Lunes, 06 de Mayo de 2024

Ejemplos históricos

ColombiaEl Tiempo, Colombia 26 de abril de 2024


Rodolfo Segovia
Todavía los colombianos no saben si el decreto cívico del 19 de abril último fue para torpedear las marchas de protesta, o si fue un aleteo megalomaníaco con motivo del cumpleaños del señor presidente


Rodolfo Segovia
Todavía los colombianos no saben si el decreto cívico del 19 de abril último fue para torpedear las marchas de protesta, o si fue un aleteo megalomaníaco con motivo del cumpleaños del señor presidente. Los tiranuelos de otras épocas en América Latina eran dados a asaltar el calendario. Un presidente de Guatemala, Manuel Estrada Cabrera (1899-1920), optó por declarar fiesta nacional la fecha de su cumpleaños y para mayor pleitesía la de su mamá. Al escuchar algunos discursos internacionales del jefe del Estado, más de un colombiano ha podido pensar que Gustavo Petro navegaba en delirante vanidad. Salvaba el mundo. Últimamente, empero, se ha confinado a peleas de gallos del ámbito nacional, contra todas y contra todos y siempre con sobredimensión personal al dirigirse, a veces disparatadamente, a sus compatriotas. No es pues de extrañarse que, regalo del mundo, quiera celebrar su llegada al planeta. La fuente del apego de Petro a su aniversario nace quizá del patrono de su día. En el santoral corresponde a San Expedito, un alto oficial del ejército imperial y mártir por su conversión al cristianismo en tiempos de Diocleciano. Pero no se ve en el presidente este santo de las cosas urgentes o imposibles. Habría entonces que recurrir al día de San Gustavo, el 27 de octubre. Paralítico de pies y manos inspiró construcción de iglesias, fue curado milagrosamente de sus dolencias y se dedicó a la oración y la penitencia. No corresponde ni por ahí a Petro, salvo que intervenga el milagro de la cachucha. Pero no va a ser necesario puesto que según fuentes muy cercanas a la Casa de Nariño bajo ella se cocina apenas un extravagante trasplante de pelo. La vanidad va aferrada a la megalomanía. Gustavo Petro no es un tirano. Lo demuestra su estricto respeto por las libertades públicas. No se excede ni cuando sus propuestas fantásticas se estrellan contra la realidad institucional. No es un opresor, como se han visto tantos en la historia de América Latina. Antonio Guzmán Blanco fue un sibarita mucho mas a gusto de París, donde residía largas temporadas. A Venezuela la sembró (1870-1888) de estatuas suyas y se hacía llamar el ‘Ilustre Americano’. Uno de sus sucesores, analfabeto, Cipriano Castro (1099-1908), prefería el título de ‘Moisés de la República’. Pero el personaje delirante de las primeras repúblicas hispanas fue sin duda Antonio López de Santa Anna, cinco veces presidente de México, siempre como hombre providencial, aunque zozobró en Texas. Durante una invasión francesa (1838) perdió, héroe, una pierna en combate por la patria. La enterró en su finca, pero al ser de nuevo presidente la exhumó para trasladarla a una cripta de la catedral primada con Te Deum. Quizá en otros tiempos Petro se hubiese atrevido a más, hoy aparte de delirios de persecución, duros y blandos, debe atenerse a lo que vivió don Sancho Jimeno, adalid de Bocachica en 1697: los cambios de dinastía no acontecen sino por la rara muerte del rey.
Exministro e historiador.
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