Martes, 19 de Marzo de 2024

Haciendo historia en el Instituto Nacional

ChileEl Mercurio, Chile 22 de abril de 2019

Impacta que aún queden espacios educacionales relevantes en los cuales ser mujer sea un impedimento a su acceso.

"El análisis psicológico del espíritu de la mujer y del espíritu del hombre nos conduce con igual luz a esta conclusión: (...) poseen un poder inteligente y libre, en todo semejante. Si el hombre aparece de ordinario con fuerzas intelectuales superiores a la mujer, es porque él ha tenido la fortuna de que sus facultades hayan sido mejor cultivadas, pero no porque la mujer carezca de facultades capaces de igual cultivo".
La frase fue escrita por Antonia Tarragó -pionera de la educación, fundadora del emblemático Liceo Santa Teresa- el 19 de mayo de 1877 en la primera edición de un periódico muy relevante, La Mujer. Fue fundado por Lucrecia Undurraga, y creado y escrito para y por mujeres, con el objetivo de promover la educación femenina. Ellas vivían en una época en que -aunque hoy parezca impensable- las mujeres no podían estudiar en la universidad. Y fue el llamado Decreto Amunátegui -por el nombre del ministro de Instrucción Primaria, Miguel Luis Amunátegui- el que cambió esa injusta discriminación, permitiendo que las mujeres dieran exámenes de ingreso a la universidad. Impulsar y apoyar ese decreto fue la razón de ser de este periódico, que estuvo invisibilizado por más de cien años, y que fue recientemente rescatado por dos académicas bajo el alero de la UAI: Verónica Ramírez y Carla Ulloa recuperaron todas las ediciones y las han puesto a nuestra disposición en un libro notable.
Sus páginas parecen un mensaje puesto en una botella, escrito por estas mujeres luchadoras, destinado a las chilenas que pudimos estudiar gracias a su coraje y su valentía. Impacta la contemporaneidad de sus ideas y reclamos, pero también el hecho de que aún queden espacios educacionales relevantes en los cuales ser mujer sea un impedimento a su acceso. El caso del Instituto Nacional es, sin duda, uno de ellos.
Una niña de once años, Marina Ascencio, inició el debate cuando escribió en 2016 una carta en la que pide a las autoridades ingresar a este mítico colegio, una misiva que de seguro habría hecho sentir orgullo a las redactoras de La Mujer: "Tanto hombres como mujeres somos iguales en una manera intelectual; no inferiores ni superiores, sino que iguales". Ella quería seguir los pasos de su padre, educado allí. Casi tres años después, y tras una votación no exenta de controversias, su petición fue acogida, y el emblemático Instituto Nacional, el lugar donde se han formado gran parte de los Presidentes de Chile y de su élite intelectual, tendrá niñas en sus salas de clases, que compartirán el beneficio de su educación considerada de excelencia. Que las herederas del espíritu de doña Lucrecia y doña Antonia logren dar un nuevo paso en pos de una educación igualitaria no puede sino ser una gran noticia. Mujeres como ellas y hombres como el ministro Amunátegui son los que cambian el curso de la historia.
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