Sábado, 20 de Abril de 2024

El establishment no cree en lágrimas

ArgentinaLa Nación, Argentina 21 de septiembre de 2019

Ya que los tenía adelante, y que ha descubierto tener con las multinacionales acaso mayores coincidencias que con el establishment local, el Presidente aprovechó para hacer catarsis

Ya que los tenía adelante, y que ha descubierto tener con las multinacionales acaso mayores coincidencias que con el establishment local, el Presidente aprovechó para hacer catarsis. Mauricio Macri ha vuelto a mostrarse tal cual es: relativamente recompuesto del golpe electoral de las primarias, pero decepcionado con lo que en su momento bautizó "círculo rojo". Así lo percibieron el viernes de la semana pasada directivos de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina (AmCham) que lo visitaron en la quinta de Olivos.
La charla no fue mala. Hablaron de las elecciones: resultados, causas y efectos. Macri está sorprendido por la maquinaria electoral que, dijo, volvió a mostrar el peronismo en el conurbano. No sabe de dónde salieron fondos para financiarla, aunque lo sospecha, y es probable que parte de su estrategia para buscar el milagro en el ballottage consista en imitar algunos de esos modos. Pero esa intención, que prenuncia el regreso de los punteros oficialistas, es solo motivo de conversación con su equipo de campaña. Ante los empresarios se limitó a plantear su objetivo, la segunda vuelta electoral, que cree posible -"Después del ballottage es otra historia", se entusiasmó varias veces- y a repetir la opinión que tiene de parte del sector privado argentino: lamenta que muchos hayan decidido congraciarse rápidamente con Alberto Fernández y buscado lo que él define como interés individual por sobre el del país, advirtiendo solo los errores y no tanto el rumbo de la gestión.
Pero el establishment tiene problemas anteriores a cualquier anhelo republicano. Hay empresas de consumo masivo cuyas ventas se han desbarrancado después de la corrida de las primarias entre 16 y 22%, y para las que la vida seguirá con o sin Macri. Es lo que llevó a los mismos ejecutivos de AmCham, entidad que no ha podido todavía reunirse con el candidato del Frente de Todos, a intentar escudriñar anteayer el futuro frente a Sergio Massa. Hay demasiadas incógnitas. Quieren saber, por lo pronto, qué Alberto Fernández podría llegar a la Casa Rosada. Massa quiso tranquilizarlos. Les dijo que él estaba en ese espacio solo por la presencia del exjefe de Gabinete y que le auguraba a ese liderazgo un carácter netamente presidencialista. Definió la situación como "la última oportunidad" para transformar la Argentina e insistió en la idea de hacerlo mediante un gran acuerdo social, una propuesta que, dijo, Macri desoyó allá por enero de 2016, cuando fueron juntos al Foro de Davos.
Las multinacionales ya no creen demasiado. Escuchan y esperan. Su desconcierto es significativo, pero ni se acerca al que sienten desde el 11 de agosto en algunas administraciones del planeta. La de Trump, por ejemplo, que apostó abiertamente por la reelección de Macri. El jefe de Pro podrá constatar parte de esta perplejidad en persona en Nueva York, durante la Asamblea de la ONU, si le agrega reuniones a un viaje que hasta ayer solo imaginaba protocolar: sale el lunes a la noche y vuelve el martes. En el caso de que Alberto Fernández y Cristina Kirchner repitan en octubre el resultado de agosto, los republicanos deberán reconfigurar la relación con la Casa Rosada. Tienen una lista de temas que, dicen, podrían encapsular para no generar hostilidad en los primeros contactos: el ingreso de la Argentina en la OCDE, el modo de combatir el narcotráfico, la situación de Venezuela, el acuerdo con el FMI y hasta la deuda externa privada, un tercio de la cual está en manos de fondos norteamericanos.
La derrota de Macri en las PASO hizo peligrar una alianza estratégica en la que, desde el 11 de agosto, queda Jair Bolsonaro como socio sudamericano seguro. Conviene prestarle la debida atención porque de lo que haga el líder brasileño, al que los inversores norteamericanos imaginan con las reformas estructurales listas en no más de dos años, dependerá en gran medida el futuro argentino. Si su vínculo con Trump prospera, es probable que el presidente de Brasil y su ministro Paulo Guedes puedan cumplir objetivos que exceden el Mercosur, como un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos o con la Unión Europea o el ingreso en la Alianza del Pacífico, grupo que por ahora conforman Chile, Colombia, México y Perú.
Pero Bolsonaro tiene todavía que resolver cuestiones domésticas graves. Es difícil que Brasil crezca este año más del 1%: como en 2017 y 2018. Los economistas definen el proceso como la salida más lenta de una recesión en la historia. Y aunque ya aprobó durante la gestión de Temer la reforma laboral y la previsional empezará a tratarse esta semana en el Senado, tiene todavía pendiente la tributaria, para la que no se envió todavía el proyecto al Congreso. No hay acuerdo siquiera dentro del gobierno. Marcos Cintra, máximo responsable de la Reseita Federal, el equivalente a lo que aquí es la AFIP, dejó la semana pasada el cargo porque proponía un impuesto que también pretende Guedes, pero que no convence a Bolsonaro: un tributo sobre las transacciones financieras, similar al que rige en la Argentina y al que aplicó en su momento Fernando Henrique Cardoso, conocido como contribución provisoria sobre movimientos financieros (CPMF), que Lula derogó en 2007.
"Recrear el CPMF o aumentar la carga tributaria está fuera de la reforma tributaria por determinación del presidente", publicó en su cuenta de Twitter Bolsonaro, que viene recurriendo a decretos para aliviar el costo brasileño. Son decisiones que tampoco están exentas de rechazo interno. La última, por ejemplo, que se emitió esta semana y exime a las empresas estatales de publicar sus licitaciones en los diarios -podrán hacerlo en sus sitios web o en el Boletín Oficial-, recrudeció el enfrentamiento entre el Poder Ejecutivo y parte de la prensa. La medida, que le resta ingresos publicitarios a diarios como Valor Económico, del grupo O Globo, es en realidad la ampliación de otra muy similar, tomada hace un mes para la publicación de los balances. Consultado al respecto en ese momento por BuzzFeed, Bolsonaro no esquivó la presunción: "Lo que quiero, lo que necesito de la prensa, es la verdad -contestó-. Quiero que la prensa venda la verdad al pueblo brasileño y no haga política partidista, como lo han estado haciendo algunas organizaciones de prensa. Espero que Valor Económico sobreviva a la medida provisional de ayer".
Estas circunstancias tan extrañas al ojo norteamericano determinan resultados de gestión y posicionan liderazgos. Como Macri en sus inicios, Bolsonaro rechaza los entendimientos corporativos. Más aún, aprovecha cada desencuentro con el establishment para consolidar la pureza de su electorado, el 30% de votos que le permitió llegar al ballottage. Pero lo separa de su par argentino una diferencia sideral: empezará su segundo año de gobierno con dos de las tres reformas hechas y tres años no electorales por delante. Lo suficiente para pensar todavía que una sociedad fracturada redunda en beneficios.

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