Espiando si lo que vendrá está escrito
Un instante
Un instante. Solo eso. Es el momento en el que todo se revela y se comprende. Fugaz. O eterno, si se mira sin autoengaño. Puede ser una bisagra en la vida o un acelerador que dispara al infinito la negación, sin rectificación posible de nada.
El centro de la imagen se desplaza. El personaje secundario, algo fuera de su eje, entra en foco y capta la atención. El protagonista habla, pero la vista obtura al oído. Nadie escucha y todos ven. Es la consagración del suspenso. Cristina trata de pispear, sin disimulo. Como temiendo sorpresas. Allí está el argumento de una obra que la incluye, pero que no escribió. Alberto continúa y vuelve a hacerse escuchar.
Queda la imagen imborrable. Homenaje a "Cafetín de Buenos Aires": "Te miraba de afuera… la ñata contra el vidrio". Y aparece esa sentencia tanguera (¿vaticinio o advertencia?): "Aprendí… la poesía cruel de no pensar más en mí". ¿Será "el primer desengaño"? Difícil saberlo. Tanto como imaginar en ella la conclusión discepoliana y que se entregue "sin luchar". Chan, chan.