Jueves, 28 de Marzo de 2024

Hacia el módulo

ChileEl Mercurio, Chile 15 de julio de 2019

Ingreso a la alta sala curva y ahí, al fondo, al acecho, aparece el módulo lunar

Ingreso a la alta sala curva y ahí, al fondo, al acecho, aparece el módulo lunar. Jamás imaginé su inmensidad. Lo había visto en tantas fotografías y videos, pero estar a los pies de esta copia a escala 1:1 me hace caer los brazos.
Estoy en el centro geográfico del Chile continental, en Coronel, Región del Biobío, en el Centro Interactivo de Ciencias, Artes y Tecnologías de la U. de Concepción, CICAT. Conmemorando los 50 años del alunizaje, el 20 de julio de 1969, inauguraron el viernes esta síntesis del programa Apolo presidida por el módulo lunar con sus 6,8 metros.
Camino hacia la escala con los 9 peldaños que bajaron los astronautas, el último travesaño está a un metro del suelo lunar: claro, con la menor gravedad, un sexto de la de la Tierra, saltar es como volar.
El suelo, herido por los asteroides y cubierto de un polvo lunar, me resulta suave de pisar. Pongo mi pie junto a una huella como la de Neil Armstrong y voy tomando posesión de la escena.
¿Cómo llegó a construirse esto? ¿Cómo lo habitaron dos seres humanos, de pie, forrados en gruesos trajes espaciales? ¿Cómo salieron por esta escotilla de 81 cm?
Juan Carlos Gacitúa, director del CICAT, me relata: "En el último instante, el comandante Neil Armstrong se dio cuenta de que alunizaría sobre rocas y disparó cohetes para cambiar la trayectoria sabiendo que se quedaría con el combustible mínimo para poder despegar de regreso".
El relato me sume más en la escena. Me permiten subir la escala y me asomo al interior del módulo. Me acuerdo, en la réplica del Beagle en Punta Arenas, del minicamarote de Carlos Darwin.
Abajo, en la sala, dos pantallas crean la atmósfera sonora: en una, el emocionante discurso de Kennedy anunciando, el 12 de septiembre de 1962, que emprenderían la conquista de la Luna; en la otra, un compendio de la historia de la conquista del espacio entrega sonidos de despegues, de voces de astronautas, del centro de control. Me siento transportado, todo es inmensidad.
Alrededor, gigantografías colgantes, con traducción al braille, marcan hitos. Cada uno subraya un valor: la primera foto de la Tierra que nos hace ver que somos una humanidad, la colaboración de la comunidad de cerebros, el trabajo en condiciones extremas, las ocultas mujeres, el método de aproximación a la solución, la voluntad que supera la adversidad...
Ante cada gigantografía, un juego: por ejemplo, con guantes de astronautas el visitante debe manipular picaportes y cerrojos; o con asteroides de madera, marcar cráteres en una luna de polvo blanco.
Vale la pena abrirse a esto en Coronel, viviendo el módulo a tamaño real, inmerso en una atmósfera, en nuestra historia, un hito evolutivo. Lo inauguró el rector Carlos Saavedra, como parte de la celebración del siglo de la U. de Concepción.
Ese 1969, vimos el alunizaje en casa de mi novia, todos en silencio ante el instante. La estación repetidora de Entel de Longovilo siendo parte de la transmisión. Todos fuimos parte... todos somos parte hoy.
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