Viernes, 26 de Abril de 2024

Conflicto entre EE. UU. y China tiene ecos del pasado de Europa

ColombiaEl Tiempo, Colombia 16 de febrero de 2019

He aquí una historia que debería parecer familiar

He aquí una historia que debería parecer familiar. Una gran potencia, insuperable en poder militar y capacidad tecnológica, exporta su modelo económico de libre comercio a todo el mundo. Las fronteras colapsan, las distancias se reducen y el mundo luce más pequeño. Pero los excesos del mercado y la disfunción política llevan a otras naciones a cuestionar la sensatez de su enfoque y surge otro poder, uno cuyo dominio se basa en un sistema de nacionalismo económico y política industrial. Conforme florece, el primero se estanca, lo cual provoca un conflicto que lleva no sólo a la guerra, sino a un declive de los activos financieros y comerciales globales durante una década. Me refiero, por supuesto, a la última ola de globalización que involucró a Inglaterra y Alemania, y que eventualmente culminó con la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión. Fue un auge que duró casi ocho décadas, durante el cual el comercio global y la apertura financiera casi se duplicaron. Sin embargo, como señaló el Banco de Pagos Internacionales en su informe anual de 2017, "el colapso de la primera ola fue tan notable como su auge", lo que resultó en "una reversión casi total" de los flujos comerciales y financieros transfronterizos. Los mercados no lo vieron venir. Y a riesgo de parecer una Casandra, me pregunto si no son igualmente inconscientes sobre lo que está sucediendo actualmente entre EE.UU. y China. El conflicto entre estas grandes potencias tiene obvias similitudes con la historia anterior, no solo en términos de modelos económicos opuestos y nacionalismo creciente, sino también en la línea de tiempo de auge y depresión. Después de todo, han pasado más de siete décadas desde que comenzó la actual ola de globalización de posguerra. Los mercados bursátiles, que se asustaron a finales del año pasado, han recuperado una gran parte de sus pérdidas. Esto sucedió a pesar de que cada día parece traer un nuevo presagio de conflictos mucho más serios que la soja, el acero o los aranceles. Dos acontecimientos recientes, en mi opinión, han elevado al máximo el nivel de preocupación de los mercados. El primero fue la solicitud estadounidense de que Canadá arrestara y extraditara a la jefa de finanzas de Huawei, seguido de su decisión de acusar al fabricante chino de chips de espionaje y violaciones de sanciones. Como dijo el inversionista Luke Gromen en su reciente boletín, el FBI ha declarado efectivamente "momento oficial del fallecimiento de la globalización". EE.UU. también aumentó la presión sobre sus aliados para limitar la capacidad de Huawei para hacer negocios en sus mercados, algo que refleja el sentimiento que ya se está gestando en varios países, entre ellos Alemania, que una vez más está impulsando la política industrial y los ‘campeones nacionales’. Esto resalta la realidad de que el ímpetu político para la desglobalización no proviene sólo de la administración Trump. Tampoco se limita a la extrema derecha o la extrema izquierda. La mayoría de los candidatos presidenciales demócratas anunciados para las elecciones de 2020 - Elizabeth Warren, Kamala Harris, Kirsten Gillibrand, Sherrod Brown - parecen estar adoptando la opinión de que la relación económica entre EE.UU. y China tendrá que cambiar sustancialmente. Ya hay una serie de esfuerzos legislativos bipartidistas en torno a temas como el robo de propiedad intelectual en China y la propagación de la influencia china en EE.UU. Restringir los lazos económicos entre EE.UU. y China ya no se considera un "ataque a China", sino que se ha convertido en una visión predominante. El segundo acontecimiento que los mercados deben temer es la advertencia reciente de un comité de luminarias de Wall Street que asesora al Tesoro de EE.UU. Estimaron que el gobierno federal tendrá que vender bonos por valor de US$12 billones en la próxima década para financiar su creciente deuda nacional en un momento en que las compras chinas de bonos del Tesoro están disminuyendo. Los analistas han especulado durante mucho tiempo sobre lo que sucedería si China dejara de financiar la deuda estadounidense. Pero la pregunta está pasando a un primer plano en un momento en que hay más deuda en el mundo que nunca antes. Los niveles de deuda soberana global son mucho mayores actualmente de lo que eran después de la última ronda de desglobalización después de la primera guerra mundial. Los productos financieros han crecido mucho más rápidamente que la economía real, por lo que los activos financieros son ahora más de tres veces el producto interno bruto global, lo cual por supuesto amplifica el impacto de cualquier corrección. La desglobalización es un proceso complejo y lento que aún no se ha completado. Pero las compañías ya se ven cada vez más presionadas a elegir si quieren hacer negocios en EE.UU. o en China, particularmente en áreas altamente conflictivas como las redes 5G. Hace poco le pregunté al presidente ejecutivo de Cisco, Chuck Robbins, si le preocupaban las implicaciones políticas de ser una compañía estadounidense que instala las redes de las ciudades inteligentes en China. "China es dueña de los datos, nosotros sólo proporcionamos la infraestructura", respondió, tratando de distinguir entre el papel de una compañía privada y un actor estatal. Pero cada vez es más difícil trazar esa línea. En los próximos meses, mientras continúan las conversaciones comerciales entre EE.UU. y China y se pone en marcha la contienda presidencial de 2020, podríamos ver cambios en las cadenas de suministro transfronterizas y flujos de inversión que antes parecían imposibles. ¿Qué implicará esto para los mercados? El Sr. Gromen alega que "los márgenes corporativos estadounidenses como porcentaje del PIB podrían caer fácilmente en un 30 a un 60 por ciento y volver al rango de largo plazo" que existía antes de que China ingresara a la Organización Mundial de Comercio y provocara un auge comercial. Es hora de reconsiderar las opciones de inversión y volver a leer la historia.
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