Excursión de biólogo chileno a cerro El Plomo dio con un misterioso hallazgo en su cumbre
Ernesto Joerger se aventuró por una ruta no habitual para constatar el grado de derretimiento de los glaciares, pero en el camino encontró unos restos metálicos que asoció con chatarra espacial. A lo pocos días volvió a escalar para rescatar su descubrimiento y dilucidar su origen. Esta es la historia de lo que encontró.
Lo que sería una expedición más a los Andes centrales terminó por convertirse en una aventura inesperada para el biólogo marino Ernesto Joerger (55). Aficionado al andinismo, junto a un grupo de conocidos organizó, hace justo un mes, una excursión a la cumbre del cerro El Plomo, el punto más alto visible desde Santiago.
La travesía de cuatro días tuvo un inesperado giro en la segunda jornada. "Hace trece años subí El Plomo por primera vez y ahora estaba interesado en ver cómo ha retrocedido el glaciar por efecto del cambio climático", cuenta en su oficina en Quilicura, en donde acumula fósiles y recuerdos de sus múltiples exploraciones.
A 4.400 metros de altura, poco antes de llegar a la cumbre, decidió separarse del grupo y tomar una ruta no habitual. "Hay que atravesar los casquetes glaciares; un lugar hacia donde no va nadie. Cuesta respirar y caminar". A medida que avanzaba, además de comprobar que se había acelerado el derretimiento del glaciar, en medio de la nieve y el hielo unos restos metálicos llamaron su atención.
"El pasado 30 de octubre, descubrí un satélite espacial francés, en las faldas altas del glaciar de El Plomo", describe en un correo que envió a Vida Ciencia y Tecnología de "El Mercurio", contando su hallazgo y la primera hipótesis sobre su origen.
Montaña abajo
Una semana antes de ese correo había vuelto de una segunda expedición de tres días al mismo punto, para rescatar la supuesta "chatarra espacial". "Apenas bajamos de la primera excursión, comencé a organizar otra subida. Diez días después, fui solo y contraté a un arriero con dos caballos y una mula".
Roberto Quiroz, un conocido arriero de Farellones, lo acompañó hasta un refugio ubicado a 3.900 metros. Desde ahí, Joerger partió solo hacia arriba. A punta de martillo y cincel despegó el aparato metálico del hielo; lo envolvió en plásticos y comenzó a trasladarlo cerro abajo. A ratos arrastrándolo, a ratos colgado en su espalda. "Pesa unos 30 kilos; como también andaba con una mochila, bajaba 50 metros, dejaba la mochila y volvía a buscar el satélite. Demoré dos días en bajarlo", relata aún exhausto y sin reponerse del todo de aquella proeza. "Pero feliz", enfatiza.
El resto del camino, el trabajo se hizo menos pesado gracias a la mula. Ya con el "tesoro" en casa, comenzó a investigar de qué se trataba. Una placa a un costado de los restos dio la primera pista: fue fabricado por la empresa francesa Aérospatiale, dedicada a la creación de aeronaves y cohetes, que dejó de funcionar en 2000.
Hasta entonces, Joerger aún se aferraba a la idea de que era uno, o parte, de los 5.600 satélites que orbitan la Tierra. Incluso, el día de la entrevista llevó el aparato hasta su oficina y puso un cartel en el que advertía "acercarse con precaución" por eventual presencia de material radiactivo.
"Creo que es parte de algo más grande; hay una sección que claramente estaba conectada a otra cosa. Podría ser el surtido o cargador de otro aparato", hipotetizaba entonces. Y algo de razón tenía.
Algo valioso
Al buscar más información sobre la empresa, con la ayuda de un periodista especializado en tecnología, se llegó al dato de que un tipo de helicópteros usados hace décadas por el Ejército de Chile pertenecían a esa firma. En forma paralela, Joerger, gracias a un amigo que trabaja en aviación comercial, llegó a un dato similar: el hallazgo, al parecer, era el estanque de combustible de un helicóptero Lama.
Se trata de una línea de helicópteros monomotor, diseñado para operar a elevadas alturas y desarrollar diferentes misiones, como transporte ligero de pasajeros, rescate, observación y ambulancia, por ejemplo.
Precisamente, la Brigada de Aviación del Ejército de Chile contaba con estos modelos, adquiridos en los años 70, para ser usados, entre otras cosas, en tareas de exploración del Instituto Geográfico Militar (IGM).
Dos exoficiales del Ejército -que prefieren no dar sus nombres-, y que fueron contactados por Joerger gracias a un conocido, confirman el dato y estiman que los restos pertenecerían a una nave que se accidentó en la misma zona, en noviembre de 1981. Hace justo 38 años.
"El helicóptero reportó su última posición en el cerro El Plomo; al no volver, se dio la alarma. Se organizó un sistema de búsqueda por meses y no se encontró nada", cuenta uno de los exoficiales que participaron de aquel episodio (ver recuadro).
"El impacto de la caída supone que no hubo roce; el helicóptero debió caer en forma vertical. Quizás hubo un desperfecto técnico o se debió a una falla relacionada con la altura y la densidad del aire en la zona", explica.
Hoy el Ejército ya no cuenta con estos aparatos -uno de ellos forma parte del Museo Aeronáutico y otro, del Museo Histórico Militar-, y los que hay en el país pertenecen a empresas y civiles. "En su época, alcanzó el récord mundial de altura", cuenta uno de los exoficiales.
A través de su Departamento Comunicacional, la institución comunicó a "El Mercurio" que espera recabar más información antes de entregar más antecedentes y tomar una decisión sobre el caso y este hallazgo.
Mientras tanto, Joerger ya no tiene dudas de qué es lo que encontró. Y confía en poder conservarlo. "Yo esperaba que fuera algo interesante, y lo es -dice convencido el biólogo-. Para que llegara adonde lo encontré, hubo una historia. Y para mí, eso ya lo hace valioso".
Esfuerzos infructuosos"El Mercurio" del domingo 29 de noviembre de 1981 titulaba sobre la desaparición, "desde el viernes", de un helicóptero militar en el sector precordillerano de la Región Metropolitana. En el aparato iban tres uniformados y un civil (topógrafo del IGM). "A la fecha, todos los esfuerzos por encontrar el helicóptero han resultado infructuosos". Las labores de búsqueda continuaron por unos meses sin éxito.
Seis años después, en 1987, un escalador que hizo una ruta similar a la de Joerger, encontró el cuerpo de uno de los tripulantes y parte de una hélice. Entonces se reabrió la búsqueda, pero fue lo único que se pudo recuperar, hasta ahora. "Yo creo que es el estanque de ese helicóptero -dice un exoficial del ejército-. Es de color blanco, que era el utilizado para indicar que la nave realizaba funciones distintas a temas militares".
El cilindro, de una capacidad de 575 lt, es de un material anticorrosivo y tiene un recubrimiento antibalas. Eso explica en parte su buen estado de conservación, pese a lo abollado que está. Qué pasó con el resto del aparato y sus ocupantes, sigue siendo un misterio.