanece congelada.
Uno de los puntos a estudiar es el llamado GL1, un lugar clave para la ciencia: ahí la capa congelada de nieve y hielo deja de estar sobre la roca y comienza a flotar en el mar.
Labor mancomunada
La cooperación internacional que, según Jaña, es la esencia de la investigación antártica, se puede ver en la forma como trabajan apenas aterrizan los Twin Otter.
Yoshikawa ayudaba a Inti González, investigador chileno, a extraer testigos de hielo. Sacan varios de ellos, hasta alcanzar casi 10 metros. Los embalan cuidadosamente y anotan datos en un cuaderno. Luego, en el laboratorio, se analizará la forma de los cristales, los isótopos de oxígeno para saber de dónde provino el agua que los formó y otros datos que permiten conocer la evolución de la nieve y el hielo.
Thorsteinsson, en tanto, coopera con Jaña usando el trineo con el GPR que envía las señales. Unos metros más allá, Hik y Williamson cavan un pozo de prospección de casi un metro de profundidad, del que sacan pequeños cubos de nieve, pesándola, midiendo, viendo con lupa el tamaño y la forma de los cristales de hielo. Cada 10 cm de profundidad, miden la temperatura y sacan muestras. "Mira, aquí se ve la marca de donde está la superficie del año pasado y de acá para arriba es la nieve nueva", dice Williamson. "La nieve acá tiene solo un 6% de agua", agrega Hik (la nieve recién caída tiene entre 10% y 20% de agua).
Jaña explica que se han medido hasta 60 cm de acumulación de nieve, pero este año hay una capa de nieve nueva de solo 20,7 cm, según sus primeras mediciones con un sensor sónico. La nieve se acumula por precipitación, pero en esta región es más común que sea por transporte y arrastre del viento.
Los canadienses trajeron consigo un intrincado instrumento -un radiómetro- que capta cuánta radiación solar refleja o absorbe la nieve.
"Esto es ciencia de vanguardia. Es el radiómetro más sensible que se haya construido, es el de mayor precisión para recoger la radiación solar", dice Williamson. "Es muy útil comparar las mediciones que hacemos normalmente en el Ártico con las que hacemos aquí", agrega Hik.
Y añade: "Los humanos estamos cambiando la atmósfera. Comprender la relación entre la atmósfera, la nieve y el hielo nos ayuda a responder preguntas como ¿cuáles son los impactos del cambio climático? Quizás aquí, en esta región, con temperaturas promedio bajísimas, sean mínimos por ahora, aun así estamos tratando de detectar esas diferencias".
"Ya se sabe que en la Antártica marina y en la península Antártica se producen cambios importantes, del orden de un aumento de temperatura de 3 °C en los últimos 70 años. Saber lo que ocurre al interior es una incógnita porque no ha habido suficiente acceso a esta área. Ahora contamos con mejor instrumentación y estaciones meteorológicas que nos entregan mejores datos", dice Jaña. "Estamos construyendo la línea base para, luego, detectar cambios en las tendencias y ese es un trabajo que lleva décadas", añade.
Territorio desconocido
"De la Antártica se conoce bastante de su sector costero y de la península Antártica, pero en su interior, que representa gran parte del área de la Antártica, hay poca información. Se cree que son hielos muy estables, pero incluso aquí, en que todo parece estar muy congelado, están ocurriendo cambios. Eso nos moviliza a estudiar la Antártica profunda como país", dice Gino Casassa, director del Inach.
Ayer, un día antes del término de la campaña en la Base Polar Científica Conjunta Glaciar Unión, Jaña reflexionaba: "Los datos que estamos recolectando ayudan a alimentar modelos que se usarán para medir y predecir los cambios que vienen a futuro".
"Lo que pasa en la Antártica afecta a todo el planeta porque se modifica la circulación atmosférica y la velocidad con la que circulan las corrientes oceánicas que pueden provocar un impacto mayor del calentamiento global", explica Jaña.
Esta cooperación internacional, asegura Casassa, también crea lazos importantes para que profesionales chilenos puedan trabajar con estos investigadores en el Ártico. "Estamos haciendo nexos muy fuertes y ya hay chilenos trabajando allá".
''El Tratado Antártico no solo habla de la ciencia y la paz, sino de compartir y el trabajo colaborativo".
RICARDO JAÑA, GLACIÓLOGO E INVESTIGADOR DE INACH