Viernes, 26 de Abril de 2024

El sindicalismo político

UruguayEl Pais, Uruguay 15 de junio de 2019


Control sindical de una planta (contraviniendo una orden judicial), control sindical de los ministerios, prácticas corporativas, sindicalistas devenidos en políticos (algunos ya lo son, otros sueñan con serlo), prédica de cogestión y autogestión, ocupaciones (dispuestas como primera medida, algunas con graves daños), desconocimiento de derechos constitucionales, desbordes, prepotencia, etc


Control sindical de una planta (contraviniendo una orden judicial), control sindical de los ministerios, prácticas corporativas, sindicalistas devenidos en políticos (algunos ya lo son, otros sueñan con serlo), prédica de cogestión y autogestión, ocupaciones (dispuestas como primera medida, algunas con graves daños), desconocimiento de derechos constitucionales, desbordes, prepotencia, etc.> > Podríamos ampliar esta lista, pero los hechos reseñados, junto a lo ocurrido en la OIT, proporcionan un panorama fáctico bastante claro de la situación. La pregunta por supuesto ya la hizo este diario en su Editorial del sábado pasado. "¿En qué piensan estos líderes gremiales?" Esta pregunta, absolutamente fundamental, es la que me propongo contestar en este artículo.> > Para entender por qué el sindicalismo uruguayo se comporta de este modo es necesario entender su prédica. Y para entender los fundamentos últimos de esa prédica es necesario remontarse al momento en que se construyeron los paradigmas que la sostienen y justifican.> > Esos paradigmas son dos y ambos responden al pensamiento de Marx. Como no intento ser peyorativo explicaré exactamente a qué me refiero. El primer paradigma tiene que ver con lo "universal" (lo que es válido y bueno para todos). Antes de Hegel "lo universal" no pertenecía a nadie, sino que estaba repartido en la sociedad civil. Con Hegel, lo universal pasa al Estado. Para el filósofo alemán, el Estado, en tanto culminación suprema de la ética, debe ser el depositario de lo universal. Para Marx, sin embargo, el Estado no es más que un instrumento de dominación de clase, razón por la cual desplaza lo universal hacia "el proletariado". Este desplazamiento es la raíz filosófica de la frase "lo que es bueno para los trabajadores, es bueno para todos". Ahora bien, dado que el proletariado no puede adquirir por sí mismo conciencia de clase, será necesario -según Lenin- que la élite intelectual de ese proletariado (partido y/o corporación) lo ilumine. Lo universal queda así en cabeza de la corporación sindical que le indicará a los trabajadores lo que es bueno, tanto para ellos como para el resto de la sociedad.> > El segundo paradigma tiene que ver con la naturaleza del capitalismo. Para Marx el sistema capitalista es un sistema esclavista. Los burgueses son los amos y los proletarios, los esclavos. Marx no quiere saber nada con este sistema y por eso pide por su abolición.> > Estos paradigmas son los que explican el discurso y el comportamiento del sindicalismo uruguayo. Se trata a todas luces de un comportamiento político que excede largamente lo que ocurre en la empresa. El primer paradigma no solo explica la superioridad moral del sindicato sino que explica además su pretensión totalizante. Los sindicatos no deben limitar su labor a la empresa. Por el contrario, según este paradigma, corresponde a los sindicatos indicar qué es lo mejor para todos en todos los ámbitos (no solo en la empresa). Las corporaciones sindicales deben indicarle incluso al gobierno qué es lo mejor para todos. Guiados por esta concepción los sindicatos tratarán de cogobernar, ocupando la mayor cantidad posible de ministerios, de tal modo que les permita establecer una forma eficaz de orden político corporativo.> > Si el primer paradigma permite entender cómo piensa el sindicalismo, el segundo permite entender cómo siente. Para la lógica del Amo y el Esclavo la empresa es una "hacienda esclavista" y el empresario es, por definición, un enemigo. Según este paradigma, en la empresa es donde tienen lugar las relaciones de explotación y dominación, lo que justifica ocuparla las veces que sea necesario, si es posible cogestionarla y llegado el caso autogestionarla, desplazando así al empresario (el Amo) definitivamente.> > Se trata de una concepción ideológica que funciona con independencia de la realidad; por eso no importan los resultados, los derechos otorgados, los esfuerzos realizados ni los logros conseguidos. De todos modos el empresario seguirá siendo un Amo, un déspota empecinado con la ganancia. Y los trabajadores meros esclavos -privados por eso mismo hasta de la dignidad de lo que hacen. Esta es la razón profunda de por qué todos los 1º de mayo se escuchan los mismos discursos, se utiliza el mismo tono y se agitan las mismas consignas.> > En breve: el problema de fondo no es la radicalidad de los sindicatos. No se trata de un comportamiento radical o abusivo sino sencillamente de un comportamiento político guiado por una lógica que nada tiene que ver con la empresa, o mejor dicho, que la trasciende absolutamente. En otras palabras, no es el sindicalismo el problema -nunca lo fue- sino el sindicalismo político. El comportamiento político de los sindicatos es la raíz del problema. Y ese comportamiento político no cesará mientras la prédica marxista continúe siendo el basamento filosófico del discurso y la práctica sindical uruguaya.> > El sindicalismo político conduce al desempleo y al desgobierno, porque ningún empresario que se precie aceptará jamás que le manejen su empresa y ningún gobierno que se precie aceptará jamás abdicar de las funciones que le han sido democráticamente asignadas.> > Tenemos que abandonar este extremo. Y el equilibrio pasa por la existencia de sindicatos que no se comporten políticamente. El sindicalismo político no es sindicalismo, del mismo modo que el periodismo militante no es periodismo. En una democracia, el sindicalismo debe dejar la política a los partidos. Si el sindicalismo se ocupa de lo que tiene que ocuparse (que a la empresa le vaya bien para que a los trabajadores les vaya mejor) entonces hasta el último empresario querrá tener un sindicato en su empresa. No hay nada mejor para un empresario que la colaboración con sus trabajadores y un auténtico sindicato facilita esa colaboración. Un auténtico sindicato entiende que los intereses pueden ser contrapuestos pero en definitiva convergen en la empresa; y por lo tanto sabe que a la empresa hay que cuidarla porque sin empresa no hay nada: ni capital productivo ni trabajo. Una vez despojado de la épica política el sindicato se convierte en lo que es: un verdadero aliado de los trabajadores, un instrumento imprescindible de mediación entre el capital y el trabajo.> > El sindicalismo político necesita ser superado porque conduce a un absurdo. Al mismo absurdo que denuncia Ortega y Gasset en La Rebelión de las Masas cuando expresa "a las masas no les preocupa más que su propio bienestar, y al mismo tiempo, son insolidarias de las causas de ese bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización una construcción prodigiosa, que solo con grandes esfuerzos se puede sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fuesen derechos nativos. En los motines que la escasez provoca suelen las masas buscar pan y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del comportamiento que, en más vastas y sutiles proporciones, usan las masas actuales frente a la civilización que las nutre".
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